Por: José Manuel López Colín

Era la noche del 7 de noviembre de 1952, el embudo de Perú 77, la arena Coliseo de la Ciudad de México lucía repleta según los cronistas de la época, las 6 mil 800 localidades estaban abarrotadas y afuera de la arena, 5 mil almas pugnaban a gritos por una entrada para presenciar de primera mano uno de los combates que marcaron la historia de la lucha libre en México.

Santo, el enmascarado de plata había lanzado el reto semanas atrás, Black Shadow, impetuoso en el encordado aceptó el reto con valentía y se enfrentaban en el rombo de batalla de 6 metros por lado. Esa noche se conocería el rostro de uno de los dos enmascarados.

Después de una dura batalla, el Santo levantó las manos y se quedó con la máscara negra de Black Shadow que dijo llamarse -Alejandro Cruz-. Fiel a su costumbre, la gente levantó en hombros al enmascarado de plata y lo condujo a los vestidores mientras la multitud celebraba enloquecida la victoria de uno de los máximos ídolos del pancracio nacional, conocido por generaciones y naciones, cuyo legado trascendió a los encordados y fue a dar a la gran pantalla.

67 años después, la afición de los encordados ha visto desfilar a muchas figuras que se juegan la vida en el cuadrilátero; atletas nacionales y extranjeros que buscan grabar sus nombres en la lona de las arenas mexicanas. Algunos derrochan talento, agilidad, velocidad, resistencia, pero no logran que sus nombres sean recordados fuera de las arenas o la multitud los levante en hombros. ¿Por qué? ¿Acaso la lucha libre con sus casi 100 años de existencia se quedó sin ídolos? ¿Qué deben hacer los talentosos luchadores para destacar?

La lucha es hecha por los aficionados, las empresas y los luchadores. Como en todos los deportes, los aficionados son lo más importante. Para la lucha libre mexicana, hay dos tipos de afición: los tradicionales, que han visto desfilar por el cuadrado de batalla grandes luchadores que se entregaban en cada combate y que se forjaron un nombre a costa de vencer a otros grandes luchadores; son aficionados acostumbrados a ver llaves y contra llaves, espectaculares batallas en la que los dos gladiadores se daban la mano antes de que uno llevara a la rendición o al toque de espaldas al otro. Acostumbrados a ver los combates finalizados con la cavernaria, la casita, la de a caballo o la atlántida, grandes firmas de grandes leyendas en los encordados.

Los otros aficionados son los nuevos, que ven a los luchadores “fuertes” de las marcas de lucha libre, luchadores que tienen un estilo menos técnico, un estilo más golpeado, más fuerte, que gusta a los nuevos aficionados, porque venden más, están en las playeras, su imagen está en los escaparates y en paradas de autobuses y aparecen en programas de televisión. No es malo, pero estos nuevos luchadores que aparecen encabezando las carteleras de las funciones son más mediáticos y menos técnicos. El choque con el aficionado -antiguo- a la lucha libre es que no termina de gustar que los nuevos ídolos sean impuestos.

La lucha libre en México es un deporte de tradición, hay generaciones de luchadores desfilando, nombres que representan a familias y a escuelas. Los villanos, los brazos, los laguneros, los atlantis, la escuela de Fray Tormenta son algunos de los nombres que han desfilado por las arenas a lo largo de los años.

Apuesto que cualquiera que escuche alguno de los siguientes nombres reconocerá alguno, porque su fama trasciende las puertas de las arenas, cosa que los nuevos no han logrado: El Santo, Cavernario Galindo, Blue Demon, Huracán Ramírez, Rayo de Jalisco, Black Shadow, La Parka o Místico (ahora llamado Caristico) son figuras que ganaron su nombre en el ring, perdiendo y ganando a sus rivales, algunos metiéndose con la gente, otros defendiéndola, unos respetando las reglas, otros rompiéndolas.

Para la afición -antigua- los nuevos luchadores no se han ganado un nombre, suben como espuma a encabezar las carteleras. En la actualidad, el CMLL recae en los hombros del toro blanco, Rush y la Triple A está cobijando a Psyco Clown, que viene de la familia de los brazos, pero que no parece tener un estilo definido en los cuadriláteros. Claro, ambas empresas tienen a sus leyendas, Caristico, Atlantis, Negro Casas en el Consejo y L. A Park o el Hijo del Fantasma en Triple A, pero no han aprovechado a luchadores jóvenes que tienen talento; Volador Jr, Aerostar, Superfly, Laredo Kid, la máscara y otros nombres más han pasado por los encordados sin ser dignos para las empresas o afición.

Otro factor importante en la afición es que no se ha adaptado a los cambios que ha tenido el deporte en el mundo, se dice que todo luchador debe pisar la Arena México, y se demerita a la tradición japonesa o estadounidense, que tienen estilos diferentes, pero siguen siendo parte del mundo de la lucha libre. Como aficionados no permitimos que los nuevos estilos se desarrollen.

Los nuevos talentos han decidido salir de las dos grandes empresas y forjarse un camino en el circuito independiente de la lucha libre, así, sus nombres han sonado entre los aficionados y han logrado sobresalir, en el caso reciente de luchadores mexicanos, encontramos a los lucha brothers: Rey Fénix y Pentagón Jr, conocido como Penta Zero M, luchadores que gozan del agrado del aficionado y que son capaces de mantener combates técnicos a ras de lona o aguantar intercambio de golpes. Bandido, flamita o pagano son otros nombres que saltan a la vista.

México tiene grandes exponentes de lucha libre en otras empresas, Rush suena para Ring Of Honor, La Sombra (actualmente Andrade) está acompañando a Rey Mysterio en WWE y suena a que Alberto del Rio podría volver a esa empresa.

Estos nombres, arriba mencionados pueden ser capaces de ser el nuevo ídolo mexicano, o el nuevo exponente mundial emanado de cuadriláteros nacionales. Amados y odiados, como aficionados es necesario apoyar y como empresas se deben potenciar las habilidades de los enmascarados o greñudos que se juegna la vida en las arenas.

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