Por. – Benjamín Bojórquez Olea.
El retorno del Capy Rivera…
Sin lugar a dudas la desconfianza hacia la política parece haberse incrustado en el corazón de la ciudadanía, volver a creer no es sencillo. Pero de pronto, hay gestos, decisiones y verbigracias que nos recuerdan que el servicio público no se trata de discursos, sino de resultados. En Angostura, esa chispa parece tener nombre y rostro: Alberto “El Capy” Rivera.
Durante meses, el rumor fue más fuerte que la razón. Que si la maquinaria, que si los recursos, que si las intenciones. Y aunque las dudas son naturales —porque la transparencia es exigencia, no favor— lo cierto es que los hechos han ido encontrando su propio lenguaje. Las calles limpias, los caminos revestidos, los servicios reactivados… son la respuesta más contundente ante cualquier especulación.
La pausa temporal por motivos de salud del alcalde detuvo por un instante esa maquinaria de progreso, y con ello, el ánimo de una población que ya había comenzado a sentirse tomada en cuenta. Pero a veces las pausas sirven para recordar algo esencial: la gente nota cuando su gobierno se detiene, porque también nota cuando trabaja.
Hoy, con el Capy Rivera de regreso al territorio hostil, Angostura vuelve a vibrar con el ritmo del esfuerzo compartido. No se trata de aplaudir a una persona, sino de reconocer cuando la función pública recupera su sentido humano: el de escuchar, atender y resolver. Cuando la política baja del pedestal y se ensucia los zapatos en la tierra que gobierna, es cuando verdaderamente sirve.
El renacer de Angostura no está solo en sus calles, sino en su gente. Porque cuando un alcalde cumple, la comunidad responde. Cuando hay resultados tangibles, la confianza se convierte en semilla, y esa semilla florece en participación ciudadana.
El mensaje que deja este episodio es poderoso: la credibilidad no se decreta, se construye. Y Alberto “El Capy” Rivera, con su itinerancia, con su regreso y con su trabajo visible, nos recuerda que sí se puede gobernar desde la cercanía, con humildad y con hechos.
Angostura está demostrando que cuando la voluntad se convierte en camino, el desarrollo deja de ser promesa y se vuelve destino. Pero ese camino no puede ni debe depender de una sola persona, por comprometida que sea. La transformación real ocurre cuando la ciudadanía entiende que la obra pública también le pertenece, que cuidar una calle limpia o una plaza iluminada es parte de su propio deber con la comunidad. Los pueblos florecen no solo cuando sus gobiernos trabajan, sino cuando su gente decide acompañar ese esfuerzo, con manos, con ideas y con corazón.
GOTITAS DE AGUA:
La verdadera dignidad pública no nace del poder ni de los reflectores, sino del trabajo honesto que toca vidas y transforma realidades. Y si algo nos enseña esta historia, es que la grandeza de un municipio no está en sus recursos, sino en su gente. Que la recuperación del Capy Rivera sea también la recuperación del ánimo, la esperanza y el compromiso de todos. Porque cuando pueblo y gobierno caminan en la misma dirección, hasta el más árido terreno puede florecer en prosperidad.
Porque al final, los caminos no se miden por el polvo que levantan las máquinas, sino por las huellas de esperanza que dejan en la gente. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el lunes”…
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