Por: Félix Morriña
 
Mal y de malas. Tenía que ser martes 13, decía hacia mis adentros. Nos levantamos con el pie izquierdo, señala la tradición. Salimos temprano de Toluca en el pull de prensa de las giras del gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, con rumbo a la tierra del previo mandatario estatal, el ecatepense Eruviel Ávila Villegas, para vivir toda una odisea, porque llegar al encuentro masivo del primer mexiquense con seis mil 500 amas de casa, que recibieron su tarjeta “Salario Rosa”, por poco no alcanzamos arribar.
Recuerdo muy bien la eufórica agresividad de la gente cuando fui, durante la campaña del entonces candidato priísta Alfredo Del Mazo Maza, al campo de beísbol del Tecnológico de Estudios Superiores de Ecatepec, en la ruda colonia Valle de Anáhuac, donde está la estación del Metro Ecatepec de la Línea B, que conecta a la CDMX con esa región de la entidad mexiquense, en la que si no fuera por ese funcional y civilizador transporte público (que viene de Garibaldi a Ciudad Azteca), las cosas en Ecatepec, y alrededores, se tornaría zona de desastre social, porque la gente vive en la distopía, al filo, por eso son personas singulares en su proceder y se hacen distinguir del resto de los mexiquenses. ¡Ellos son submetropolitanos!
Al municipio más poblado, no sólo de la entidad, sino del país y América Latina, fuimos casi una veintena de reporteros, fotógrafos, columnistas, camarógrafos y asistentes, a la décimo tercera entrega (otro 13) del Programa Familias Fuertes, “Salario Rosa” en la Región V de Ecatepec. En el trayecto nos tocó un accidente vial: un camión de carga sufrió un contratiempo y pegó contra la barda perimetral, ocasionando que decenas de pollos muertos, listos para cocinarse, yacieran por doquier, al grado de que las autoridades policiacas acordonaron la zona para evitar actos de rapiña entre los ecatepenses.
Llamó mucho la atención que ese fuera nuestro recibimiento incidental en Ecatepec, porque faltaban 20 minutos para arribar a nuestro destino, pero el pesadísimo tránsito vehicular que se hizo, más el habitual que es insoportable, provocó que llegáramos cuando el gobernador Del Mazo ya estaba dentro del recinto y a escasos minutos de interactuar con sus seis mil 500 seguidoras, que no dejaban de gritar, cual fanáticas de un astro del pop. Llegamos tarde una hora, porque nos perdimos la variedad, que de tanto repetirse (hoy 13 veces) se ha convertido en insoportable. Llegamos al calor de las frases.
También llamó mucho la atención que fuera un Martes 13 y la décimo tercera entrega de las tarjetas subsidiarias (porque eso lo pagaremos entre todos, no lo olviden), pero además, el encuentro masivo se dio bajo un clima de estrés absoluto. Como muchos saben, acá se vive así de intenso. Todos viven al filo de la cornisa, por la rapidez con lo que suceden las cosas y situaciones. La fuente periodística llegó echando espuma por todos lados. El sol estaba quemante al mediodía y cargar con equipos de televisión de los compañeros por varias calles de Ecatepec, para llegar al lugar, no se le recomienda a nadie, y menos, si los chacales (rateros) están al tanto del error.
Dentro de la gigantesca blanca carpa, colocada en el campo de beísbol del Tecnológico, donde se llevó a cabo la entrega de 14 tarjetas del “Salario Rosa” a igual número de amas de casa, de un total de seis mil 500, que entregarían después del evento, la euforia de las jóvenes madres solteras, una que otra cuarentona y muy pocas señoras de más de media centuria, se desató por completo. El evento era estresantemente festivo, porque esta gente vive al filo de la cornisa todos los días, pero se entrega eufórica a cualquier tipo de ayuda, y eso se denota en el lenguaje social de Ecatepec.
El clima social de Ecatepec, precisamente en esta zona donde regresó Alfredo del Mazo Maza ya como gobernador, es sombrío pese al tremendo calor y cegadora luz del mediodía. Aquí ves y sientes una gruesa franja de esmog entremezclado con hedores propios de la decadencia, así es el mundo suburbano de aquí, donde conviven entre sí, malos, adustos y rudos rostros de sus habitantes. “¡Aquí la vida es así!, somos compas entre nosotros, sólo entre nosotros”, dijo un chimuelo chaval después de talonear a un reportero al entrar a la tienda del barrio.
El regreso lo hicimos tierra adentro por la CDMX, lo cual fue menos estresante que venirse por la autopista más cara de México, el Circuito Bicentenario. Fue grato ver tranquila una de las más increíbles urbes del mundo, la ex México, Distrito Federal, dejando atrás poco a poco el distópico “Cerro del viento” (eso significa Ecatepec), dejando entre la neblina de esmog una acelerada vida sin rumbo.
Comentarios

Comentarios