LATITUD MEGALOPOLIS | ROBERTO CONTRERAS

Si lanzamos un dado y cae en determinado número no es un acto de suerte, sino de gravedad.  Esperar en que caiga en el puntaje que deseamos, requiere evaluar todo el contexto que lo envuelve, es lo que quienes trabajan con algoritmos llaman oportunidad del evento.

Entonces llamamos suerte a este hecho de que salga determinado número.  Si sale el 6, en ocasiones decimos que es buena suerte, o si es 1, hay quien diría que es mala suerte, aunque la probabilidad para cada número sea la misma.

Suerte es un concepto que aplicamos a la posibilidad del resultado de determinado evento. Que, si ganaré un palco en el Azteca o una residencia en el Pedregal, el sueño de todos, ir del pedregal al Pedregal, pero esa “suerte” es la historia que nos contamos a nosotros mismos para darle sentido a un suceso que ya ocurrió o está por suceder.

Por qué le damos un sentido mágico y atractivo a la llamada suerte, cada quien tiene su propia versión porque al final, la suerte es la interpretación que cada uno le damos a nuestros actos.

Otros le llaman tener una buena corazonada, aunque difícil de decir cuál de los 80 latidos que tiene nuestro corazón en promedio por minuto sea el bueno.

Son pocos o muchos, o cuantas veces latirá nuestro corazón a lo largo de la vida es una pregunta intrascendente que a muchos les inquieta.  Cuantos son muchos o cuantos pocos, pues depende.

Un roedor, por ejemplo, tiene un corazón que late unas 400 veces por minuto. Si vive un promedio de 4 años, entonces su pequeño órgano habrá latido unas 840 millones de veces.

En cambio, en un elefante su corazón late unas 35 veces por minuto a lo largo de sus 35 años de existencia, lo que suma unos 640 millones de latidos.

Los números son proporcionales si vemos que la vida que cada uno lleva y los riesgos que enfrenta los hace tener ritmos cardíacos distintos, para aplicar el principio de que quien vive rápido, muere rápido.

El corazón del ser humano es una máquina perfecta.  100,000 latidos al día, 35 millones por año, 2,500 millones de veces para alguien que haya vivido 80 años.

El corazón no descansa nunca, mientras dormimos podrá bajar su ritmo a unos 40 por minuto y hay estudios que señalan que, a mayor cantidad de pulsaciones por minuto en estado de reposo, una persona tenderá a una esperanza de vida menor.

Esto significa que, al dormir, debemos de hacerlo de la mejor y más relajada forma posible, la importancia de un sueño tiene relación con un mejor estado de ánimo, mente más abierta y, por tanto, mayor esperanza de vida.

Quien escucha música clásica, está por ejemplo tiene efecto en una presión sanguínea menor y también un ritmo cardíaco más bajo, en cambio la estridente música y el alto volumen con que la pone el vecino, nos altera los latidos de manera significativa.

No es suerte dejar un día el trabajo y al otro tener empleo en una embajada en España, por ejemplo.  Tampoco lo es el que dejemos de ver la estatua de Colón y aparezca Tlali cualquier mañana, o que salga muy bien una “Cuauhtemiña” en el campo y no una triangulación desde la silla donde se gobierna, menos si por suerte se es el invitado especial a una fiesta donde se supone es de amigos todos por igual, o también, como dice esa vieja canción de ser la consentida del profesor.

Todo es producto de los actos y acciones que realizamos y de la forma en que se lanzan los dados.   Que te toque una vacuna si eres menor de edad, o algún medicamento para enfermedades como el cáncer tampoco es suerte, sino producto de acciones que se deben de realizar, aunque sea a base de amparos o manifestaciones para dejar de ser invisible.

No es suerte ser Nini y que de la nada y por nada aparezcan unas monedas en tu cuenta bancaria.

Dormir tranquilo y dejando de lado las preocupaciones es lo mejor que podemos hacer para vivir mejor.  Y podemos descansar cuando las cosas van muy bien, tanto que saber que a la mitad del camino se puede dejar de hacer lo que hacemos y retirarnos en paz, así nomás, hace que todos podamos dormir bien y que nuestro corazón descanse para seguir latiendo tranquilamente por más tiempo.

La suerte, decía Aristóteles, es “una causa accidental que concurre en las cosas que se hacen para lograr algo que son objeto de la elección”.  Así que un día con suerte, no es otra cosa que salir cada mañana con la mejor actitud, con el mejor descanso posible y salir a trabajar con el mayor ánimo y energía para que las cosas salgan bien.

Si las cosas fueran fáciles, cualquiera las haría decía un antiguo anuncio del Viejo Vergel, y es verdad, a mayor el esfuerzo, más grande la satisfacción y es así como trabajan las cosas.

No invocamos a unas estampitas para tener la suerte de no enfermarnos, hacemos las acciones para que esta no nos afecte, o para aparecer en una lista de aceptados a la escuela que deseamos ingresar, si no estudiamos lo suficiente.

Las acciones no solo nos definen, trazan el camino para lograr las cosas.  Las circunstancias son adversas y pueden ser inciertas, pero si no se intenta y se trabaja por ello, nada llegará por sí mismo. Es tiempo de tener una actitud distinta, ciudadanos dormidos serán siempre oprimidos, trabajar con la actitud de lograr objetivos y tener siempre algo más o nuevo por hacer.

Eso te puede hacer dormir y descansar mejor porque los sueños inician en esa etapa en que la mente en estado más relajado puede acomodar mejor las ideas que irán saliendo conforme a los pasos que demos, podremos así decir entonces al final que tuvimos, un día con suerte.

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