Primero Editores | Anai Ruiz
Incontables coches pasan a su alrededor. El fuerte sol ilumina su rostro cansado y sucio que rogando al cielo piden juntar un peso más para poder ir a descansar.
El rojo en el semáforo avisa que es momento de poner manos a la obra.
45 segundos que no le aseguran el dinero para las dos bocas que tiene que alimentar.
Filas de autos esperando que el semáforo se ponga en verde para seguir. En su interior, personas cansadas y algunas contentas que bajan la ventanilla para depositar unas cuantas monedas a esas manos carentes de limpieza.
A un lado, un ser humano inocente de aproximadamente tres años de edad que se para de manos para que el mundo lo mire y le regalen una moneda.
Una moneda que le da la esperanza de saber que ese día comerá cuando el sol se haya ocultado y que mañana estará listo para repetir su monótona rutina.
Un ser humano que a su corta edad ya entiende de la vida es injusta y el por qué está en un semáforo pidiendo dinero para el pan de cada día.
Y mañana será otro y pasado serán más.