Sinaloa más allá de los titulares…

Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

Gobernar Sinaloa nunca ha sido sencillo. La historia lo confirma: es un estado noble, de tierra fértil y manos trabajadoras, pero también marcado por heridas profundas y realidades complejas que ningún mandatario ha podido esquivar. La silla del Ejecutivo estatal no es un trono de privilegio, sino un peso histórico que obliga a resistir la presión de la crítica, la mirada del pueblo y el eco constante de problemas que llevan décadas incubando.

En ese contexto, Rubén Rocha Moya se ha convertido en el blanco de la oposición más férrea y de titulares que, con lupa en mano, magnifican sus errores y los colocan como ejemplos de lo que “no debe hacerse”. No se trata sólo de cuestionar a un hombre, sino de intentar desgastar un proyecto social que incomoda a quienes siempre han visto el poder como patrimonio propio. La figura del gobernador ha sido convertida en campo de batalla, donde la crítica fácil sustituye al análisis profundo.

Pero conviene detenerse en algo esencial: cualquier otro en su lugar habría enfrentado el mismo dilema. Inseguridad, desigualdad, rezagos en educación, salud, campo e infraestructura no se resuelven con discursos huecos ni con promesas de campaña. Son problemas estructurales que exigen paciencia, continuidad y visión de largo plazo. Rocha Moya, con sus aciertos y errores, ha elegido enfrentarlos de cara, sin esconderse tras asesores ni discursos de oropel. Ha cargado con la crítica dura, muchas veces injusta, y ha decidido seguir caminando.

Y mientras los reflectores buscan el tropiezo, Sinaloa no necesita un gobernador perfecto, porque no existe tal figura. Necesita un liderazgo que, aun en la tormenta, no claudique. Y Rocha Moya ha demostrado resiliencia pese a las formas: la capacidad de sostenerse en medio de los embates y de continuar trabajando pese a los juicios severos. Esa resiliencia, guste o no, es en sí misma una forma de fortaleza.

La crítica es necesaria; la autocomplacencia, peligrosa. Pero también es un error convertir el análisis político en un ejercicio de linchamiento permanente. Gobernar no es improvisar magia: es persistir en el tiempo, es tejer futuro con paciencia, es reconocer errores y seguir avanzando.

Hoy, más que nunca, Sinaloa necesita unidad y memoria. Unidad para no perderse en disputas estériles, y memoria para no olvidar que los grandes cambios no nacen de la inmediatez, sino del trabajo silencioso y constante. Rubén Rocha Moya, con sus claroscuros, sigue en pie.

GOTITAS DE AGUA:

Y quizás ahí radica la reflexión más profunda: los pueblos no se transforman con líderes intocables, sino con sociedades que saben acompañar, exigir y construir. La pregunta, entonces, no es solo qué gobernador queremos, sino qué ciudadanos estamos dispuestos a ser. Porque al final, el destino de Sinaloa no se escribe solo desde la silla del poder, sino desde la conciencia colectiva de quienes lo habitamos. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…

Comentarios

Comentarios