Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

En un océano de corrupción, un contador que flota sin mancha…

En tiempos donde la palabra “funcionario” suele cargar más sombras que luces, la trayectoria deAntonio Vega Gaxiola aparece como una anomalía virtuosa en el sistema. No se trata solo de un contador público brillante ni de un fiscalista respetado en Sinaloa; se trata de un ejemplo palpable de que la integridad no es una quimera en el servicio público.

Su paso por la administración estatal, inmerso en el núcleo de la fiscalización de los recursos públicos, no dejó el rastro de sospechas que suele acompañar a quienes pisan las antesalas del poder y del dinero. No hubo cuentas pendientes, no hubo expedientes sin cerrar, no hubo la corrosión habitual de los intereses cruzados. Y esa rareza es la que, paradójicamente, más debería incomodarnos como sociedad: si un perfil así existe y es posible, ¿por qué es la excepción y no la regla?

El caso de Vega Gaxiola es un recordatorio de que la transparencia no es una condición espontánea, sino el resultado de tres elementos inseparables: competencia técnica, ética personal y entorno institucional que no tolere grietas. Su trabajo no solo consistió en revisar números, sino en traducir la maraña fiscal a decisiones claras, previsibles y ajustadas a la ley, tanto para el aparato gubernamental como para empresas privadas. En otras palabras, practicó la pedagogía de la legalidad, un valor casi extinguido en el ejercicio público.

Pero aquí viene la reflexión más profunda: la experiencia de un solo hombre, por valiosa que sea, no construye un sistema. Lo que sí puede construirlo es un marco normativo y operativo que multiplique estos casos y los vuelva comunes. Para eso, es indispensable impulsar tres reformas técnicas que la clase política de Sinaloa y del país ha postergado por décadas:

1. – Institucionalizar auditorías independientes y rotativas para áreas de alta sensibilidad fiscal, con reglas blindadas contra la manipulación política.

2. – Profesionalizar la función fiscalizadora mediante certificaciones periódicas, evaluaciones externas y la inhabilitación permanente de funcionarios que incurran en omisiones graves.

3. – Crear un sistema público de trazabilidad fiscal que permita a cualquier ciudadano verificar, en tiempo real, cómo se ejecuta y audita el gasto público.

GOTITAS DE AGUA:

Antonio Vega Gaxiola demuestra que se puede ser eficaz sin transar, exitoso sin corromperse y técnico sin perder el sentido humano. La pregunta que queda flotando es: ¿estamos dispuestos a exigir que su ejemplo se replique, o seguiremos aceptando que la honestidad en el servicio público sea una joya aislada en vez de una norma cotidiana?

Porque si algo nos enseña su trayectoria es que la luz en la administración pública existe… pero de nada sirve si no abrimos más ventanas para que entre. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el lunes”…

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