Por Socorro Valdez Guerrero
Subió sin pensar qué iba pasar. Regresaba sucio y cansado.
Su mente vagaba sobre el dinero para mantener a su pequeña familia.
Ahora eran las dos cenas que se aproximaban.
Diario usa la misma ruta y el mismo camino del Estado de México a la CDMX.
Zonas de alto riesgo e impunidad ante asaltos.
A su preocupación por el trabajo, se unía el precio del transporte y la inseguridad.
Salía diario de Chimalhuacán a Iztapalapa y viceversa.
Gastaba un importante porcentaje de su salario en traslados y comida.
Se subió sin más al transporte público que lo llevaría a zona mexiquense.
De inmediato el sueño le ganó y cabeceaba casi encima de los pasajeros.
Los que lo flanqueaban, se hacían a un lado para que no se recargara en ellos.
Sus manos, sus ropas “empanizadas” de cemento, mezcla y cal.
Su trabajo como albañil no daba para más.
¡Explotado! Como muchos.
Sin seguridad social y miserable sueldo, que ni el reciente incremento, que aplaudían, ayudaba a combatir sus penurias.
Recibía apenas mil 500 pesos semanarios para mantener familia, pagar renta, luz, agua y ¡transporte!
Un transporte que en región mexiquense era en costo, más del doble de la capital, e igual de ¡Peligroso!
La entidad mexiquense con el primer lugar en asaltos al transporte público y casi con 99 por ciento de impunidad en esos delitos.
No se preocupaban por proteger al usuario, sobre todo al ¡Asalariado! Al vulnerable.
Y él, con pago caprichoso.
El arquitecto nunca le daba completo, y para ese día, fue una ¡Buena fortuna!
¡No se lo quitarían!
Tendría al menos para pollo rostizado -aunque sus hijos desearan pierna-, lo que significaba más de una semana de salario, sin complementos.
Sólo 14 por ciento más de aumento salarial, contra 28.5 por ciento del precio por alimentos indispensables.
¡Descomunal! Para una cena navideña o de Año Nuevo.
Habría que cuidar ese salario no sólo de los aumentos, también de los cotidianos asaltos.
Era sobrevivencia que a los empresarios, al gobierno, a ese arquitecto y a los ¡Ladrones! No les importaba.
Ni enfermarse podía, y exigía a su mujer cuidar bien a sus hijos contra el frío.
No había para enfrentar una grave enfermedad.
Ese día su paga fue de mil pesos.
¿Qué iba a hacer con sólo mil pesos?
Después agradecería la irresponsabilidad del arquitecto.
No pensaba más que en llegar.
De repente abría los ojos para no pasarse.
En una de esas, ya no los pudo cerrar.
Tres jóvenes subieron y nadie sospechó.
—Ya valió ma…Hijos de su…Ya sabes qué hacer chofer ni respires.
Ah y no salga un valientito, porque chingan a su pu…!
Instintivamente estrujó con su mano la bolsa del pantalón.
Pensó en sus ¡Billetes! En la cena, en todo. Sudó, tembló y quiso protegerlos.
Sabía que era la cena de Navidad, aunque fuera sólo pollo rostizado.
Sin remedio metió la mano a la bolsa, y en un acto de salvación, pudo sacar poco.
Los maleantes se distrajeron y sólo les dio 200 pesos.
Le valió venir sucio, no le hicieron caso.
Se fueron contra los otros. ¡Los celulares! ¡Las bolsas! Lo vistoso. Hasta regalos se llevaron.
Él salvó el resto del dinero, y esta vez, se ahorró el pago del pasaje. Sus hijos cenarían pollo y tendrían aún a su padre.
Atesoremos el valor supremo…La ¡Vida!
Y por supuesto a ¡La familia! Unida en torno a una mesa.
Disfrutemos y abracemos a quienes tenemos.
Y agradezcamos además qué hay alimentos en la mesa, porque es gracias a esas manos trabajadoras que ante la indolencia gubernamental, están en riesgo cotidiano.
¡Felicidades!