Latitud Megalópolis | Roberto Contreras

Los índices de violencia contra la mujer no bajan,  hace unos días nos enteramos de los indignantes actos de un asesino serial que no sólo las descuartizaba sino que también se las comía.

Durante decenas de años, las mujeres han sido relegadas, invisibles, avasalladas y dominadas por un mundo creado a la imagen y semejanza del hombre quien se erige como dueño de todo, dejando a la mujer como un artículo de lujo con capacidad reproductiva.

Los movimientos que se están desarrollando para que sean escuchadas y respetadas por la autoridad por más increíble que parezca sigue siendo una lucha que enfrentamos en la actualidad  a pesar de crisis económica y pandemia.

La lucha de la mujer sigue siendo por transformar su relación con el mundo, con los hombres, por ser vistas como iguales en términos de derechos y responsabilidades.

Sus salarios siguen siendo más bajos, son más vulnerables al momento de decidir quien debe perder una plaza laboral ante el hombre.

Es tiempo de refundar nuestra historia y reconocer en ellas, su igual valor ante el sexo opuesto entendiendo que somos seres humanos y que la diferencia está en el género.

Es cierto que la brecha se ha ido cerrando, pero aún queda mucho por hacer, en especial en los sectores más desprotegidos.

Simplemente, el trabajo del hogar se considera una aportación insignificante, y es usado por algunos políticos para promover un “salario rosa” más pensado en programas clientelares, que en darle un valor real y encontrar otras formas de reconocerlo.

Tampoco podemos reconocerlas y darles su lugar en la sociedad cuando se cierran guarderías que significaba el que puedan ir a trabajar con menos presión y alcancen a realizar sus actividades económicas y profesionales, solo así puede estar integrada en la gran escena en la que vive el mundo.

La historia de la mujer por desgracia está en la lucha que ha enfrentado para romper el patriarcado, por fortuna la tecnología ha acortado las brechas y aunque aún con desigualdades sustanciales, se abren nuevas posibilidades con la justicia y equidad.

La gran revolución de nuestro tiempo está en el campo de la equidad de género, entender que mujeres y hombres como partes sustanciales de una misma unidad que denominamos seres humanos.

Y es que ni a quienes consideramos los grandes pensadores de la antigüedad le daban valor a la mujer; Aristóteles decía por ejemplo que “la hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades”,  y con ideas como estas, el sexo masculino era lo absoluto y el femenino era “lo otro”.

No eran iguales, el mismo padre fundador de los juegos olímpicos, el Barón Pierre de Coubertin, había negado la participación femenina la primera vez que se celebraron pues decía que eso era “aberrante y contrario a la salud pública” y justificaba sus palabras diciendo que el deporte podría producirles terribles enfermedades, como la esterilidad.

Hoy hasta el fútbol ya se ve en femenino, falta por fortalecerse, más tiempo en transmisiones de televisión y que llegue a los canales abiertos, o mientras se da el regreso de la afición a los estadios veremos más calidad, pues no se trata de que jueguen como hombres o mujeres, sino como futbolistas.

La lucha por la igualdad no está solo en el fútbol, está en el deporte, está en la sociedad.

No se nace mujer, se llega a serlo, fue la gran frase que nos dejó Simone de Beauvoir que sintetiza la incomprensible batalla que ha dado la mujer para encontrar equidad en una sociedad construida a imagen y semejanza del hombre.

Aún en la familia hay un enorme trabajo por hacer, durante la pandemia muchos comportamientos en términos de usos y costumbres familiares se hicieron más fuertes, otros se fueron liberando de lo que ha sido la estrechez de las paredes del hogar.

La construcción de la igualdad comienza enseñando que la realización de una mujer no está en el espacio familiar, ella también es parte de la construcción del mundo.  Más allá de sus roles tradicionales de madre, esposa y ama de casa, la mujer participa sensiblemente en las actividades productivas del país.

Mas allá de los miedos y las prohibiciones, de la violencia, de verlas de otra manera y que es lo que está detrás de los hechos de violencia en contra de la mujer, debemos reposicionar el papel en el que la ven quienes se atreven a agredirlas.

Debemos enseñar que una pareja, debe ser pareja, que marido y mujer son más bien compañeros de vida quienes deberán de enfrentar juntos la etapa de vida que les corresponda.

La nueva realidad familiar no admite soberanos, porque tampoco admite vasallos. La igualdad matrimonial no es una falacia, el trabajo doméstico corresponde por igual a quienes comparten el mismo techo.

La mujer es la mitad de la población y sus palabras, sus actos y su voz son fundamentales en la reconstrucción de un mundo que de pronto parece perder el rumbo.

La lucha por la equidad aún es larga, si abrimos los hechos a los actos, podremos crear una nueva realidad.

Los muros de la ignorancia deben ser derribados, si queremos una nueva sociedad esta debe ser fuerte, libre, entera… porque la realidad también reclama seres humanos enteros.

Lo podemos todo, entre todos.

bobcontreras1@gmail.com

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