Ciudad de México.- Así como de las profundidades de la tierra una empresa extrae carbón que después venderá, la tecnología de captura de carbono directamente del aire posibilita extraer de la atmósfera ese recurso que puede convertirse en mercancía. Pero ante esta forma de “minería aérea” hay que preguntarse cuáles son los posibles impactos de la interferencia humana sobre ese espacio del planeta que había estado relativamente al margen de la lógica mercantil, afirmó el experto, Ricardo Vega Ruiz.

Al presentar algunos resultados de su investigación doctoral titulada “La mercantilización de la atmósfera. Cambio climático, mercados de carbono y producción de compensaciones”, dirigida por Raúl Ornelas Bernal, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc). Donde el candidato a doctor en Estudios del Desarrollo cuestionó las consecuencias que tendrá esta nueva interferencia humana en el orbe.

Vega Ruíz mencionó que las sociedades capitalistas han logrado producir mercancías en distintos espacios del planeta. Por ejemplo, los mares (hidrósfera) son utilizados por empresas para conseguir los más diversos recursos, mientras que de las profundidades de la tierra (litósfera) las compañías petroleras extraen combustibles fósiles, y utilizando los bosques (biósfera) las madereras obtienen ganancias.

Comento que hasta finales del siglo XX, uno de los sistemas terrestres, la atmósfera, permanecía relativamente al margen de esta lógica. “Sin embargo, lo que resultaba impensable, producir mercancías literalmente del aire, se ha convertido en una realidad con los llamados mercados de emisiones atmosféricas contaminantes”, los cuales nacieron en el último cuarto del siglo XX en Estados Unidos (EU), luego de que las empresas contaminantes incumplieran sistemáticamente la regulación ambiental que en ese entonces se encontraba tutelada exclusivamente por el Estado.

El desacato de los contaminadores que acusaban a la política ambiental del Estado como una “prohibición al crecimiento” económico, convergió con el arribo a la Agencia de Protección Ambiental de un grupo de economistas que postulaba un nuevo enfoque para regular los problemas de contaminación mediante instrumentos mercantiles. La consolidación de esta perspectiva se dio con el problema de las lluvias ácidas causadas por dióxido de azufre (SO2), relató Vega Ruiz.

El especialista recordó que el gobierno estadunidense creó, en 1995, el primer mercado de emisiones atmosféricas contaminantes en la historia moderna, el llamado Programa de Lluvia Ácida. Consistió en la entrega de una cantidad de permisos de emisión de SO2 a cada empresa, con ellos se les obliga a no rebasar las emisiones que se les habían asignado, “a menos de que acudieran al mercado a comprar permisos adicionales a otra compañía, que sí había logrado ahorrarlos”.

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