María Elena Maldonado

Regreso de unos días en que estuve desconectada de las noticias, no accedí a la  televisión, ni al periódico y dejé casi en abandono el teléfono móvil, no fue premeditado, simplemente pasó, solo lo usaba para fotos y revisar mensajes, siempre prefiero mirar lo que pasa a mi alrededor, aunque tengo mis ratos pegada al facebook, es el que más me atrapa, pero no tanto el chisme social, me volví adicta a saber lo que sucede con este gobierno, y nunca en mi historia había sucedido que todos los días algo destructivo para el país se le ocurría al presidente en turno o sea López Obrador, así que  cuando emprendo el regreso a casa y a la cotidianidad –solemos decir que a la realidad, pero también los días de asueto son reales, aunque con una dinámica distinta y generalmente más agradable- ya venía a mi mente el repaso que tenía que hacer de los sucesos.

Y fue terrible digerir tantas insensateces al mismo tiempo. Solo los titulares eran para llorar.

Ya estaba al tanto del abandono de la educación en manos de la CNTE Y EL SNTE que simple y profundamente me parece abominable, no me alcanza la comprensión para entender como cualquier persona con dos neuronas funcionales puede abandonar a los maestros que por méritos podrían subir en el escalafón, hoy ellos están en manos de las decisiones violentas y aberrantes que han demostrado continuamente ante la pasividad de las “autoridades”.

La impunidad por encima de la aplicación de las leyes y el respeto a los derechos de los maestros que quieren participar en las evaluaciones para acceder a una plaza o a una promoción.

De julio de 2015 del periódico El País les copio lo siguiente: “La tensión por la reforma educativa en México ha vuelto a estallar. Las violentas protestas que en junio estremecieron Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán, han dado paso ahora a un feroz clima de hostigamiento contra los maestros que se someten a las evaluaciones impuestas por la ley o que simplemente quieren acceder a los concursos de plazas.

Estas coacciones, dirigidas por sindicatos radicales renuentes a ceder su histórico control, han desembocado en escenas inéditas de docentes y opositores rapados, maniatados y vejados por piquetes vociferantes. La escalada ha desatado todas las alertas. México se vuelve a enfrentar a uno de sus peores fantasmas: el conflicto educativo”

En un país con dos millones de maestros y 25 millones de alumnos de primaria, la educación es un punto de enorme sensibilidad. Su bajo nivel, por detrás de Kazajistán en las evaluaciones de PISA, se ha convertido en una rémora estructural.

Los estudios indican que al ritmo presente México necesitaría 77 años para alcanzar en ciencias la media de los países avanzados. Este retraso no sólo impide la modernización de amplias capas sociales sino que perpetúa una de las lacras nacionales: la desigualdad.

Los relatos de las víctimas, recogidos con amplitud por los medios mexicanos, muestran una realidad bien distinta. Maestras humilladas y con el pelo trasquilado, profesores vilipendiados y fotografiados por grupos violentos.

“¿Por qué me atacaron, por qué me exhibieron, por qué me cortaron el pelo? ¿Qué les hice?”, decía entre sollozos Nayeli Mijangos, una de las pocas docentes que se atrevió a dar la cara tras las agresiones. Como muchos otros, Mijangos no ha estudiado en una escuela normalista, carece de dinero para comprar una plaza y tampoco tiene familia para heredarla.

Pero posee un título universitario que le permite presentarse. Y eso hizo este fin de semana en Tuxla Gutiérrez. Pero ni siquiera pudo entrar a la prueba. Los piquetes se lo impidieron. El conflicto está abierto.

En este escenario, la reforma educativa, apoyada por los principales partidos, ha chocado con los grupos radicales aglutinados en torno a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Estas fuerzas, enquistadas en el agrario y olvidado sur, han hecho de la educación su feudo.

En un universo de miseria (en México hay 13 millones de personas en pobreza extrema), el control de los puestos magisteriales les ha permitido asegurar un mínimo sustento a familias sin otros recursos. Pero también ha facilitado el crecimiento de una estructura paralela de privilegios.

Durante décadas el poder ha transigido con este sistema corrupto e incluso ha alimentado sus redes clientelares para evitar el conflicto. Este equilibrio se ha roto ahora. La reforma intenta acabar con el clientelismo y la heredad de plazas. Para ello impone la evaluación docente.

En caso de suspender tres veces la prueba, el profesor pierde la plaza. También pone fin al automatismo de conceder el puesto a los maestros procedentes de las escuelas normales rurales, controladas por los sectores más radicales, y abre la puerta a que licenciados de otras partes del país puedan competir por el empleo.

No es el texto completo de Juan Martínez Ahrens, pero más o menos palabras dice cuatro años después lo mismo sobre el caos educativo que vivimos  y que hoy todos los politólogos, líderes de opinión y  personas pensantes opinan para oponerse a la derogación de la Reforma Educativa hecha en el sexenio de Enrique Peña Nieto.

Ya lo dice Jesús Silva Herzog Márquez: La reforma no solamente representa una abdicación de la responsabilidad educativa del Estado, implica también una ceguera voluntaria.

No tendremos ningún órgano confiable para medir el impacto de estas decisiones. Mataron al instituto de evaluación y pusieron en su lugar un órgano insignificante. Se desentiende también el Estado de los muros y los techos de las escuelas.

Que los estudiantes, los padres y los maestros se encarguen. Y, por si fuera poco, la reforma viola la Constitución. ¡Qué poderoso nuestro nuevo régimen! Emplea su incuestionable legitimidad, su imponente popularidad y su mayoría franca en el Congreso para abdicar de sus responsabilidades esenciales, para humillarse ante los gremios que imponen condiciones a la legislatura, para eliminar los observatorios imparciales que le proveerían de información valiosa, para poner en peligro la seguridad de los niños y para violar alegremente la Constitución. Todo en una sola ley.

Tristemente así estamos y vamos para “pior”, para realizar un recuento de los daños en tan sólo un año requeriríamos una semana y necesitaremos muchos, muchos años para regresar al punto en donde antes del peje nos encontrábamos.

Y como hoy ya es costumbre decir “Estábamos mejor cuando estábamos mal” Según define López los gobiernos anteriores a esto que hoy sucede.
emladonadoballesteros@yahoo.es
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