Por Alex Espinosa
Ya en las últimas entrevistas que pudo dar el escritor uruguayo Eduardo Galeano, dijo, preciso como siempre: “En el fondo, la rebeldía es un acto que proviene del amor, del amor a los demás y del amor a las cosas que vale la pena vivir y hasta morir por ellas”. Y eso basta para comprender hacia donde van todos esos actos de “rebeldía” de los universitarios.
Esta semana se han visto todas esas muestras de amor; amor por el compañero, amor al porvenir y amor a la propia vida. Hay que ver como se hermanan frente a una realidad que de por sí es insoportable. Ninguna causa es huérfana, ningún grito retumba en la soledad. Porque ahí están esos videos en los que el “¡Goya!” sonaba con la misma voz que el “¡Huelum!”.
Los estudiantes de la UNAM, todos ellos, de todos los niveles y de todos los sitios han dado el ejemplo de lo que significa ser una comunidad. A diario a alguien le roban la cartera; a alguien le roban la vida. A diario a un obrero le roban el tiempo y al pobre le roban el pan. Todos ellos son actos de violencia, y hay que empezar a buscar la comunión con eso también.
Dejar de pensar como uno quizá sea el primer paso. A los universitarios se les oía cantando “que aunque la vida nos cueste, llorona”, y ahí ya eran más que dos. Es aquello lo que hay que rescatar, no había soledad entre ellos.
De la misma forma miro a mis compañeros de la UAEM. Asomaron su rostro, primero a tientas, en una pequeña plaza de la Faculta de Ciencias Políticas, y después sacaron el pecho por toda Ciudad Universitaria hasta Rectoría. En esa rebeldía estaba su vida, y también estaba la de la chica de humanidades asesinada, y la de aquellas que han sido acosadas, y la de aquellos que fueron asaltados saliendo de clases.
Es una lección esta rebeldía, porque se niega a desaparecer en estos momentos de pasividad pavorosa. Es importante porque hay una dignidad que necesita rescatarse, y me alegro que se esté haciendo. Espero que esta comunión que coordina los pasos que andan la ciudad, que eleva las voces y levanta los puños, no sea una temporal. Ojala que en el mismo momento en que se reconocieron como multitud, hayan pensado más allá del mañana. Si esto es una lección hay que aprenderla. Si entendemos que un acto de rebeldía es un acto de amor, entonces hay que asumir las consecuencias e ir hasta al final.
No hay indiferencia en las imágenes que quedan. Una chica se arrodilla para proteger el cuerpo de su pareja apunto de recibir un golpe, ¿haría lo mismo si fuera una bala? Probablemente sí, no hay indiferencia. No la hay en aquellos que levantan los carteles que invitan a los rostros curiosos que se asoman desde las aulas. Ellos dudan, piensan en salir, quizá lo hagan porque en su rostro se adivina cualquier sentimiento pero no la indiferencia. Han aprendido la lección.
Me he preguntado durante todas estas líneas: ¿es realmente rebeldía todo esto? ¿Le hago justicia al sentido común llamándolo rebeldía?