Ciudad de México.- Alejandro Moreno, líder nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ha salido a criticar al gobierno federal por la creciente inseguridad en México. Según él, la situación ha escalado a niveles “sin precedentes”, y su retórica sobre la falta de estrategia y acciones del gobierno mexicano parece más un intento de culpar al ejecutivo de su propio fracaso histórico en el manejo de la seguridad en el país. Sin embargo, lo que realmente está en juego es la incongruencia de sus propias palabras.

La responsabilidad del PRI en la crisis de inseguridad

Moreno, que encabeza un partido con un historial de gobiernos cuyo mandato estuvo marcado por la corrupción y la impunidad, ahora se erige como el campeón de la paz y la seguridad. ¿En serio? Durante años, el PRI, al igual que otros partidos en el poder, permitió que los cárteles de la droga se expandieran, debilitando las instituciones, y sembrando violencia en cada rincón del país. Ahora, se atreve a señalar que no hay estrategias ni planes efectivos. La ironía es palpable.

¿Dónde estaban las políticas integrales durante el gobierno del PRI?

El líder priista acusó al gobierno de AMLO de no hacer lo suficiente para frenar la inseguridad, olvidando convenientemente que fue bajo gobiernos priistas cuando la violencia se desató a niveles alarmantes. ¿Dónde estaban cuando el narco era parte del escenario político nacional, tanto en el poder como en las calles? El PRI, que ahora se presenta como el defensor de la paz, es parte del mismo sistema que dejó que las fuerzas criminales tomaran el control de muchas regiones del país.

Moreno también se queja de que el gobierno federal rechazó la cooperación con Estados Unidos en la lucha contra los grupos delictivos. Es incomprensible que alguien que representa al PRI, partido que históricamente ha mantenido una política de sumisión y complicidad con intereses extranjeros, ahora se muestre tan indignado por la falta de cooperación internacional.

Al atacar las decisiones del gobierno, como la reelección de Rosario Piedra en la CNDH, Moreno no solo muestra su incapacidad para aceptar que el PRI perdió el rumbo, sino que también ignora el hecho de que, durante su partido en el poder, las violaciones a derechos humanos fueron pan de cada día. ¿Acaso ya olvidó el oscuro legado de la “guerra contra el narco” de Felipe Calderón, que dejó miles de muertos y desaparecidos?

Y lo peor de todo: Moreno se atreve a hablar de la descomposición del tejido social, cuando su propio partido fue uno de los principales responsables de esa misma descomposición, permitiendo el colapso institucional y el aumento de la violencia en el país. Su discurso es más una táctica política para recuperar el terreno perdido que una propuesta seria y viable.

El fracaso del PRI: ¿de qué habla Moreno?

Mientras tanto, las declaraciones de Moreno siguen vacías. Las soluciones que presenta son las mismas que se escucharon durante años bajo gobiernos priistas: fortalecer las instituciones y “trabajar juntos”. ¿Qué significa esto realmente? Más de lo mismo: promesas incumplidas, sin un verdadero cambio en la estrategia de seguridad.

Es hora de que Alejandro Moreno y su partido enfrenten la realidad: no pueden lavarse las manos y hacerse los indignados ahora, cuando son ellos quienes fueron parte fundamental del entramado de impunidad y corrupción que permitió que la inseguridad creciera hasta convertirse en el monstruo que es hoy. ¿Quién les cree?

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