Por. – Benjamín Bojórquez Olea.
El cirujano que mutiló a la UAS…
En la historia reciente de la Universidad Autónoma de Sinaloa, se levanta —con una sombra larga y amarga— el nombre de Jesús Madueña Molina, rector que no solo administra una institución, sino que la conduce hacia un precipicio moral del que costará décadas recuperarse. Su legado, insoslayable y ríspido, será el del rector cirujano que mutiló el salario y la dignidad laboral de quienes sostienen, con su esfuerzo anónimo, la vida cotidiana de la casa rosalina. Será recordado como el administrador opaco que confundió la discrecionalidad con el poder, la imposición con el liderazgo, y la legalidad con un obstáculo dispensable.
Porque lo que se ha vivido en la UAS no es una simple discrepancia administrativa. Es, en sus fibras más íntimas, una afrenta ética. Un rector que, en complicidad con consejeros universitarios domesticados, fabricó un acuerdo ilegal para retener salarios a trabajadores que se atrevieron a defenderse de un atropello institucional. Una acción que —llamémosla con su nombre real— constituye una forma descarnada de chantaje, una extorsión revestida de normatividad simulada.
La pregunta filosófica es inevitable: ¿Qué clase de ethos universitario se construye cuando la autoridad castiga la resistencia y premia el servilismo? Una verdadera salvajada.
Durante doce años, Jesús Madueña Molina transitó entre los dos cargos más poderosos de la UAS: secretario general y rector en dos ocasiones. Doce años… una vida administrativa completa, suficiente para transformar estructuras, corregir excesos, depurar vicios, reconstruir la institucionalidad. Pero, ¿qué hizo para detener el desfalco cotidiano que se desangraba en tortillas, carnes, viáticos inmorales, hoteles de élite, carros del año, gasolina ilimitada, comidas gourmet, celulares de lujo, y un festival inagotable de privilegios? Nada.
En medio de ese universo de opulencia disfrazada, la reingeniería financiera de laUAS decidió golpear —como siempre— al más vulnerable. El trabajador activo, el jubilado, la persona cuyo salario sostiene no un capricho, sino la supervivencia.
¿Acaso es necesario un diccionario para entender lo inhumano de reducir el ingreso de una familia que vive al día? ¿Quién podría mirar a los ojos a una madre y decirle que hoy no alcanza para la medicina? ¿Con qué valentía ética puede un rector justificar que un aguinaldo menguado condene a una familia a una cena navideña escasa?
No se requiere teoría política para comprender el dolor. Se requiere humanidad, y esa parece haber sido amputada desde la oficina más refrigerada de la casa Rosalina.
La raíz de esta tragedia no es financiera. Es moral. Cualquier auditor forense lo confirmaría: el verdadero cáncer está en la nómina. Aviadores. Recomendados que aparecen solo para checar tarjeta. Duplicidad de funciones. Estructuras infladas. Jerarquías inventadas para cubrir compromisos políticos. Ejemplos hay muchos, pero no acabaríamos nunca.
GOTITAS DE AGUA:
Es momento de preguntarnos, como sociedad, como comunidad académica, como ciudadanos:¿Qué significa gobernar una universidad? ¿Es administrar recursos o custodiar valores? ¿Es ejecutar presupuestos o proteger la dignidad de quienes dan vida a la institución?
El rector Jesús Madueña Molina pasará a la historia, sí. Pero no como el líder que elevó laUAS a un nuevo horizonte académico. Pasará como el rector que fracturó la confianza, que deshonró el contrato social con sus trabajadores, que convirtió la esperanza universitaria en un paisaje de abuso y silencio.
Porque la verdadera decadencia no es financiera. Es de espíritu. Es de ética. Es de humanidad. Y esa —la más profunda de todas las mutilaciones— no la resuelve ninguna reingeniería administrativa. He dicho. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…
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