Por Jorge Dávila

Santiago Tianguistenco, Méx.– Mientras la presidenta municipal Erika Olea presumía en el Teatro Lupita los supuestos avances de sus primeros 100 días de gobierno, cientos de ciudadanos se preguntaban: ¿y los verdaderos problemas cuándo se van a abordar?

En un discurso que se quedó corto frente a la realidad que se vive en las calles, la alcaldesa evitó tocar temas sensibles y urgentes que siguen afectando a los habitantes de Tianguistenco. Aseguró que “la corrupción se acabó”, pero no mencionó ni una sola palabra sobre los aviadores, ni aclaró si han sido removidos o simplemente reemplazados por nuevos nombres, igual de opacos y beneficiados.

Inseguridad ignorada

En su narrativa optimista, Erika Olea también omitió hablar de lo que la ciudadanía más teme: la inseguridad. De acuerdo con vecinos, los robos, la violencia y la falta de vigilancia son una constante. “Aquí mandan los delincuentes, y la presidenta ni lo menciona”, comentó un habitante de la cabecera municipal.

Servicios públicos, en decadencia

Mientras que en el informe se habló de avances en recolección de basura y agua potable, la realidad en muchas colonias es muy distinta. Hay quejas constantes por el mal estado del alumbrado, la basura acumulada en calles, fugas de agua y deficiencia en el suministro del líquido vital. Servicios públicos mínimos y esenciales que no están siendo atendidos como corresponde.

Silencio sobre corrupción interna y acoso

Grave también es el silencio sobre la presencia, dentro del Ayuntamiento, de un funcionario que se ha caracterizado por ser acosador sexual y corrupto. Este personaje hoy forma parte del equipo cercano a la presidenta aún cuando sus malas prácticas le preceden.

En una administración que se presume “de transformación”, la presencia de individuos nocivos, protegidos por el poder y con un historial turbio, evidencia que la política de “cero corrupción” es más discurso que realidad.

La realidad no se maquilla

Erika Olea puede seguir llenando teatros y aplaudiéndose a sí misma. Pero mientras siga evitando hablar de los problemas reales de Santiago Tianguistenco, su administración no podrá llamarse ni transparente, ni transformadora.

Porque gobernar no es solo recorrer comunidades, sino tener el valor de enfrentar lo que incomoda, lo que duele y lo que urge cambiar.

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