Por Socorro Valdez Guerrero
Desde que los conocí, me sentía afortunada. Ahí estaban los dos, altos, seguros, entrados en años. Ambos tan diferentes y tan amigos. Sus peleas constantes y mutuas acusaciones, hacían creer, ¡se detestan! No era así. Su amistad los acercaba más en cada pleito. Sus vivencias, incluso tal vez de amores y embeleso por la misma mujer (confesaba el que los conocían bien), los llevaba a contaste pleito verbal. Era ir y venir de insultos. Los dos con liderazgo y arrojo, tanto que fueron protagonistas en 1968 y compañeros de crujía en Lecumberri con Heberto Castillo.
Eran quienes no usaron esa lucha estudiantil para obtener cargos políticos o ganancias económicas como otros que por ello pasaban de diputados a senadores y viceversa. Eran Salvador Ruiz Villegas y Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, “El cabezón”. El primero egresado de la UNAM y el otro de Chapingo. Ambos inseparables. Los conocí en el 2004, junto con Hugo Velasco Bedran, del politécnico y otras destacadas mujeres, él también protagonista del 68. Me invitaba un gran líder y amigo a emprender con ellos una nueva lucha social, que a regañadientes, sobre todo de mujeres, rechazaban mi inclusión.
Se había formado antes, en 2001, una agrupación política ciudadana para después con esos grandes líderes del 68, arropar a quien después daríamos cuenta, era y es, sólo un mercantilista de la política. Lo ungían en 2005 de izquierda. Era un actor político que después lo perseguirían manchas de sangre, de corrupción y anhelos por dirigir un país. Actual funcionario de la cuarta transformación.
Ellos no querían arroparlo con su trayectoria ni manto de izquierda, aunque después, convencidos más del beneficio social, lo hicieron, sin que éste cumpliera promesas y compromiso. Salvador era romántico, caballero y aún soñador. Luis, arrojado, dicharachero y muy coqueto. El primero, me ofreció su historia de lucha estudiantil. Incluso, en ese entonces, sus todavía inéditas memorias. Me pidió revisarlas, corregirlas y me sorprendí. ¡Qué honor! Era una gran responsabilidad. No me sentía con esa capacidad de hacerlo, se lo dije con honestidad e insistió, y corregí lo que pude. Después se convertiría en “Malkhut”, un libro de cuentos, relatos e historias de amor.
Todavía conservo su borrador y la emoción de tener cerca la historia de quienes participaron en el 68. Verdaderos actores de esa lucha, no como aquel, actual político que siempre que se hablaba de ese suceso, lo criticaba Luis Tomás. Ese guey, decía ¡Nunca! Participó en el 68, aunque lo aprovechó bien para ser legislador. Es buen orador y buen timador de ilusiones. Era de los pocos relatos que el “Cabezón” rememoraba del 68 y de Pablo. Lo demás se lo guardaba para él. Sobre todo aquella parte cuando se tiró frente a un tanque del ejército.
Sólo después escribía también sus memoria y nos invitaba a la presentación de su libro, “Ni muerto, me den por muerto”. No le gustaba contar anécdotas, contaba la de otros. Salvador, meticuloso narraba algunas, aunque tampoco a a fondo ni a detalle. Esa luchas que emprendí con ellos, me aleccionaba; les aprendía mucho. Hacíamos con otros nuevas aventuras política que ni yo me las creía por mi diferencia de edad con ellos. En aquella ocasión estaba frente ambos, y me divertía sus insultos mutuos.

En mis adentros, pensaba, reportero sin suerte no es reportero. Después de esas fracasadas luchas, volvía a estar con él, con Salvador Ruíz Villegas, compañero de la crujía “M” en Lecumberti del “Cabezón”, quien hoy está muerto, igual que su amigo de luchas y cárcel, Heberto Castillo. Aquel café con él, por allá, en “Barranca del Muerto”, me dejó una historia que publicarían con el título: ¡Ya Chole con el 68! Fue un encuentro de amigos. Pero, su elocuente diálogo y su preocupación a flor de piel de la situación del México en 2014, me obligó a buscar pedazos de papel y una pluma para escribir.
No se inmutó. Mi acompañante, ex diputado y dirigente de un partido político del entonces Distrito Federal, sin reparo, me espetó: ¡No chingues, ya vas a reportearlo!
Y sí, efectivamente, no podía perder esa historia. Salvador, aquel luchador estudiantil que una vez me me dijo que nunca olvidaría la luz de bengala que iluminó Tlatelolco, se atrevía a afirmar, ¡ya Chole con el 68!. Después aclaró: Yo estoy en otro patín. La frase sorprendió, pero lo que vendría después en el dialogo, lo haría aún más. Hacía una autocrítica de esa lucha, de sus compañeros, del PMT, del mismo Heberto Castillo y reconocía la visión de Antorcha Campesina, una visión futura, con tintes Mahoístas, que les permite subsistir, comentaba sin reparo.
