Por María Elena Maldonado

Nunca había visto tan mal a mi país, entre tantas situaciones deplorables, han aumentado sus jóvenes delinquiendo, por pobreza, falta de oportunidades, violencia intrafamiliar, en su mayoría  son las causas que los mandan a la calle, a la necesidad de sobrevivir en una sociedad de la que se sienten abandonados.

De la Universidad Nacional Autónoma de México, el Doctor René Alejandro Jiménez Ornelas escribió en 2005 sobre el fenómeno de la delincuencia juvenil, aquí les comparto algunas conclusiones importantes: “La violencia no es producida aleatoriamente, sino que parte de una cultura de conflictos familiares, sociales, económicos y políticos, y en general, del sistema globalizado que a su  vez permea las diferentes formas de vida en la sociedad, donde los estilos de vida de los jóvenes son catalogados como formas de delincuencia. El objetivo de esos estilos de vida, sin embargo, sólo consiste en distanciarse culturalmente de una sociedad que los jóvenes no han fabricado. Víctimas de la discriminación social y excluidos de las decisiones importantes, muchos jóvenes carecen de planes o proyectos de vida, y son considerados incapaces de adaptarse al medio social, por lo cual toman la delincuencia como alternativa de sobrevivencia. El fácil acceso a las drogas, la falta de oportunidades de empleo, salud, educación y espacios para la cultura y el deporte, la desintegración familiar, la impunidad, entre otros factores, componen el contexto en el que nace y crece la juventud mexicana del siglo XXI.

Hay que destacar que la violencia, aunque en muchos casos este asociada a la pobreza, no es su consecuencia directa, pero sí es resultado de la forma en que las desigualdades sociales —la negación del derecho a tener acceso de bienes y equipos de entretenimiento, deporte, cultura—, operan en las especificidad de cada grupo social, desencadenando comportamientos violentos. Así pues, la dependencia, la pobreza y marginación no necesariamente generan delincuentes, pues influye también el desarrollo material, individual y social, aspectos que derivan en la vida de los individuos que, al no contar con opciones o alternativas para obtener los ingresos necesarios para mejorar su calidad de vida, están dispuestos a cometer delitos. 

En general, la principal causa generadora de la delincuencia, para los habitantes de las zonas urbanas del país, es la desintegración familiar, en segundo lugar, la crisis económica y la pobreza, seguida por el consumo de drogas y alcohol. Estos resultados están íntimamente relacionados con las creencias de que la familia es la principal institución formadora de valores y en ella recae la responsabilidad de los actos de sus miembros. Por otro lado, existe la idea de que la actual situación que enfrenta el país en materia económica, política y social ha llevado a un número cada vez más alto de personas a delinquir.”

Ojalá la prevención de estos sucesos pudiera darse, proteger sus derechos y que no sean vulnerables a convertirse en victimas de sí mismos o de los grupos delincuenciales. En nuestro país “El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en México (UNICEF) han trabajado conjuntamente, a lo largo de varios años, para visibilizar las condiciones de vida de la infancia y adolescencia. Este documento se centra en exponer la situación de pobreza multidimensional y carencias sociales que presentan las niñas, niños y adolescentes; además, tiene como objetivo informar a las y los tomadores de decisión sobre las condiciones de vida de este grupo de población, con el fin de brindar elementos objetivos para atenderlas adecuadamente.”

Veo a las organizaciones civiles creando apoyos: Bécalos, Un kilo de Ayuda, Teletón, Dibujar un mañana, por mencionar algunas de las más conocidas, pero hay cientos de casas creadas para albergar y dar educación y seguridad a esas niñas y niños en situación vulnerable. Incluso personas que individualmente se esfuerzan por crear sitios en donde encuentren un refugio y un camino para alcanzar un mejor destino. Hemos escuchado de quienes hacen instrumentos musicales  con material de desecho, creando orquestas y cuando no hay esa posibilidad qué tal un coro, ese es un instrumento que todos tienen y ni siquiera hay que transportar. Enseñarles un oficio, convertirlos en parte de un proyecto es ofrecerles una forma de ganarse la vida.  El ingenio y las ganas de ayudar son a veces todo lo que se requiere para crear otras posibilidades para ellos.       

Desgraciadamente las opciones no alcanzan a darle respuesta a todos y prevenir que sean captados, utilizados y explotados por los grupos criminales y frente a los menores que delinquen el Estado priorizaba una respuesta punitiva y retributiva a través del sistema penal y de la privación de la libertad, en vez de apostar por los programas de rehabilitación y reinserción social.

Encerrar a los adolescentes en condiciones muy precarias no contribuye a su reintegración en la sociedad ni a evitar la reincidencia. Estas condiciones solo agravan el problema. Anteriormente cada estado tenía sus propias leyes y castigos, por lo que algunos de ellos pasaban toda su adolescencia privados de su libertad. Por lo que desde el 18 de junio de 2016, entró en vigor la Ley Nacional de Justicia Penal para Adolescentes, que, en sus 266 artículos detalla las medidas que deben aplicarse a los menores en conflicto con la ley en todo el país.

Reducir las condenas es el eje de una ley que cree en el beneficio reinserción de los menores, más que en encerrarlos y “Que cumplan sus penas en libertad es positivo”, comenta Jimena Cándano, directora general de la Fundación Mexicana de Reintegración Social Reintegra, dedicada a la reinserción de jóvenes que experimentan conflictos penales. “Es importante que la privación de la libertad de un menor sea durante el menor tiempo posible, porque los adolescentes entre los 12 y 18 años están aprendiendo a relacionarse con el mundo. Si los extraes de la sociedad y los obligas a vivir dentro de una cultura carcelaria, las posibilidades de que vuelva a reinsertarse en su familia o en la sociedad se diluyen” Cándano asegura que, a través de terapia y acompañamiento, es posible que los jóvenes se decidan por un proyecto de vida positivo. “La reinserción consiste en enseñarle a un joven a diferenciar qué está bien y qué no, para que puedan encontrar otras salidas distintas a la delincuencia”.

Reinserta ha impactado de manera positiva directamente a más de 2,600 personas en el sistema penitenciario, trabajando anualmente con alrededor de 180 adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley y en proceso de reinserción, así como 200 mujeres privadas de la libertad y sus hijas e hijos.

Así es como la esperanza se transforma en realidades que hacen la diferencia y benefician a todos los que participamos en esta sociedad. Unidos debemos apoyar estas iniciativas que hacen el mundo un mejor lugar para la convivencia y el desarrollo de los individuos.

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