Barcelona, España.- La tradición de regalar un libro y una rosa llegó a diferentes partes el mundo. En Barcelona, para conmemorar el Día de Sant Jordi, cubrieron con rosas rojas la fachada de uno de los edificios más emblemáticos de Barcelona.

La fachada de la Casa Batlló, ubicada en el número 43 de Paseo de Gràcia y que fue diseñada por Antoni Gaudí, este 23 de abril fue decorada con más de 1300 rosas para conmemorar la leyenda de Sant Jordi.

En este increíble edificio se aprecia la arquitectura que Antoni Gaudí constryó a partir de la leyenda de Sant Jordi. En el tejado se aprecia al dragón que cobra vida con las tejas cerámicas en forma de escamas. La cruz de cuatro brazos evoca a la lanza vencedora que el caballero empuñó. El balcón de la princesa con forma de flor, las víctimas del dragón, en los balcones con apariencia de calaveras y los arcos centenarios que representan la caja torácica del animal conforman la Casa Batlló en Barcelona, España.

La leyenda de Sant Jordi.
Hace mucho tiempo, existió un dragón que solía aterrorizar a los vecinos que vivían en un pequeño pueblo de Montblanc. Los habitantes del lugar estaban desesperados, no sabían qué hacer para mantener alejado al dragón y evitar que entrara al pueblo devorando lo que encontraba a su paso. Así que, a falta de una solución mejor, los vecinos decidieron ofrecerle dos ovejas a diario para apaciguar su hambre voraz y evitar que los atacara.

Cuando las ovejas se terminaron, comenzaron a ofrecerle los otros animales: las vacas, los bueyes, las aves y hasta los pequeños polluelos. Ya quedaban muy pocas reservas, así que el rey convocó una reunión para zanjar sobre el destino del pueblo.
Decidieron que harían un sorteo con todos los vecinos, incluida la familia real, y que cada día le darían al dragón la persona que saliera en el sorteo para que se la comiese y dejara en paz al resto.

Desafortunadamente, un día le tocó el turno a la hija del rey. El soberano no sabía qué hacer pues no quería entregar a su hija al dragón y, entre lágrimas, le pidió al pueblo:
– Por favor, perdonad a mi hija y, a cambio, os daré todo mi oro y la mitad de mi reino.
Pero el pueblo se negó. Alegaron que era su turno y que cada persona debía cumplir con su palabra y sacrificarse.

El rey no pudo hacer nada y, desconsolado, se despidió de la princesa antes de permitir que esta marchase hacia su cruel destino. Sin embargo, algo sorprendente sucedió. Cuando el dragón se disponía a comerse de un bocado a la princesa, apareció un caballero con una lanza y un escudo dorado cabalgando sobre un bello corcel blanco.

Se trataba de Sant Jordi, un noble caballero que pasaba por los alrededores y que, guiado por la algarabía, llegó hasta las inmediaciones del pueblo. Rápidamente comprendió lo que estaba sucediendo y se dispuso a salvar a la princesa de las garras de aquella enorme bestia.

Sin pensarlo dos veces, Sant Jordi alzó su larga lanza y, con un solo golpe, la clavó en el centro del pecho del dragón, hiriéndolo de muerte. Inmediatamente comenzó a brotar la sangre del corazón del dragón y para sorpresa de todos, en ese lugar surgió una rosa El caballero Sant Jordi tomó la rosa y se la regaló a la princesa

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