Por Zuleyka Franco

El Parentesco, es el vínculo que une a una persona con su familia y por consiguiente es el existente entre miembros de una misma familia. El vínculo es determinante en muchos aspectos de la vida, desde que nacemos, hasta que morimos; el vínculo a la hora de transmitir, de liquidar bienes con hacienda, de heredar, cobrar prestaciones sociales, beneficios fiscales, etc.

El parentesco de una persona respecto de otra se determina por el número de generaciones que las separan, cada generación es un grado y la generación de grados forma lo que se conoce como línea sucesoria. La consanguinidad está determinada por la vinculación sanguínea.

La afinidad, se determina por la vinculación matrimonial. Ya en aquellas voces legendarias del Antiguo y Nuevo Testamento, figuran rivalidades entre hermanos, linajes complejos, hijos descastados, padres vengativos, elegidos sacrificados, de deudas y reclamos.
Suceder a alguien no es gratuito, implica seguir una línea, usar otro ropaje, hacerse cargo, heredar, adquirir los derechos de otro.

Como hemos visto anteriormente, ese “don” puede venir cargado de situaciones impensadas, como el Caballo de Troya (fue un artilugio con forma de enorme caballo de madera que se menciona en la historia de la guerra de Troya). El derecho sucesorio, establece un conjunto de normas de orden que regula las transmisiones patrimoniales de derechos y obligaciones jurídicas transmisibles de una persona fallecida a favor de otra que vive, sea por disposición legal o por voluntad del difunto.

Sin embargo, ¿es siempre así? ¿cuánto recibimos y cuánto damos? ¿las partes iguales expresan justicia en el reparto?

Líneas de Parentesco

Existen tres líneas de parentesco:

  • Consanguinidad

Vínculos que existen entre los descendientes y ascendientes de un progenitor común (bisabuelos, abuelos, padres, hijos, nietos, bisnietos, etc.).

  • Afinidad

Vínculos que se forman a través del matrimonio, que cada conyugue contrae con los parientes consanguíneos del otro (suegros, yernos y nueras, cuñados, etc).

  • Adopción

Vínculo entre el adoptado y los padres adoptivos y sus parientes consanguíneos.

En la Grafología, son los rasgos gráficos que heredan de una generación a otra y que determinan ya sea en su temperamento (heredado), en su carácter (aprendido) o en las afinidades (gustos, orientación vocacional, etc.), entre generaciones.

Búsqueda del Diseño de la Firma

Fase Consciente
Cronológicamente hablando, estamos más o menos entre 7 y 10 años de edad, en la época en que vamos tomando conciencia de nuestra propia individualidad y se hace preciso diferenciarnos de las otras personas.

Aproximadamente a los 10 años, el niño comienza a crear su propia identidad psicológica y tratará de ser diferente de todas las otras personas; sin embargo, papá y mamá, seguirán siendo sus ejemplos irresistibles de imitar y ellos estarán siempre cerca de nosotros observándonos sin que los veamos.

No nos extrañe pues, que los diseños de su primeras firmas, rúbricas incluidas, se inspiren (copien) de los padres. Esta razón es también por la cual, los hijos son quienes pueden reproducir con más facilidad las firmas de sus progenitores. No está demás hacer la indicación que la filiación gráfica no sólo se da en la firma, sino también en la escritura.

Firmará el próximo Borbón como sus antepasados? La grafología de las rúbricas de su abuelo, bisabuelo y tatarabuelo así lo asegura.

Don Juan Carlos, desde muy niño, imita al firmar el grafismo de su padre, el Conde de Barcelona, e incluso, el de su abuelo Alfonso XIII.  En este mosaico de autógrafos podrá apreciarse con claridad.

En el recuadro, con los números 1 y 2, vemos las firmas de su abuelo y de su padre.  Hay un rasgo común en ambas: la inicial mayúscula del nombre propio, que es trazada con fuerza y con un rasgo prolongado horizontal que sirve de rúbrica, como subrayado de los autógrafos.

A continuación, se reproduce una serie de firmas de Don Juan Carlos, desde niño hasta ahora. A excepción de la primera (3) trazado a los ocho años y muy imprecisa aún, puede verse que en las siguientes (4,5 y 6), realizadas a los nueve y diez años, el pequeño autor de los grafismos “calca” la “J” mayúscula de la firma de su padre y hace que la letra inicial le sirva de rúbrica.  Como en la firma de su abuelo, además.             

En los otros autógrafos hay variantes, pero el rasgo ya señalado permanece.  Es en realidad, un gesto gráfico heredado.  La 7 es una firma de juventud, en la que el autor agrega la línea “Príncipe de Asturias”.  En la siguiente, (8) era ya Príncipe de España, aunque no usase el título al rubricar.  En el autógrafo 9 ya es Rey de España.  Al grafismo habitual añade “I” (de “primero”), y la inicial mayúscula “R” (de “Rey”).  En la última (10), vemos que tan sólo se diferencia en que la I y la R son perfiladas totalmente unidad, sin levantar la pluma.

Estos gestos autógrafos tan iguales, tan recios, tan compactos, puede apreciarse que el rasgo vertical último, la “S” de “Carlos”, tiene gran fuerza y entintamiento, traspasando totalmente el subrayado horizontal en la rúbrica.  Si nos fijamos en la firma del padre (2), se observa que dicho trazo coincide también totalmente, con el que realizará el Conde de Barcelona, su padre, en sus autógrafos.

Finalmente, una pintoresca coincidencia: en la primera firma que ofrecemos de Don Juan Carlos, hecha a los ocho años (3), tras el “Juanito” de la grafía, tras la última letra, hay un punto que revela cierta desconfianza o cautela.   Y en las últimas firmas del Rey (9 y 10) hay también un punto bajo la letra “R” que revela, asimismo, desconfianza y cautela.  Un signo claro que apareció en plena infancia, cuando su escritura era lenta, imprecisa o torpe, y que vuelve a surgir al cabo de muchísimos años…

Una vez grabada la firma en la memoria motriz, aparece implícita la decisión de sólo utilizar ese modelo y se desechan todos los demás que se estuvieron probando.

Sin recibir consejo alguno, todos nosotros hemos tomado la decisión de utilizar un solo modelo de firma, porque tener varios ocasiona confusión en vez de identificación.  A esta decisión personal y común en todas las personas que firman, nosotros llamamos: decisión de inmutabilidad de la firma, que vendría a ser la última fase en la formación de las signaturas.

 Muchas personas no tienen la más mínima idea del por qué usan un solo modelo de firma, a pesar de que no existe un dispositivo legal que así lo imponga.  En realidad la ley existe pero no es legal sino psíquica y nosotros la hemos denominado: ley de la inmutabilidad de la firma, confirmando una vez más que el inconsciente está presente en nuestras acciones mucho más de lo que hubiéramos imaginado.

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