Ciudad de México.- El consumo y abuso de sustancias adictivas es multifactorial, razón por la cual se deben dejar de lado prejuicios y frases como “lo hace porque quiere”, ya que en realidad los adictos están atrapados en una enfermedad, coincidieron en señalar expertos en el tema.

Al participar en el Conversatorio La sobredosis: ¿consecuencia individual o un problema social?, organizado por la Escuela Nacional de Trabajo Social, José Francisco Octavio Gómez González, especialista en psiquiatría infantil y de adolescencia, y colaborador en las unidades de hospitalización de los Centros de Integración Juvenil, explicó:

Se ha visto que el paciente crónico, es decir, el que hace uso de drogas durante años, no siente el placer que experimentaba al inicio de esta práctica.

Como parte del circuito del placer, se encuentra el hipocampo, una parte del cerebro donde también se ubica la memoria. Si escuchamos cierta canción pueden surgir recuerdos en nosotros, sensaciones que nos hacen revivir determinadas situaciones, detalló.

En sus estudios, la psiquiatra Nora Volkow administró cocaína a pacientes que nunca habían consumido y observó en las imágenes cerebrales que presentaban actividad relacionada con el placer; no obstante, quienes tienen años de hacerlo, ya no la registran.

Durante la guerra de Vietnam, relató el experto, los soldados se inyectaban heroína. De regreso a sus barrios, varios dejaron de drogarse porque convivían son su familia y amigos.

Una de las situaciones que lleva a la sobredosis es que ya no encuentran el mismo efecto: la cocaína puede provocar infarto o isquemia cerebrales; y la heroína o algún tipo de opiáceos, la muerte en solo unos minutos, alertó.

Gómez González aclaró que no todos se “enganchan”; 50 por ciento de quienes sí lo hacen tienen familiares que consumen alguna. “De cada 10, uno puede engancharse”.

Se observa que el uso y situaciones de abuso se pueden enlazar con otros aspectos; de ahí la importancia de verlo de manera multifactorial, precisó.

Mitsi Nieto Durán, psicóloga, maestra en desarrollo educativo y doctora en ciencias sociales, quien se ha desempeñado como académica en diversas universidades, recalcó que las razones para iniciar y permanecer en el consumo pueden ser distintas. Asistimos, sin duda, a un tiempo de excesos en varios sentidos.

Actualmente, mencionó, se vinculan con la tecnología, entretenimiento rápido y fácil, sobreexposición de la vida privada, artefactos que dan “sentido” a la existencia y que es necesario remplazar con frecuencia; la última moda, lo nuevo sin fin. El consumo se puede volver problemático, adictivo.

La sociedad, sostuvo, tiende a generar “chivos expiatorios” y el adicto es un ejemplo; “parece que él elige autodestruirse”. Pero no: “una cosa es la que quisiera y otra la que puede”.

Un sujeto que usa una sustancia como cocaína tiene una historia de otras adicciones, fracaso escolar, desintegración en sus ámbitos sociales, etcétera; por eso hay que pensar en una atención que no sea la satanización, sino la escucha y mirada al sujeto que no es “el adicto” o “el mariguano”, sino José, Pedro o el nombre que lleve cada persona. “Ese es el reto para nuestras disciplinas”.

¿La sobredosis es resultado del sujeto con sus consecuencias individuales? ¿O es la sociedad quien lo enferma ofertándole objetos y consumos infinitos? Posiblemente ambas. Ahora, hay que avanzar en el camino de la salud mental, y primero dejar de satanizar ciertas adicciones y hablar del modo en que podemos escucharnos, conocernos, cuidarnos de lo que nos produce adicción. “Hay que reconocer a nuestro monstruo, abrazarnos a nosotros mismos y decir no”, argumentó la experta.

Alejarse de su realidad

La responsable del área médica del Instituto de Educación Media Superior “Carmen Serdán”, Martha Patricia Heredia Ávila, expuso que la sociedad expía sus culpas señalando, haciendo ver a las personas que consumen como lacra, lo malo de la sociedad. Pero eso es como estigmatizar a los enfermos de hipertensión o diabetes.

Recordó que en todas las culturas ha habido mitos y ritos; las sociedades son religiosas. En las culturas maya y náhuatl había chamanes y sacerdotes que utilizaban sustancias psicoactivas y tenían una función: tener contacto con la divinidad y predecir lo que iba a ocurrir. Para cumplir con sus funciones necesitaban un estado mental alterado: empleaban cannabis, nicotina, mezcalina del peyote, psilocibina de los hongos, etcétera. La huichol aún tiene chamanes.

Con frecuencia, quien consume quiere irse de su realidad y pasar a otro mundo para dejar de tener dolor, tristeza, miedo, odio, frustración o resentimiento, dijo.

Es una práctica multifactorial y la sobredosis un problema social. Hay que atender a cada persona y voltear a ver a la sociedad, tomar en cuenta lo individual, pero también lo colectivo, aseveró.

Rosalía Gabriela Vázquez del Mercado Jiménez, responsable jurisdiccional del Programa de salud mental y adicciones en la alcaldía Miguel Hidalgo, puntualizó: aunque nacemos sin información de la realidad o de la sociedad, tenemos una genética heredada de nuestros padres.

Hay un gen, el ALDH2, que tienen algunas personas y al nacer están predispuestas al consumo abusivo de ciertas sustancias, de las cuales, las más fáciles de conseguir y socialmente aceptadas son tabaco y alcohol.

“No las ven como droga; socialmente no lo son, pero en realidad sí afectan el sistema nervioso central y producen una sensación de placer, que engancha a los jóvenes y adolescentes”, concluyó.

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