Por Socorro Valdez Guerrero
Carta de una madre, para quienes cada 10 de Mayo se preguntan ¿Qué le gustaría de regalo?
Lo que se compra, sin mirar el fondo del alma de una madre, jamás la hará feliz.
Al menos a mí ¡No!
Cuando no se ven sus dolores, lo que la atormenta ¡Nunca! Dar un obsequio, será demostrar amor.
Para qué regalo cuando cotidiano es el mal cariño, el olvido.
El reproche de sus fallas como madre, las ofensas, las carencias de respeto.
Sí, como muchas, soy difícil como madre.
Conocerme a fondo, requiere ¡Esfuerzo! Entenderme, mucho ¡Sacrificio!
No soy la madre de fácil
embeleso, aunque sí, de sencillas muestras.
No soy la madre convencional, que se alegra cuando la llevan de compras, porque puedo, ir de compras.
Los regalos son un anhelo de esfuerzo permanente, más allá de un valor económico y de tiempo, momentáneo.
Es ¡Sacrificio! Que llevó esfuerzo.
Sentirme o reconocerme como mamá y ahora como abuela, es mi mayor felicidad, mi mejor ¡Regalo!
No es que no me guste dejarme querer, que no saboree los obsequios, por el contrario, me encanta sentirme amada.
En otras fechas, la llegada de un obsequio, muestra para mí, ese detalle inesperado.
Soy de las que valoran lo que representa ese diario esfuerzo.
Lo sencillo, es comprar y regalar.
Soy de momentos, y muestras cotidianas, de cariño ¡No de fechas!
Por eso, lo mejor que me pueden ofrecer es cuidarse, ser mujeres responsables y prepararse día a día para mejorar.
Quiero ver hijas felices, sin frustración ni odios. Decididas a empujar a sus hijos y formar seres unidos como hermanos, no como primos, sino como verdadera ¡Familia!
Que no enviden lo que una tiene, sino que lo ¡Compartan! Mutuamente.
Deseo verlas crecer y mejorar como mujeres cada vez en condiciones económicas estables.
Con ambiciones de superación, sin pisotear a nadie.
Siempre con el propósito de apoyar, sin dejarse abusar por la vileza de quienes las busque dividir o enfrentarse.
Quiero no me den zozobra, ni me generen miedos de saberlas en riesgo.
Que siempre se ¡Cuiden! Y estén alertas ante el mal.
Que respeten mi vida y sobre todo mi persona y jerarquía como ¡Madre! Aún ante mis múltiples errores.
Quiero paz ¡Nunca! Tragedias.
Una vida de alegrías compartidas.
Que no me generen incertidumbre, y sobre todo, que mi hogar, mi alrededor, sean lugares en los que sienta esa plenitud para terminar la última etapa de mi vida.
¡Qué no soy fácil!, claro que ¡no!
¡Es la madre que les tocó! Con fallas permanente, con desánimos constantes y otras, con temores, y muchas veces, de permanentes cambios de carácter.
Mi regalo es que sepan quien soy, me acepten tal y cual, sin preguntarme qué quiero, porque la mayoría de veces, saben, que sólo busco paz.
Que me ofrezcan lo que son ustedes, y que eviten darme lo que detesto.
Me gusta rodearme de esa reciprocidad de recibir, lo que doy, no como regalo, sino como responsabilidad mutua.
¡Merezco! Un regalo de vida tranquila.
Lo demás, un obsequio que no represente esfuerzo, es un presente más, que me puedo comprar y ¡Regalarme! Cada vez que quiera.
