Ciudad de México.- En México, el 70.1 % de las mujeres de 15 años en adelante han experimentado por lo menos un tipo de violencia a lo largo de su vida, siendo la violencia psicológica la más común, 51.6 % de mujeres, seguida por la violencia sexual, 49.7 %, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021.
Para erradicar la violencia contra las mujeres es importante y necesario que los hombres se cuestionen, señalen, reflexionen y cambien las actitudes y acciones violentas que ejercen contra ellas.
La violencia contra las mujeres es toda acción violenta, basada en el género, que vulnera la integridad y los derechos de las mujeres, tanto en la vida pública como en la privada. Esta violencia abarca lo físico, sexual, psicológico, económico, patrimonial, feminicida y puede darse en el ámbito familiar, de pareja, escolar, laboral, comunitario, político o digital.
“Se debe de aplicar una actitud crítica y reflexiva a una serie de conductas, ideas, pensamientos y paradigmas, el de la masculinidad puede pensarse como un paradigma. Se empieza un poco este proceso de, si queremos llamarlo, desconstrucción, pero no es un proceso que se acabe, es algo continuo, no es un lugar al que se llegue, es más el estar pensando, reflexionando y cuestionando constantemente.”, comenta Isaac Alí Siles Bárcenas, investigador en el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.
La violencia que las mujeres padecen es cotidiana, desde el acoso hasta el feminicidio, que es la máxima expresión de violencia en su contra. Por ello, Alí Siles plantea algunos llamados a la acción para los hombres, quienes tienen la responsabilidad de poner fin a las violencias contra las mujeres.
Frenar el acoso
“El acoso está basado sobre todo en una concepción muy antigua de que el espacio público es un espacio propio de lo masculino y que lo femenino de alguna manera está de visita en el espacio público, porque el espacio de lo femenino es lo doméstico, esa es la construcción histórica cultural que tenemos. Por supuesto esto ya no es así, porque las mujeres y las personas feminizadas cada vez participan más de labores en el espacio público”, explica el investigador.
Agrega también que el acoso tiene que ver con la manera en que los hombres se relacionan con los cuerpos feminizados de las mujeres, en una lógica dominante. Este tipo de violencia puede manifestarse desde comentarios no deseados sobre el cuerpo o sobre la manera en que las mujeres utilizan el espacio, con miradas insistentes, siguiéndolas en la calle o tocándolas sin su consentimiento.
El llamado a la acción que hace respecto a estas situaciones es que: “lo más importante es no pensar que no es asunto mío, porque es asunto de todas las personas. Hay que buscar la manera de interrumpir el acoso y detenerlo, a veces podemos hacerlo interviniendo o interpelando directamente al agresor. Brindándole apoyo a la persona que está siendo acosada, es otra posibilidad. O directamente podemos involucrar a la autoridad, cada vez está más específicamente legislado este tipo de acciones y son penalizables”.
Por otro lado, también llama a los hombres a cuestionar y reflexionar qué actitudes están teniendo que no están colaborando en crear un ambiente seguro y cómo pueden cambiarlas.
“En términos estadísticos cualquier hombre es un potencial agresor para una mujer, porque todas las formas de violencia que las mujeres sufren, en más de un 99 %, lo sufren a manos de un hombre. Tenemos que mostrar de maneras activas, que estamos en contra de eso. Creo que es importante que los hombres compartan esta idea, que lo vocalicen entre sus grupos y que organicen para posicionarse en contra de eso y hacer cosas en consecuencia”.
Posicionarse ante la violencia digital
Datos de ONU Mujeres indican que el 73 % de las mujeres en el mundo han estado expuestas o han experimentado algún tipo violencia digital, entre las que están el ciberacoso, el envío de mensajes con insinuaciones o fotos de contenido explícito sexual, la descalificación de la credibilidad o imagen de las mujeres a través de la exposición de información privada y el compartir o publicar en grupos de redes sociodigitales fotografías o videos íntimos.
El 90 % de las víctimas de la distribución digital no consensuada de imágenes íntimas son mujeres. En ese sentido, el especialista en estudios de género comenta que: “lo primero que habría que hacer es llamar la atención sobre eso y decir por qué no es correcto: porque vulnera los derechos de las mujeres a su intimidad, porque se ignora su consentimiento y suelen objetivizarlas y degradar su dignidad. Después habría que posicionarse respecto de la situación, decir yo no voy a participar de eso y retirarse de esa interacción.”
Dejar de ser protagonistas en las conversaciones
Se le llama mansplaning a la actitud masculina con la que buscan ser protagonistas en las conversaciones, sobre todo, asumiendo que por el hecho de ser hombres saben más que las mujeres; explicándoles cosas que ellas ya conocen o de las que no pidieron explicación, usando un tono paternalista y condescendiente; reiterando lo que ellas ya han dicho y tratando de tener siempre la última palabra.
“Primero hay que entender que no somos expertos en todo ni tenemos porque ser expertos. En segundo lugar hay que escuchar a todas las personas, con independencia de su género, todas las personas tienen algo que decir, entonces es importante prestar atención y no solo estar esperando nuestro turno de hablar. Y si alguien ya dijo algo, si ya lo explicó bien, no hace falta que yo lo vuelva a explicar, no tengo por qué asumir que las otras personas saben menos que yo”, plantea Alí Siles.
Romper el pacto patriarcal
El pacto patriarcal se refiere al acuerdo implícito que hay entre varones, por la identificación masculina que se da entre ellos, que los hace cómplices para cuidarse entre sí y de esa forma mantener sus privilegios. De acuerdo con el investigador, tiene que ver con la expectativa de que “entre hombres entienden cómo funcionan la cosas con los hombres”, por lo que no denuncian, no señalan y toleran lo que hacen otros hombres: como violentar a las mujeres, hacer cosas sin su consentimiento, hacer chistes machistas, misóginos, etcétera.
A veces, por no quedar mal con el grupo al que pertenecen, los hombres suelen quedarse callados ante las violencias que presencian o de las que tienen conocimiento, eso refuerza el pacto patriarcal.
Para romper con él, el llamado a la acción tiene que ver con “poner por encima de ese pacto las conductas inadecuadas. Abiertamente denunciarlas. Si yo conozco de actos de violencia hablar de ellos, decir cómo pasó y colaborar, no caer un poco como en lo que algunas personas llaman un silencio cómplice. En los contextos de denuncia tampoco descalificar a la víctima, es muy común que se empiecen a cuestionar más sus motivos que los que pudiera haber tenido el agresor”.
Finalmente, plantea que como investigador constantemente platica con varones sobre experiencias propias y lo que observa en cuanto a las violencias que son evidentes, pero también las que no se identifican tan rápido. “En mi caso, creo que la diferencia empezó a darse cuando me hice consciente de esas violencias y entonces puse más atención a mi alrededor, para ver cuando estaba pasando y cuando yo mismo estaba incurriendo o estoy incurriendo en conductas así, en conductas violentas. Es un trabajo constante, no es como que ya lo escuché, lo entendí y estoy curado; no, se tiene que estar reflexionando sobre tu propia actitud, las otras actitudes y cuando alguien te lo señala pues tener la apertura de escuchar, entender y cambiar”.