Por Zuleyka Franco
Otro año más que está a punto de terminar, un año que sin duda no ha sido fácil para nadie no sólo en México, sino en todos los continentes. Por primera vez el mundo se unió por el mismo dolor y no por una celebración.
Pero hoy, agradecemos que la vida nos esté dando una segunda oportunidad, que la reflexión de la que hace un año fuimos objeto al estar en un confinamiento, nos haya dado también la maravillosa virtud de perdonar.
La Navidad es uno de los momentos más esperados para muchos de nosotros, porque significa el reencuentro con la familia, la convivencia con los hijos, con los nietos, con los amigos y con todo aquello que se acerca al calor de hogar. El árbol navideño tiene un significado cristiano aunque su uso se ha generalizado en personas de distintas creencias. El árbol de Navidad hace referencia al árbol del Paraíso, al pecado original y a la figura de Jesús como redentor de los pecados, pero también la hoja perenne es un símbolo de la vida eterna.
Navidad significa nacimiento, así que creo en particular, que este año su significado es aún más emotivo y lleno de fe; porque fue el nacimiento de la fe de muchas familias que perdieron a sus seres más queridos, familias completas que colapsaron con una enfermedad que no respetó edad, género, estudios, posición económica o social, ni nada que tuviera que ver con otra cosa que no fuera la buena salud.
El agradecimiento es la emoción más saludable y enriquecedora para el organismo. Es la virtud de reconocimiento, valoración y respuesta justa. Además de hacernos sentir bien, es buena para la mente y el cuerpo. Pocos valores hay más beneficiosos. Y es en un día como hoy, que un abrazo cobra sentido, una palabra reconforta, los buenos deseos se vuelven esperanza y la cercanía con nuestros seres queridos se vuelve uno de los mejores regalos que hayamos tenido en mucho tiempo.
La vida se había vuelto tan estresante, el tiempo no nos alcanzaba, las actividades que cada uno de nosotros teníamos se convirtió en lo más apremiante, mientras que la convivencia con la familia, los hijos y los amigos, pasó a un segundo plano, para el cual jamás había el suficiente tiempo libre. Así que una vez más, la vida nos tuvo que recordar lo que realmente es importante para cada uno de nosotros; la salud… Perdimos familia, padres, hijos, hermanos, amigos y nuestro mundo se cimbró.
Nos dimos cuenta que no importaba cuánto teníamos en nuestra cuenta de banco, los estudios profesionales logrados, si éramos exitosos o no, si nuestra belleza física, los kilos de más o menos en nuestro cuerpo, las propiedades y todo lo material en esta vida, no serviría de nada si no teníamos Salud.
Y el terror se apoderó de nosotros, el miedo nos paralizó, tuvimos que aislarnos de las personas más queridas en nuestra vida, cubrir nuestros rostros para aparte de no poner en peligro nuestra vida y la vida de las personas a nuestro alrededor, no dejar ver nuestras emociones. Ésas que muchas veces no queríamos externar por la preocupación de mostrar nuestros sentimientos a los demás, porque la moda era no sentir, ni aceptar cuando estas triste o feliz o más aún, para que no se den cuenta de que estás enamorado. Nuestro deseo se había hecho realidad, ya no teníamos que fingir, ni esconder nada, porque algo cubría nuestras emociones sin mayor esfuerzo.
Pero los días pasaron, semanas, meses y ahora podemos decir años, y gracias a esa sacudida del universo, la vida y Dios (el que tengas y si lo tienes), nos hemos dado cuenta que lo más importante es el aquí y el ahora, que un abrazo, una palabra y el estar presente en la vida de los que amas, así como una buena salud es lo único y lo que más se valora.
La Navidad es el mejor momento para comenzar de nuevo, para cerrar un ciclo que nos dejó experiencias dolorosas, miedos profundos, tristezas, y abrir otro en donde la esperanza, la fe, el agradecimiento y el reconocimiento de las personas importantes para nosotros debe de ser lo primordial. Recordar que un te amo puede acariciar el alma, que una sonrisa puede iluminar tu día y el de alguien más, que un gracias puede hacer la diferencia y que lo esencial para ser feliz no tiene nada que ver con algo material.
Navidad, nacimiento, renacer, volver a creer, volver a comenzar, renovarnos. Cuántas veces hemos querido hacerlo, comenzar de nuevo. Hagámoslo, pero con un sentido diferente, con la enseñanza que este tiempo nos ha dejado. Cuál ha sido la tuya?
Hoy te deseo la mejor de las navidades. No porque haya manjares en tu mesa, ni porque los regalos llenen tu árbol, sino porque la salud esté presente contigo y tu familia, las sonrisas inunden tu mesa y los buenos momentos se queden como tus mejores recuerdos.
Ríe mucho, abraza fuerte, di te amo.
¡Vive!
¡Feliz Navidad!