Por María Elena Maldonado

Este 12 de mayo fue el décimo aniversario luctuoso de Carlos Fuentes, siempre presente a través de su obra. Más allá, los aniversarios son motivo para reunirse, rememorar y presentar a las nuevas generaciones a los grandes autores –en este caso- invitar a los especialistas a detallar vida y legado de esas mujeres y hombres sobresalientes.

“Aura”, una de las novelas cortas de Fuentes, ha sido de especial interés para el lector y los estudiosos, también por ser relacionada con “La Cena” de Alfonso Reyes, un cuento escrito en 1912 y publicado en Plano oblicuo en 1920, considerado en general por sus motivos oníricos y fantásticos como una premonición de las posteriores tendencias literarias en Latinoamérica y por haber influido en Jorge Luis Borges y Carlos Fuentes entre otros.

Lee Kyeong Min de la universidad Nacional de Seúl divide en tres direcciones las tendencias literarias en Latinoamérica, el primero sería el realismo fantástico, –Borges, Cortázar y Bioy Casares. El segundo el vanguardismo político o realismo mágico en donde incluye a Rulfo, Carlos Fuentes y García Márquez. La última sería lo real maravilloso, definida en el prólogo de la novela El reino de este mundo (1949) por Alejo Carpentier. Muchos autores más escriben bajo la influencia de la técnica literaria del vanguardismo europeo que se caracteriza por derrumbar la demarcación entre lo real y lo fantástico. Pero entre esas tendencias existe una diferencia en el ver y reconocer la realidad latinoamericana.

El realismo fantástico sería la literatura neo ideológica que implanta lo irreal en lo real. Y el realismo mágico, el fruto de esfuerzos que se empeñan en reconocer peculiarmente la realidad de Latinoamérica desde una visión cultural, económica y política. Lo real maravilloso se lanza en busca de la extraordinaria visión histórica sin necesidad de fantasía literaria. Aunque hay ligeras diferencias, esas tendencias literarias coinciden cronológicamente y tienen su cima, aproximadamente, de los años 50 hasta los 70.

Para ubicarlos cronológicamente en la historia: Alfonso Reyes Ochoa nació en Monterrey, Nuevo León, 17 de mayo de 1889, y después de muchos años en el extranjero murió en la Ciudad de México el 27 de diciembre de 1959, conocido como El Regiomontano Universal, fue un poeta, ensayista, narrador, traductor, humanista, diplomático y pensador mexicano. Treinta y nueve años después, en 1928, nace Carlos Fuentes por el trabajo diplomático de su padre en Panamá. Fue Diplomático, intelectual, considerado como uno de los más destacados escritores mexicanos de la actualidad. Perteneció al Boom de la literatura latinoamericana.

Recibió importantes premios por su destacada labor: el Premio Rómulo Gallegos de novela (1977), el Premio Cervantes (1987) y el Príncipe de Asturias (1994). Autor de novelas como La región más transparente (1958), La muerte de Artemio Cruz (1962), Aura (1962), Cambio de piel (1967) o Terra Nostra (1975) entre otras.

El niño Carlos fue un asiduo visitante de la Capilla Alfonsina en donde Reyes vivía, atesoraba libros, amigos literatos famosos y en ciernes. En esa casa de Benjamín Hill 122 de la Condesa, que ahora es museo, estudio, se imparten conferencias, talleres… se encontraron dos vidas que unió la pasión literaria.

Aura de Fuentes ha sido estudiada por diferentes autores, que buscan en otros autores influencias o plagios, para Sakie Smeke además de la “Cena” de Reyes, hay otras fuentes que se proyectan en esta novela breve: “La bruja”, de Jules Michelet, “Misa Negra” de José Juan Tablada; los cuentos chinos sobre alquimia del rejuvenecimiento, “La dama de piques” de Puskin, Grandes Esperanzas de Dickens, entre otras.

En un artículos de Itzel Sosa –Gaceta 22- que tontamente titula ¿Plagio o influencia? Anota que “Es posible que al leer Los papeles de Aspern del escritor estadounidense Henry James nos llevemos la gran sorpresa de que es muy parecida a Aura, y nos asombraría aún más, saber que la novela de James se publicó 74 años antes que la obra de Carlos Fuentes. Inevitablemente, esto nos llevaría a pensar en dos cosas: plagio o influencia. Al final decide que no se trata de un plagio, pues en ambas lecturas existen diferencias, la más evidente es el desenlace, y otra, quizá la de mayor valor, es que en cada texto se enraízan dos culturas contrastantes; mientras que en Los papeles de Aspern uno se imagina Venecia, el ruido de las góndolas navegando por los canales, la escalofriante esfera gótica del palacio y la sociedad, reflejo de la sensibilidad europea y norteamericana del siglo XX, en Aura, está presente la exuberancia propia del territorio latinoamericano, en donde desfilan la brujería y el misticismo.

Hay quienes en sus personajes también encuentran diferentes simbolismos, yo diría “Cada loco con su tema”, no encuentro que sus elucubraciones hayan sido sustentadas por el autor.

En la contraportada de la edición de 2012 definen a “Aura, una de las novelas más embrujantes de la literatura mexicana, una lúcida y a la par alucinada exploración de esa zona del arte donde el horror engendra la hermosura, donde lo verdadero es lo imposible, donde el amor sacrifica la vida y la inmortalidad tiene un precio que algunos están dispuestos a pagar”.

Recomiendo la lectura de las dos grandes y magníficas obras, usted hará su propio viaje a través de los renglones de sus cuartillas y sacará su propia conclusión, sí ya las conoce nadie tendrá que contarle. ¿Qué tal una nueva lectura?

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