La mayoría de los mexiquenses se ganan el pan de cada día al caminar largas horas durante los alrededores de los portales del centro de la capital mexiquense para vender sus productos.
Personas que desde temprano se levantan para preparar su mercancía y dirigirse a su ardua labor, pero comprometidos con sus clientes que todas las mañanas y tardes les compran sus productos.
Son seres humanos que todos los días salen a trabajar para poder llevar dinero a sus hogares. No todos pasan por las mismas circunstancias, pero cada uno se esfuerza a su ritmo y de acuerdo a sus habilidades y capacidades.
Hay niños vendiendo sus mazapanes, hay abuelitas ofreciendo unos cerillos, un señor con globos para los pequeños y otros con sus puestos de comidas típicas como los esquites y elotes preparados.
Esfuerzos constantes y dedicación a sus ventas es lo que caracteriza a estos vendedores que aman su trabajo y esperan poder terminar antes de que la luna se apodere del cielo.