Primero Editores / Ingrid Ahumada M.
Toluca, México.- A pesar de la actual época y de los avances legislativos a favor de la comunidad Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Travesti, Transexual e Intersexual (LGBTTTI), los crímenes de odio y discriminación continúan. Rudy Rafael Díaz Méndez, mujer travesti de 50 años de edad, abrió su corazón y compartió su historia inmersa en violencia, intentos de homicidio e incluso violaciones en entrevista para Primero Editores.
Desde los cinco años de edad, Rudy comprendió que se identificaba más como mujer que como hombre, esto tras agresiones directas de su padre y su hermano mayor, quienes le exigían se comportará como hombre y de no hacerlo lo golpeaban, pues la gente de la zona en donde vivía comenzaba hablar y ella no comprendía a qué se referían.
Rudy es la tercera de siete hijos. En su familia numerosa y humilde su madre, que era ama de casa, era la única que siempre vio por ella, sin embargo, el que mandaba era su padre, quien trabajaba como trailero.
Con voz entrecortada y lágrimas que corrían por sus mejillas, comentó que cuando nació en los setentas la mentalidad de las personas era muy cerrada y casos como el de ella no eran bien vistos, ya que incluso se consideraba como un castigo para la familia el hecho de que un hijo se portará “afeminado”.
“El ser gay jamás me arrepentiría, ni me arrepentiré nunca porque no conozco otra vida, no se que se sentira ser mujer, tampoco se que se sentira ser hombre porque te lo juro que no lo soy”, comentó.
Como una forma de “controlar” las preferencias de Rudy, su padre ordenaba a su madre que no le permitiera salir de la casa, incluso no le permitió asistir a la escuela y menos jugar con niñas, además la mantenían amarrada a una silla durante el día.
Con tristeza recuerda que cuando su padre comprendió que no podía cambiarlo y modificar sus preferencias, planeó junto con su hijo mayor el matarla y tirarla al río. “Este río era una poza muy onda, no recuerdo como llegue ahi, solo recuerdo que mi hermano aventó un patito de plástico al río y yo de estupida fui a pepenar el patito y fue cuando me empujo, di unos gritos de terror que en mi vida los había dado, solo recuerdo que una señora que se llama Maria me rescató y estaba descalabrada porque mi hermano me pegó con una piedra en la cabeza”, contó.
Después de este primer intento de homicidio, la situación nunca fue igual, ya que se sentía insegura en su propio hogar, al grado que prefería no comer pues creía que la podrían envenenar, pues “era como dormir con el enemigo” “ya no podía descansar porque estás consciente que te tienes que cuidar de ellos y me quitaron el sueño, todo lo que tenía que cuidarme, hasta en la comida que decía estos me van a envenenar”, añadió llorando.
“Mi papá y yo en este mundo fuimos los dos más grandes enemigos que no nos podíamos ver, mi papá no me dejaba de pegar hasta que me miaba, no del miedo, sino de los cinturonazos que me daba y una vez se le pasó la mano porque me descalabro de un golpe con la hebilla. La verdad la felicidad no se hizo para mi”, añadió.
A los nueve años de edad, su padre intentó matarlo por segunda ocasión, un día que llegó alcoholizado lo ahorcó hasta que su madre lo defendió, por ello, decidieron enviarlo con una tía abuela. Ella pensó que había acabado su martirio, sin embargo, cuando entró por primera vez a estudiar un nuevo viacrucis comenzó, pues su maestro la violaba y ante la vida que llevaba y las nulas formas que había aprendido para defenderse jamás dijo nada a nadie.
Tiempo después su tía abuela fallecio y dijo “solo tenia de dos, quedarme en el lugar con el maestro que me violaba o irme a casa de mis papas a recibir más agresiones, pues mejor me fui a las madrizas otra vez, porque la violación es lo peor que te pueden hacer. (…) No sé que se sienta tener familia, nunca me dieron ese calor, nunca me dieron ese cariño”.
En casa, conforme crecía las agresiones aumentaron y fue hasta los 14 años que su madre le dio un poco de dinero para salirse, ya que le dijo “en cualquier lugar del mundo vas a estar mejor que aquí”. Con ese dinero llegó al puerto de Veracruz en donde vivió ocho años y tuvo diversos trabajos, en uno de ellos tiraba basura para poder costear el cambio que quería inyectandose hormonas para modificar su cuerpo e inicio a vestirse con la ropa que siempre le había llamado la atención.
La primera vez que se prostituyó fue cuando tenía 17 años de edad y fue alrededor de los 24 años que llegó a Toluca, escapando de la policía después de que una de sus compañeras de Veracruz robara dinero de un hombre y las persiguieran para encarcelarlas. En Toluca su primer vivienda fue en la conocida como “vecindad del hoyo” ubicada en la calle de Humboldt.
A su llegada se percató que en la capital mexiquense los gays no cobraban por su servicio sexual, lo que a ella no le pareció y comenzó a cobrar 60 pesos (tipo de moneda de ese tiempo). Dicha calle fue el inicio de la prostitución en Toluca y con la llegada de varias travestis al lugar, la policía municipal las perseguía, les pegaba y las violaba, por ello, destacó que en 2005 el exgobernador del Estado de México Enrique Peña Nieto, firmó un documento en el que se establecen zonas de tolerancia para las travestis, una de ellas la calle Humboldt.
Así comentó que a pesar de los avances que se han logrado en la actualidad, aún quedan lagunas legislativas como el buen servicio médico y reconocimiento legal para la comunidad LGBTTTI+. “Estaria padre que nos dieran una credencial, una identificación pero que no nos den una credencial como mujer biológica, yo quiero una credencial donde especifique quienes somos nostras: una mujer transexual”, indicó.
Con lo anterior dijo podrían recibir incluso un mejor servicio médico, pues si se presentan con una credencial de mujer biológica las atendería un ginecólogo y lo que necesitan es un endocrinólogo.