Ciudad de México.- El 18 de septiembre de 1968 marcó un antes y un después en la historia del Movimiento Estudiantil en México. Ese día, el ejército mexicano ocupó la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en un acto que encendió aún más los ánimos de protesta y puso en evidencia el endurecimiento del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz contra las manifestaciones estudiantiles. Este evento fue clave en la escalada de violencia que culminaría en la trágica masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco.

Los antecedentes

El Movimiento Estudiantil de 1968 surgió en medio de un contexto global de protestas juveniles que abogaban por mayor libertad política y social. En México, el movimiento estalló en julio de ese año, cuando estudiantes de diferentes instituciones, como la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), se unieron para exigir el cese de la represión policial, así como demandas más amplias como la democratización del país, la libertad de presos políticos y la eliminación del autoritarismo.

El gobierno, temeroso de que las protestas afectaran la imagen internacional del país en vísperas de los Juegos Olímpicos, respondió con mano dura. La intervención del ejército en el conflicto comenzó a aumentar después de varios enfrentamientos entre estudiantes y la policía, entre ellos, la agresión a la Preparatoria 1 de San Ildefonso en julio, que impulsó el llamado a huelga por parte de los estudiantes.

La toma de Ciudad Universitaria

El 18 de septiembre de 1968, el gobierno mexicano decidió actuar con más fuerza. En un operativo masivo, el ejército ingresó a Ciudad Universitaria, ocupando sus instalaciones y desalojando a los estudiantes que se encontraban en huelga. La acción fue violenta: soldados con tanques y armas largas recorrieron los pasillos de la UNAM, violando la autonomía universitaria, una de las mayores conquistas de la comunidad académica. Los estudiantes no pudieron hacer frente a las fuerzas armadas y, por órdenes del rector Javier Barros Sierra, la universidad fue cerrada temporalmente.

Protagonistas y reacciones

Los líderes estudiantiles, denunciaron la ocupación militar como un ataque no solo contra los estudiantes, sino contra la autonomía de la UNAM y la libertad de expresión.

La intervención en la UNAM fue un golpe para el movimiento, pero también intensificó la indignación social. Otros sectores, como sindicatos y académicos, comenzaron a solidarizarse más abiertamente con los estudiantes, lo que generó una mayor presión sobre el gobierno.

Consecuencias y el camino hacia Tlatelolco

La toma de la UNAM fue uno de los momentos más significativos en la escalada del conflicto. Apenas dos semanas después, el 2 de octubre, el ejército y las fuerzas de seguridad atacaron a miles de estudiantes y civiles reunidos pacíficamente en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. La masacre resultante, en la que murieron y desaparecieron cientos de personas, marcó el fin trágico del Movimiento Estudiantil de 1968.

El uso desmedido de la fuerza militar en Ciudad Universitaria y en Tlatelolco demostró la disposición del gobierno de Díaz Ordaz a reprimir cualquier tipo de disidencia en su búsqueda de estabilidad política. Sin embargo, también abrió una herida profunda en la historia de México que sigue vigente hasta el día de hoy.

Reflexión a medio siglo de distancia

El 18 de septiembre de 1968 no solo fue el día en que el ejército ocupó la UNAM, sino un momento que simboliza la lucha de los estudiantes por un México más libre y democrático. Aunque el movimiento fue reprimido brutalmente, sus ideales de justicia y libertad continúan resonando en las nuevas generaciones de activistas, y su legado se recuerda cada año en la memoria colectiva del país.

La toma de Ciudad Universitaria y la masacre de Tlatelolco son recordatorios de la importancia de defender los derechos humanos, la autonomía educativa y la libertad de expresión frente a cualquier intento de represión.

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