Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

La obsesión opositora por ver caer a Rocha Moya…

Por más que se repita, lo del César al César: ni se pretende exonerar a Rubén Rocha Moya de sus fallos como gobernador de Sinaloa, ni se debe callar cuando las cosas se hacen bien. Y ahí es donde la oposición ha perdido completamente el rumbo: en su afán de destruir, ha olvidado cómo construir.

Sí, es cierto. En materia de seguridad el saldo no es positivo, la narrativa del gobernador puede no ser la más afortunada y su estilo de gobernar genera suspicacias, sobre todo en un ambiente político donde la polarización es moneda corriente. Pero ¿es eso suficiente para descalificar por completo su gestión? ¿O será que a la oposición no le interesa un debate real sobre los problemas del estado, sino simplemente ver en la ruina política al gobernador?

Porque mientras se especula desde hace meses que a Rocha Moya le quitarán la visa estadounidense —una narrativa repetida hasta el cansancio por quienes desean su desgaste—, el gobernador aparece, no solo como invitado especial del cónsul de Estados Unidos, sino también como interlocutor directo en cierres de inversión de alto calibre. No estamos hablando de cualquier cosa: la planta de metanol verde “Pacífico Mexinol”, la más grande del mundo, y la megaoperación energética con “Sempra Energy” en Topolobampo, municipio de Los Mochis, son apuestas de impacto global que han decidido anclarse en Sinaloa.

¿Dónde queda entonces la narrativa de la inhabilitación diplomática? ¿Dónde los vaticinios catastróficos de un gobernador aislado, repudiado, sin interlocución internacional? Pues parece que la oposición no solo no tiene calidad moral para señalar, sino que tampoco cuenta con argumentos sólidos para proponer. Porque una cosa es criticar desde la ética democrática y otra muy distinta es especular desde la mezquindad política.

La verdad es que, mientras Rocha Moya hace esfuerzos —acertados o no— por atender desigualdades históricas y atraer inversión, la oposición prefiere jugar a la profecía del desastre. No propone, no construye, no acompaña. Solo espera. Espera a que algo falle, a que una declaración se preste a la burla, a que un tema no se resuelva a tiempo. Espera, como el buitre, el momento de debilidad para lanzarse encima.

Pero la política no se trata de eso. Se trata de confrontar ideas, sí, pero también de reconocer los aciertos cuando existen. Lo que la oposición ha demostrado en Sinaloa es que está más interesada en regresar por la puerta de atrás que en construir una alternativa real. Y con eso, no solo se erosiona la democracia, también se le falta el respeto a la ciudadanía, que espera mucho más que guerra sucia y rumores sin sustento.

GOTITAS DE AGUA:

En fin, lo del César al César. Reconocer lo que se hace bien no es un acto de sumisión o cobardía, sino un ejercicio mínimo de honestidad política. Negarse a hacerlo, como lo ha hecho sistemáticamente la oposición, es una muestra de mezquindad y pobreza argumentativa. La crítica es válida y necesaria, pero cuando se convierte en linchamiento permanente, pierde legitimidad y se transforma en espectáculo. Hoy más que nunca, la ciudadanía demanda una oposición seria, que construya, que proponga, que debatan con altura y con ideas, no con rumores ni con campañas de desprestigio. La política se empobrece cuando se usa solo para golpear y no para transformar. A la oposición le corresponde elevar el nivel del debate público, asumir su papel con responsabilidad, y recordar —si acaso lo ha olvidado— que hacer política no es destruir, sino convencer. Y para eso, se necesita mucho más que ambición: se necesita visión, coherencia y respeto por la inteligencia de la gente. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…

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