Por. – Benjamín Bojórquez Olea.
“Memo” Romero poniendo el ejemplo de servir y no servirse…
En la política, es común ver rostros que aparecen y desaparecen según el calendario electoral. Promesas van y vienen, compromisos se esfuman, y los discursos grandilocuentes se diluyen en la inercia del poder. Pero hay excepciones, y en Mazatlán, hay un nombre que resuena con autenticidad: Guillermo “Memo” Romero.
En una sociedad donde los políticos tradicionales suelen mirar por encima del hombro a la ciudadanía, Memo Romero hace todo lo contrario: camina entre la gente, se mezcla con la realidad cruda de los marginados, y lo hace sin la necesidad de un cargo público. Tras su derrota en las pasadas elecciones, cualquiera esperaría que se retirara a la comodidad de su vida empresarial, pero no fue así. En vez de alejarse, se sumergió aún más en la problemática social del Mazatlán olvidado.
Mientras las autoridades locales actuales exhiben su opulencia en redes sociales, posando en yates y rodeados de lujos, Memo Romero recorre las colonias que la política ha relegado al abandono. Ahí donde no hay agua potable, donde la energía eléctrica es un sueño lejano y donde las carreteras son senderos de polvo y olvido, él está presente. Se enfrenta a los problemas sin promesas huecas ni discursos maquillados, sino con acción, empatía y determinación.
Su vida no ha sido fácil. Desde su infancia, ha conocido la dureza del trabajo y la carencia de oportunidades. Pero en lugar de convertirse en una víctima del sistema, decidió forjar su propio camino, superando obstáculos con tenacidad y esfuerzo. Conocedor del valor de cada peso y del significado de la solidaridad, ha demostrado que el éxito no está reñido con la humildad.
El verdadero liderazgo no se mide por el poder que se ostenta, sino por la capacidad de transformar realidades. Y en ese sentido, Memo Romero ha demostrado que su compromiso con Mazatlán no era un trampolín político, sino una causa genuina. Su historia es un testimonio de lucha, desde sus humildes orígenes hasta convertirse en un empresario exitoso, pero sin perder la esencia de un hombre sencillo y comprometido con su comunidad.
El reto no está en gobernar desde la comodidad de una oficina, sino en tocar la realidad con las manos. Memo Romero lo hace cada día, sin reflectores ni aplausos forzados. Si así actúa sin un cargo, ¿qué podría lograr si las riendas del destino mazatleco estuvieran en sus manos?
GOTITAS DE AGUA:
En tiempos donde la política se ha convertido en un escaparate de vanidad, la presencia de un hombre como Guillermo Memo Romero es una bocanada de aire fresco. No se trata de colores ni de partidos, sino de voluntades genuinas. Quizá la mayor lección que deja su camino es que el verdadero servicio público no necesita de una investidura oficial, sino de un corazón dispuesto a servir. Mientras los de siempre buscan una silla de poder para elevar su estatus social y económico, él sigue caminando, enlodando sus zapatos en las colonias olvidadas, escuchando y resolviendo. La diferencia es abismal: unos buscan votos; él busca cambiar vidas. En pocas palabras, un solo Mazatlán. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el lunes”…
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