Vendrían más consideraciones. ¡Qué tristeza! Estamos en un mundo y en un país de comercio, mercado, dinero, donde les vale gorro el cambio climático. Entre sorbo de café, y mordida de mollete, aseguraba que se gesta un hombre nuevo, codicioso, mentiroso, que sabe engañar.
Estamos, dijo, en otro tipo de colonización, que nos tiene controlados de otra manera, más manipulados que antes y sobre todo más, enajenados. Hay una dictadura financiera y nos viene una cultura Europea, sin valores.
Sin decir nombres de gobernantes, sostenía sin reparo ¡Está más cabrón! Vienen con exterminio de pobres. Por eso, debemos reconocer que el cardenismo, necesita urgente revisión…El proyecto ¡Chingó a su madre!
Sin mostrar enojo, sino una serenidad sorprendente, hablaba de la urgencia de crear otra estrategia de lucha, no como aquella del movimiento de los cuarenta con los obreros, otra, decía, porque los chavos, traen una frustración del ¡Carajo!
El ruido y murmullo en ese café, dificultaba mucho poder escucharlo. Su voz pausada y muy baja, a comparación de su estatura –muy alto, y aún delgado, como cuando tenía 21 años, según confirma- era sin embargo firme y con manifestaciones tajantes:
El 68, ya cumplió una función; muchos de los que participamos, muchos, duele, porque están anclados en el pasado, y otros quieren santificar y hasta colgarle milagritos a Heberto Castillo.
Hay quienes promueven la iglesia “Hebertíana” decía en forma figurada y la verdad, es que somos los perdedores.. ¡Nos partieron la madre! Y Ahora soplan vientos capitalistas y debe uno navegar en esas aguas tormentosas.
La plática, se mezcla entre la política, los partidos, los legisladores, el gobierno, la sociedad, y hasta formas de alimentación para mantenerse coherente y bien a pesar de los años. Recuerda pasajes con “El Cabezón”; lo que hicieron cuando impulsaron el PMT y habla hasta de sus hijos. Revela sus padecimientos, dolores y malestares físicos, producto del paso de los años.
Salvador Ruíz Villegas, hablaba con una lucidez extraordinaria. Analizaba en segundos la situación política y los proyectos de gobierno, de Pemex, de las reformas y de la CFE. Con vehemencia advertía: ¡No son tiempos de agarrar las armas y subir al cerro! No hay una sociedad unida.
Antes había feudos en cada región del país, ahora pesa más el capitalismo. Ya el crimen organizado no es el temor, porque lo que existe, es todo un proyecto de paramilitares, donde les es muy fácil desaparecer a cualquiera.
Hoy, hay una ambición desmedida, con más importancia por el mercado, el comercio, el dinero. Estamos en los vientos del capitalismo y ¡Aguas! Hay que voltear a Oaxaca, a Guerrero, es horrible lo que está pasando.
Hay un gobierno represivo y una aberrante sociedad donde impera la codicia, la ambición. No hay nadie que no traiga en la frente el signo de pesos. El hombre trae ya signos severos de demencia. No hay más representante y líder que el dinero.
Les vale madre la tierra, el agua, el ser humano. Es un hombre que tiene rasgo de demencia que se hace el harakiri. Los chavos, no tienen futuro. Lo del IPN, es una muestra. Sí, darán marcha atrás al reglamento, ya cayó, la dama –Yoloxochitl Bustamante- ya los recibió el titular de gobernación, y seguirán saliendo ingenieros, sí, sólo el título de ingenieros, pero con contratos y salarios de técnicos.
Esa es una realidad de la globalización. Un proyecto de desarrollo industrial, sin humanismo, sin futuro, donde a nosotros -pemetistas- nos faltó una visión a largo plazo para formar cuadros, que dieran la lucha.
No hay fé…Y los partidos políticos no van hacer nada, porque serán comparsas. Ya son comparsas de un gobierno que sopla con vientos capitalistas y aguas tormentosas. De repente, Salvador, cierra el capítulo y expresa:
¡Hijo de su puta madre… Lo que viene está cabrón! Toma café, se come el último trozo de pan con frijoles y queso, que aún queda en su plato y le da otro rumbo a la plática.
El autor de Malkhut, ya no quiso hablar de los balazos, de los estudiantes que vio caer muertos, de su época en Lecumberri al lado de Heberto Castillo y de “El Cabezón”.
Tampoco de lo que padeció en la celda número 20, en la crujía “M”, menos de su salida de la cárcel, aquel 21 de septiembre de 1971, y ni de su labor para formar junto con Heberto Castillo el PMT.
Sólo desvió la plática e inició una nueva, la de amigos. Olvidaba que me había permitido narrar una historia, titulada “1968, el recuerdo de la Represión”, tan larga que ocupó una plana en Milenio. Ahí Salvador me platicaba junto con Elsa Lecuona, una mujer que también fue protagonista y olvidada como muchas otras del 68, los hechos de sangre y rencor contra el represor Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.
