Por Socorro Valdez Guerrero

Las ofensas y acciones de la gobernadora “campechana”, contra quien ejerce la libertad de expresión y critica, no afectan sólo al gremio periodístico, si no a ¡Todos! Los que no solapamos injusticias.

¡Reyna! Layda Sansores San Román, lleva en su nombre la ¡Tiranía!

En su extravagante disfraz de la época victoriana, que hizo público en febrero pasado, muestra su anhelo por la realeza.

Y olvida que en México, hay democracia y Carta Maga, no monarquía, reynado ni súbditos, Reyna Layda, como mujer preparada en psicología, debería entender que creerse o sentirse de la realeza, por llevar el nombre de “Reyna”, es digno de estudio psiquiátrico.

Reyna Layda Sansores, no es la emula de María Antonieta de Viena, es sólo una gobernadora que llegó por democracia, no por asumir un título nobiliario.

Por eso, sí, ¡A ti! Que diario sabes decir ¡No! A quienes vulneran tus derechos y exiges respeto a tus garantías, debe preocuparte también sus ínfulas de aristócrata, aún cuando fueron en Campeche.

El abuso de poder de esa gobernadora -Reyna Layda Sansores San Román-, avalado por compinches, va más allá de pertenecer a Morena, porque también fue priista, petista, perredista y hasta de Movimiento Ciudadano.

Sus desempeño extravagante hasta en su disfraz de María Antonieta -reina consorte de Francia- son la alerta de posibles trastornos, dignos de análisis psiquiátrico.
Sus acciones son la advertencia, que ¡No! lesionan sólo al periodista u ofenden al gremio, dañan a cualquiera que se exprese en contra de sus abusos.

Criminalizar la crítica, ¡No! Afecta solamente a quienes ejercemos el periodismo, verlo así, es olvidar que la libertad de expresión es un derecho de y para ¡Todos!

Esos actos de la campechana Reyna Layda, no es el abuso contra el periodista, es el surgimiento de la ¡Tiranía! Disfrazada de incitación a la violencia, en un estado que se caracteriza por la inseguridad no controlada por su administración.

Es el trato vejatorio de un mujer con frustraciones y sueños de realeza, lejos de alcanzar.
Sus actos ofenden y trastocan derechos del mexicano y pueden replicarse en otros gobierno con aspiraciones de absolutismo.

Por eso, hoy, guardar silencio como mexicanos, es un peligro, es un riesgo para la democracia.

Todos, desde la presidenta de la República, los legisladores y el Poder Judicial, sin colores ni filias ideológicas, deberíamos alzar la voz.

No con cómodos desplegados públicos ni declaraciones o desgarre de vestiduras, si no con ¡Acciones! Para advertir que en México, no se solapa la ¡Dictadura!

Que en México, ella sólo es reina de nombre, porque ni es aristócrata ni de nobleza austriaca, aunque sí una mujer que exhibe sus gustos y estilos extravagantes, como aquella vienesa, que murió trágicamente en una guillotina.

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