Por Rosa Lealde
Este lunes la Santa Sede ha lanzado una nota que recuerda que la iglesia no imparte su bendición al matrimonio entre personas del mismo sexo, pues aseguran que “no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo”.
Esta respuesta tan trágica llega después de que se pensaba se iba haciendo un avance en estos temas por parte de la comunidad LGBT+, incluso ya se habían escuchado noticias sobre un par de bodas oficiadas por sacerdotes en iglesias, e incluso muchos “ambientes eclesiásticos se están difundiendo proyectos y propuestas de bendiciones para uniones de personas del mismo sexo”; sin embargo pese a que el Vaticano reconoce que estas iniciativas son “caminos de crecimiento de la fé”, declara que no pueden convertirse en bendiciones.
Pese a que insisten en que “Dios ama a cada persona, como también lo hace la Iglesia rechazando toda discriminación injusta”, también afirman que las nupcias entre personas del mismo sexo “no puede ser considerada lícita”, pues se trataría solo de “en cierto modo una imitación o una analogía con la bendición nupcial, invocada sobre el hombre y la mujer que se unen en el sacramento del Matrimonio”, y puesto que “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”, las bodas homosexuales no pueden ser válidas ante la iglesia.
La indignación por parte de las personas no tardó en llegar y se han hecho oír vía redes sociales, argumentando que la unión entre dos personas que se aman no debería ser algo que la iglesia rechace, sino que alave y acepte, pues al final si lo que se busca es “no bendecir el pecado” deberían negarse a (por ejemplo) dejar de hacer misas en honor de narcotraficantes, no bendecirles las armas, no solapar la pederastia, etc.
Las nuevas generaciones ya no tienen respeto por esta institución, de hecho el número de fieles jóvenes va en descenso, y aún así se niegan a reformar sus doctrinas y formas de pensar.