Por Angélica Rangel

Los corazones latían, las manos sudaban, las gargantas se raspaban, pero al final solo uno salió campeón.

El Coloso de Santa Úrsula se preparaba para disputar una final más de la Liga MX. Los participantes de este evento habían venido de menos para llegar al tan ansiado episodio final.

Monterrey venía con ventaja de 2 goles tras el partido de ida en su casa, sin embargo, las cosas serían distintas al entrar en el Estadio Azteca. Las Águilas tenían un solo objetivo: remontar el marcador y alzarse con el trofeo número 14 en su historia.

Cesar Arturo Ramos da el silbatazo inicial y las ilusiones de miles de americanistas y rayados se encienden de manera estrepitosa. Las plegarias son susurros latentes, las porras se vuelven rosarios para cada aficionado, América iniciaba la hazaña de remontar el marcador, atacaba y no dejaba de atacar. Al minuto dos ya iniciaba la agonía, cuando un gol del América era marcado como mano, el gol fue anulado. Eso no detuvo al América ya que cerca del minuto 6, Federico Viñas ponía el marcador global igualado, la euforia era incontenible.

Monterrey no se iba a quedar cruzado de brazos ya que al minuto 20, Ochoa salvó el gol de los Rayados. El tiempo transcurría y el América se ponía arriba del marcador. Sin embargo, una jugada con falta que había derivado en este resultado había sido percibida por el VAR. Las cosas seguían igual. Las mentadas de madre eran magistrales por parte de los locales, hay que ser sinceros. Los minutos se hacían cada vez eternos hasta que al 40’, “Richard” Sánchez nos daba la bocada de aire que necesitábamos. Las Águilas seguían atacando, aunque cada vez era menos en el complemento. Monterrey comenzaba a tener su segundo aire y atacaba con todo lo que tuviera al local.

Un error de Jorge Sánchez dio la oportunidad para que Monterrey llevara esto a los tiempos extras. Aquí el dicho “caballo que alcanza, gana” comenzaba a hacerse presente. El tiempo complementario ya había terminado, ahora iniciaría otra media hora de agonía para un solo equipo: América.

Cada minuto se veía mejor estructurado Monterrey, América se veía agotado emocionalmente. Las fuerzas que logró sacar la escuadra regia eran admirables. Los minutos pasaban y los penales estaban cada vez más cerca. APESTABA a penales. Y así sucedió.

La “portería del milagro”, de aquel 26 de mayo de 2013 donde el América quedaría campeón ante Cruz Azul, estaba a las espaldas de los jugadores azulcremas. ¿Presagio funesto? Tal vez.

El primero en cobrar fue Monterrey con Vincent Janssen doblando las piernas y seguridad del América. Nico Castillo fue el encargado de marcar para el América: UN ERROR FATAL. Marcelo Barovero la detuvo sin dificultad. Era el turno de Medina, Ochoa logró adivinar el disparo y se lanzó sobre él. Emanuel Aguilera marcó en favor del América y la esperanza era demasiada de alargarlo un poco más. Llegó Funes Mori y venció al cancerbero azulcrema. Llegaría el turno del mejor jugador del América en el partido: Guido Rodríguez. Toda la afición azulcrema se preparaba para ver cobrar el penal al argentino, cuando lo hizo el estadio enmudeció ya que el jugador voló el esférico. Las esperanzas azulcremas eran igual a 0. Nico Sánchez no falló. Tampoco lo hizo Gio dos Santos.  El penal que definiría si el América seguía con vida iba a ser cobrado por Leonel Vangioni, quién no dudó en matar.

Así fue como Monterrey se coronaba Campeón del Futbol Mexicano en el Apertura 2019. Antonio Mohamed, técnico Rayado, lloraba inconsolable en la banca. Todo esto porque por fin logró cumplirle la promesa a su pequeño hijo Farid, quien falleció en Alemania en el 2006, en un accidente automovilístico. Con un rosario en la mano, su cuerpo técnico se acercaba a él para abrazarlo. Su promesa fue cumplida.

Felicidades Monterrey, felicidades por hacer las cosas bien y con calma, por no dejarse caer tan pronto y, desde una perspectiva americanista, por hacernos ver las deficiencias de mi equipo. ¡Enhorabuena Rayados!

Solo no dejen que los demás equipos de la Liga MX se cuelguen de su triunfo, ya que es SOLO DE USTEDES, NO DE LOS ARRIMADOS.

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