Es hora de transformarnos….
Por Zuleyka Franco
El concepto de nueva masculinidad tiene que ver con el deseo de muchos varones de crear y vivir en una sociedad igualitaria. Ellos piensan que otras formas de ser hombre son necesarias y para ello, saben que tienen que cambiar determinados elementos de la masculinidad tradicional. La masculinidad es un mandato cultural que deriva de una construcción histórica que ordena a los varones a tener atributos, valores, comportamientos y conductas que son característicos de su género en una sociedad determinada. Lo masculino siempre se ha asociado con la violencia, el dominio y la fuerza; se tiene la idea de que los hombres son los que proveen a la mujer y desde niños les enseñan que deben actuar de acuerdo a estereotipos. Esta subordinación de lo femenino sobre lo masculino genera, a su vez, la idea de dominio del hombre sobre la mujer, usando la violencia como una forma de control. Por ello, la relación entre la violencia y la masculinidad constituye un serio problema de las desigualdades de género.
Plantear una redefinición, o una nueva concepción, o una concepción más amplia de la masculinidad, ya no se trata de un asunto demandado únicamente por las feministas. También traduce el deseo de los varones que diariamente realizan, en forma soterrada y de manera coartada y reprimida, diversas prácticas y vivencias, que, a pesar de las adversidades y circunstancias, se han atrevido a explorar a través de relaciones y posiciones íntimas, sociales y políticas, distintas a las tradicionalmente establecidas para los hombres. Una reformulación de la concepción de la masculinidad mantenida hasta ahora, implica el reconocimiento hecho a través del estudio y registro de esas diversas prácticas y vivencias que experimentan muchos de ellos con un deseo y un modo de pensar excepcionales, de la existencia de diversas expresiones o manifestaciones masculinas, algunas de las cuales, incluso se plantean como opuestas al modelo de masculinidad establecido. Y no sólo esto, se ha constatado, que, desde hace muchísimo tiempo, en la mayoría de las sociedades del mundo, el modelo de masculinidad predominante se ha caracterizado, por ser básicamente sexista y homofóbico, además, según los mandatos de este modelo de masculinidad, un varón debe ser activo, jefe de hogar, proveedor, responsable, autónomo, no rebajarse ante nada ni ante nadie; ser fuerte, no tener miedo, no expresar sus emociones; pero, además, ser de la calle y del trabajo. Y en el plano de la sexualidad, el modelo prescribe la hetero-sexualidad, dando lugar también a la homofobia y racismo.
Existen varios tipos de masculinidades las cuales, muchas veces no conocemos, aunque las estemos viviendo o sufriendo. Masculinidad Hegemónica, Masculinidad Subordinada, Masculinidades Alternas, Machismo, Micro Machismo, Masculinidad y Violencia y Masculinidades y Paternidad; son algunas de las muchas formas en que nos podemos encontrar esas actitudes de control, preocupación, protección y hasta un supuesto amor. Actitudes disfrazadas por supuesto y que muchas de las veces no sabemos identificar como lo que verdaderamente son. Es muy válido destacar, que una verdadera re-definición de la masculinidad será plenamente válida si en su elaboración no participan tanto el colectivo masculino como el femenino.
¿Cuáles son los nuevos roles masculinos? El papel responsable que se espera de los hombres en este sentido es el de comprometerse de manera activa, rompiendo con el modelo tradicional masculino, construyendo nuevos valores y referentes de masculinidad positivos, tolerantes, respetuosos y equitativos. Las nuevas masculinidades están dispuestas a retar el modelo tradicional, renunciar a los privilegios actuales, liberarse de cargas y presiones innecesarias, comprometerse con la igualdad de género y aceptar una corresponsabilidad real en las tareas domésticas y otras actividades asignadas comúnmente a las mujeres; de esta forma se evita esas ideas y visiones que durante cientos de años ha colocado a las mujeres en una posición inferior.
Es importante también cambiar la idea de que todo lo femenino es negativo para un hombre. Actitudes como la nobleza, los sentimientos, los cuidados, el cariño, entre otros, esto en las masculinidades clásicas se ha visto de manera de condena, creando hasta peyorativos a los hombres que han demostrado alguno de estos aspectos. La masculinidad hegemónica ha patologizado a cualquier persona que se resista a ella. El siguiente paso es el estigma, las etiquetas, a partir de estereotipos que se han naturalizado (el “mandilón”, el “poco hombre”).
Es por ello que estos cambios ayudan no solo a la lucha de la igualdad de las mujeres, sino también de los propios hombres, que ya no están sujetos a un rol social “fuerte”, “rudo” y “violento”, al dejar que puedan expresar libremente sus emociones sin recibir una crítica o un señalamiento.
Pero es imposible hablar de una nueva masculinidad, si el varón está en favor de transformar las relaciones de género de manera estructural. Es decir, desde lo político, lo económico, lo cultural. Los hombres asocian así que parte de su identidad de género les da derecho a mandar, como parte de una serie de acciones tendientes a subordinar a sus colegas mujeres. Pero esto también ocurre, cuando se trata de desplegarse como el macho “alfa” del grupo, en pos de dejar claro quién está arriba y quién abajo, quién manda y quién es el dominado. Políticas públicas para la educación y la cultura, sin dejar de mencionar que junto con el núcleo familiar serían pilares fundamentales para que nuestros niños y las futuras generaciones sean los que en unos años hagan la diferencia y pueda ser una realidad.
Ser un hombre más igualitario supone asumir mayores responsabilidades en el cuidado de las demás personas y de uno mismo, aumenta la autoestima, favorece el crecimiento personal y mejora la calidad en las relaciones entre hombres y mujeres. Esto nos permitirá avanzar con pasos de gigante para que las nuevas generaciones sean más libres y tengan la oportunidad de crecer en un ambiente donde la discriminación, el abuso y el sexismo estén completamente fuera de lugar. Proponer otro tipo de masculinidades promueve nuevos espacios para los hombres, para el goce de sus derechos. En este sentido, implica un modo diferente de vivir y de relacionarse con los demás. Implicarte en el cuidado es ir mucho más allá de aspectos como la paternidad. Es construir la masculinidad desde las relaciones en equilibrio y vivir la crianza y el cuidado como espacios propios. No como terreno en el que los hombres son invitados o en el que las mujeres dicen cómo hay que hacer las cosas, sino que todos somos ciudadanos de pleno derecho dentro del hogar y en el compromiso con otras personas. Las nuevas masculinidades benefician el ejercicio de la libertad de cada persona, sin importar si es hombre o mujer, para ser como se quiere y a su vez promueve la igualdad entre hombres y mujeres. Así que si queremos que las cosas cambien tenemos mucho trabajo por hacer; políticas públicas, educación, cultura y una buena salud mental e inteligencia emocional, serían buenos inicios para un nuevo modelo de “masculinidad”.