Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

Rubén Rocha Moya abona, Maseca compra, la oposición calla…

En tiempos donde la polarización es el pan de cada día, es importante detenerse a observar con mirada crítica, pero también justa. No todo es malo, aunque parezca que decirlo es casi un acto de herejía en ciertos círculos políticos. En Sinaloa, un estado con alma agrícola, donde el maíz no es solo un cultivo sino parte del ADN cultural y económico, se ha logrado algo relevante: un acuerdo para que Grupo Maseca compre 200 mil toneladas adicionales de maíz blanco producido por los agricultores sinaloenses. Es una noticia que debería celebrarse ampliamente. Pero la oposición, como tantas otras veces, ha preferido guardar silencio o mirar hacia otro lado, solo atacan debilidades. Pero no vemos una declaración propositiva como esta.

¿Por qué? ¿Por qué cuando hay gestiones que benefician directamente a los productores —aquellos que en los últimos años han visto mermar sus ingresos, sufrir por los precios y marchar por sus derechos—, no hay una sola voz opositora que reconozca lo positivo?

Este tipo de actitudes pone de manifiesto una triste realidad: en la política mexicana, muchas veces se sacrifica el bien común en el altar del cálculo político. Se ha vuelto costumbre criticarlo todo, incluso aquello que claramente favorece a los sectores más vulnerables. Se ha olvidado que la política, en su sentido más noble, es el arte de buscar el bien colectivo, no la simple suma de ataques estratégicos.

El acuerdo entre el secretario de Agricultura, Julio Berdegué Sacristán, y el gobernador Rubén Rocha Moya no resuelve todos los problemas estructurales del campo sinaloense, pero sí representa un paso adelante. En un contexto donde el precio del maíz ha sido un quebradero de cabeza para los agricultores, garantizar su comercialización en mejores condiciones no es un logro menor. Más aún, si la empresa que lo compra —Maseca— es la más importante en este rubro a nivel nacional y decide priorizar la producción local frente a las importaciones.

Pero lo que verdaderamente debería provocar reflexión es lo siguiente: ¿por qué en este país nos cuesta tanto reconocer lo que se hace bien, incluso cuando los beneficiarios son quienes más lo necesitan? ¿Desde cuándo se volvió revolucionario decir “esto va en la dirección correcta”? El campo mexicano no entiende de partidos. Entiende de lluvias, cosechas, precios y ventas. A los campesinos no les sirve el griterío electoral, les sirve que su maíz se pague y que su esfuerzo valga.

El reto, entonces, no es solo seguir gestionando más acuerdos como este, sino recuperar la honestidad intelectual en el debate público. Aplaudir lo que ayuda, venga de donde venga. Señalar lo que falla, pero también visibilizar lo que avanza. Porque cuando la crítica es automática y la negación sistemática, no estamos haciendo oposición: estamos haciendo daño.

GOTITAS DE AGUA:

La política también se trata de reconocer. Y ojalá llegue el día en que los frutos del campo no sean manoseados como botín ideológico, sino protegidos como símbolo de lo que realmente importa: el bienestar de quienes lo cultivan. Porque en la tierra, como en la política, se cosecha lo que se siembra. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…

Comentarios

Comentarios