Latitud Megalópolis | Salvador Hernández Velez

En el libro de Gabriel Zaid “Los Demasiados Libros”, este autor nos deja un conjunto de reflexiones sobre la historia de los libros, el número de publicaciones, el paso de la conversación a la lectura en la historia de la humanidad, sobre los lectores y el impacto sobre los libros en la era digital, las librerías, las bibliotecas y las editoriales, la época en que no había imprenta y sobre la maravillosa biblioteca de Alejandría.

A lo largo de su texto nos va mostrando que mientras los libros se multiplican en proporción geométrica los lectores avanzan en proporción aritmética.

En consecuencia, de no frenarse la pasión de publicar, vamos hacia un mundo con más autores que lectores.

Seis siglos antes, cuando empezó la imprenta a mediados del siglo 15, se publicaban, digamos, cien libros al año con tirajes de cientos de ejemplares.

Es decir, en el supuesto caso de que hubiera la posibilidad de que cualquier ser humano pudiera cobrar por dedicarse a leer libros, una persona leería unos cuatro libros por semana, 200 al año, 10 mil en medio siglo. Sería nada frente a los millones de libros publicados en estos seis siglos.

Sin duda la humanidad escribe más de lo que puede leer.

El saber, acumulado en la cultura impresa rebasa infinitamente los conocimientos de Sócrates. Hoy, en una encuesta de lectura, Sócrates quedaría en los niveles bajos.

Su baja escolaridad, su falta de títulos académicos, de idiomas, de currículo, de obra publicada, no le permitirían concursar para un puesto importante en la burocracia cultural.

Lo cual confirmaría su crítica de la letra: las credenciales del saber han llegado a pesar más que el saber.

¿Frente a esta realidad, cuál es la función del maestro? Zaid nos dice que no es la reproducción socrática del partero espiritual que va sacando al mundo la inteligencia de su interlocutor, sino la reproducción fonográfica de la aguja que va recorriendo la escritura.

Que hoy el exceso de población, el exceso de escolaridad, el excesivo costo de la atención personal, hacen imposible tener un Sócrates en cada salón de clase, y se cuestiona: ¿hasta qué punto el aula no es una máquina obsoleta frente a muchas otras formas de enseñanza y animación, como la biblioteca?

Millones de graduados universitarios, con un nivel de ingresos superior al promedio de la población, no son grandes lectores.

El problema del libro no está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir. Lo cual implica que nunca le han dado el golpe a la lectura: que nunca han llegado a saber lo que es leer.

Las personas no leen libros por que nunca aprendieron a leerlos, porque nunca “le dieron el golpe”, porque nunca le encontraron el gusto, por lo cual nunca les gustará.

Y, además, para tener éxito profesional y ser aceptado socialmente y ganar bien no es necesario leer libros.

La ventaja de leer un libro, es que puede ser leído al paso que requiere el lector, el texto o la lectura, según el humor, propósito, interés o dificultad.

Se trata de una libertad decisiva. Un libro puede ser explorado a miles de palabras por minuto, con procedimientos de lectura rápida, o puede ser morosamente contemplado en una de esas líneas que se vuelven una revelación.

Un libro puede leerse casi en cualquier lugar y posición: de pie, sentado, acostado. Y los libros no requieren cita, porque se someten a la agenda del lector: puede estar disponible donde quiera y cuando quiera.

¿Cuántos libros caben en la casa de un lector? Muchísimos menos de los que hay en el mercado.

Un lector por gusto, que lee atentamente, puede volverse amigo de un millar de libros a lo largo de su vida, y nada más. Ese millar varía de unos lectores a otros, con lecturas comunes. Cada lector va encontrando su millar.

Mientras que Denis Diderot tardó quince años (1751-1766) en publicar los 28 volúmenes de la primera edición de la Encyclopaedia Britannica; la sorpresa del siglo 21 ha sido Wikipedia, un proyecto cooperativo de voluntarios que trabajan gratis y hasta ponen dinero.

Es la enciclopedia gratuita que todos pueden editar. La escriben espontáneos que todos los días proponen nuevos artículos o cambios a los publicados.

jshv0851@gmail.com

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