Latitud Megalópolis | Verónica Noyola Rodríguez

Esta era una pequeña familia, tan pequeña que solo eran dos. La madre y la pequeña hija. Ellas eran inseparables, a cualquier lugar iban juntas. La hija era una tierna niña, sumamente inteligente, avispada y aguda. La madre y llena de amor por su pequeña.

Vivían un gran momento en sus vidas, todo parecía ir de maravilla. Siempre juntas, nutriéndose mutuamente, la madre dándole cuidados a la pequeña y la pequeña dando amor a su mamá. Uno de esos días que parecía ser como cualquiera decidió la madre ir a un viaje juntas.

Y emprendieron ese lindo viaje. Llegaron a un lugar hermoso, y se disfrutaban tanto entre ellas, tenían una gran conexión, veían los alrededores, llegaron a una habitación con una cama deliciosa, los alimentos bien cuidados y preparados a detalle.

Todo era grandioso y era tan fácil sentirse bien. Al llegar la noche asistieron a la ceremonia de honor, donde todos los asistentes se reunieron con la naturaleza, danzando descalzos y disfrutando del jardín. Minutos después los llamaron adentro, comenzaron la ceremonia. La música era preciosa, el lugar de ensueño; una linda cabaña con detalle rústico con todo en madera.

Entonces con esa bella música y un ambiente bien llevado, el líder del evento comenzó a llevarlos a un estado de meditación donde hacer conciencia de lo que habían vivido y que podían agradecer de todo en su vida y vaya que sencillo era, pareciera una linda ceremonia donde rendir honor a la vida y a todo el gozo de la existencia, cuando de pronto alguien comenzó a gritar !Fuego fuego! En un segundo todos corrieron y el caos se hizo presente, en el tumulto la madre e hija se separaron la pequeña niña se escondía debajo de una mesa y la madre desesperada la buscaba gritando su nombre sin poder encontrarla, cada vez se sentía mas calor y mas desesperación de la gente corriendo por todos lados .

Empezaron a crujir las paredes de la cabaña, todos buscaban salir por donde podían pero la madre desesperada solo podía pensar en encontrar a su pequeña hija sintiendo el temor de no encontrarla y el temor que ella sentiría por no estar juntas.

Ya casi no había nadie en el lugar ya envuelto en llamas y después de caer un trozo del techo que hizo lanzarse la madre al suelo asustada por el estruendo volteó su mirada a un lado y vió a su hija bajo la mesa.

Se arrastró hacia ella y extendió su mano para poder sacarla y huir del lugar, se vieron con sobresalto y se arrastró rápidamente la pequeña a los brazos de mamá , la cargó y la pequeña decía que tenia miedo que no quería pasar por el fuego, que se quemaría.

La madre le pidió que se calmara, que la mirara a los ojos y con amor le dijo, yo siempre estaré contigo, yo te doy fuerza a través de mi amor y siempre te voy a proteger, confía en mi ¿Puedes confiar en que voy a protegerte? La pequeña asustada mira a su madre, la sujetó con brazos y piernas acurrucó su cabeza en el pecho y sintió la madre como si la pequeña quisiera meterse en su corazón para hacerse mas liviana y fácil de cargar, se hicieron una sola en ese amor y confianza que se tenían y entonces la madre vio una salida y se percató que la única manera de cruzar era pisando las brasas pero por ese camino no correría peligro la pequeña y saldrían lo mas rápido posible.

Así que tomó la decisión. Se acercó al camino que las llevaría fuera del lugar y con voz firme y llena de poder le dijo a su hija: recuerda yo siempre te protegeré, siempre estaré contigo, eres fuerte y ahora seremos fuertes y valientes las dos, confía en mi.

Entonces apretó mas fuerte a la pequeña y ella abrazó mas fuerte a su madre y comenzó a caminar por las brasas ardiendo, pensó que seria un camino eterno, lo veía tan largo y lleno de fuego pero solo sentía el deseo de estar del otro lado con su pequeña hija y llevarla a salvo fuera de ese lugar.

Dió paso a paso con confianza en ella misma, convencida que lo lograría y con la firme idea de llegar al otro lado, sintiendo solo amor por su hija y llenándose de él por todo el cuerpo, sintiendo como su corazón latía rápidamente hasta que llegó por fin al otro lado y sintió el frÍo de la tierra seca refrescando sus pies.

Se llenaron sus ojos de lagrimas y miró a la pequeña con su carita llena de alegría de ver cómo mamá la había rescatado del fuego, sintiendo la confianza de que había cumplido su promesa y que seguirían estando juntas y nutriéndose con amor.

Todos los días nos encontramos en circunstancias adversas, unas más que otras y nos llegamos a abandonar entre los escombros, derrotados y sin fe quedándonos vacíos y sin confianza en nosotros mismos. Toma a ese pequeño que está en tu interior y nunca lo vuelvas a soltar, no importa lo que tengas que atravesar.

Ese pequeñ@ confía en ti y solo tú puedes nutrirlo. Sácalo de los escombros donde lo dejaste y tráelo contigo a tu vida para que se sigan nutriendo de amor .

Sólo tú puedes rescatarte.

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