Por Socorro Valdez Guerrero
Salí de mi recámara y oí un movimiento raro. ¡Me espanté! Me detuve, porque pensé, ¿entró alguien? Era de noche y me asomé con discreción. Confieso, los ruidos raros y nocturnos me dan miedo, preferí ignorar, aunque era mucha la insistencia. Mejor me encerré, y permanecí alerta. El temor y el cansancio me hizo dormir. Ya por la mañana, dije, ¿qué habrá sido?.. No sé, tal vez era afuera y me confundí. A ¡Otra cosa!..O, ¿sería una ¡Rata!? Y de nuevo, otra vez el ruido, parecía un aleteo, uf, ¡Un ratón viejo! Oh, no, una mariposa, cuya historia es de una fea leyenda igual que ella. Sí, yo creo es una mariposilla nocturna, esa que se le asocia a la mala suerte, incluso a la muerte. Mi ceño fruncido y mi irracional carácter salió a flor de piel -casi no se me da-. ¡Voy a matarla! Sin miramientos y aunque se condenen mis ancestros. Ni a las ratas ni al ratón viejo les temo, así que me dí a la tarea de cazarla y darle fin a su existencia, claro, con la conciencia que los defensores de animales me exhibirían en la red como una vil y desalmada, porque mostraría el cadáver destripado. Me puse a buscar, no la encontraba, solo raros movimientos y tímidos ruidos. Busqué y busqué entre tantas chácharas -de una casa materna destruida. De recuerdos escolares, de mi profesión, de mis viajes- uf, de tantas y tantos viejos artículos del pasado, de ese que se fue y dejó tecnología obsoleta, fax, escáner, máquina de escribir, incluso computadora, libros, grabadoras, cuadros, cassette, DV, CD, cosas y más cosas, que hoy me evocan tiempos que no regresarán. Y ahí seguía ese ruidito. Movía y se oía que algo andaba por ahí. ¡Oh, no ha de ser una rata y sus críos! Dije en mis adentros. De repente algo pasó frente a mis ojos y no alcancé a percibir que era. Me empeciné en seguir la búsqueda. Moví, volví a mover y ¡Nada! Me relleva, ¿qué será? Me distraje un momento para hacerme un café, y de vez en vez, se volvía escuchar algo. Regresé y como no había mucha luz, algo golpea mi cara. La decisión por saber qué era, fue más intensa. Volvió a pasar y me espanté. Me hizo saltar y expresé, ¡ah cabrón!, ¿qué fue eso? El golpe fue fuerte en la cara. Volví a mover y de nuevo golpea mi frente. Enojada pensé ¡Ya valiste! Destripada o destripado serás y poco a poco. Antes habrá tortura y el peor de los asesinos me quedaría corto. ¡Ahí te voy! Se espanta, me espanto y de muevo todo. Ahí voy otra vez, y ¡Oh sorpresa! La miro, me mira, se nota su espanto, se le ve agitada y muy asustada. Entonces, determino ¡Foto para el feis! Mi refunfuñante cara se transforma, esbozó una sonrisa y me rondan ideas de ¿Cómo habrá entrado? Se pone rejega o rejego y después hasta parecía posar. Volaba y volaba de un lado a otro. Terminó de nuevo sobre todo el relajo de cosas, justo, donde estaban mis viejas grabadoras y mis archivos con temas de la ciudad, de salud, entre otros expedientes X, XX y XXX de uno que otro lídercillo, ex funcionario o actual politiquillo nefasto y corrupto. Ahora recuerdo, casi puro hombrecillo que ha causado daño a este país o ciudad. En fin. Seguí con mi objetivo y ahí se quedó justo donde está la historia de mi vida profesional de reportera. La miré y no pude dejar de pensar y lanzar un ¡Uf!, con que poco uno esboza una sonrisa, que suceso tan sencillo y raro me transformó de cruel asesina y bestia, a mujer con sentimientos de ternura. La incógnita sigue ¿Cómo entró esa belleza? Ojalá -aunque los defensores de animales me condenen- se quede a vivir conmigo, me acompañe en mis momentos de soledad, me alegre mis noches, a veces de tristeza, otras de reflexión o de melancolía. Ojalá, se convierta en parte de mi vida cotidiana. Juro dejaré que vuele libre por mi hacinado espacio. ¡No!, me pudo más dejarla en libertad y seguir su vida para disfrutar del sol, de ¡La naturaleza! Que a veces no sabemos valorar, y que ella, o él, como pajarito saben disfrutar al cruzar y revolotear en el aire.