Ciudad de México.- El diputado federal priista Rubén Moreira se lanzó con fuerza contra el proyecto del Tren Maya, al que calificó como un “ecocidio institucionalizado”. Acompañado por el conservacionista Ignacio Loera y el economista Mario Di Costanzo, denunció la tala masiva de árboles, la fragmentación de hábitats y la contratación de una empresa sin experiencia para tareas delicadas como la reubicación —o sacrificio— de fauna silvestre.

Sin embargo, lo que no dijo el legislador, es que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), al que representa, fue durante décadas el arquitecto en jefe de megaproyectos depredadores, los mismos que dejaron al país con ríos contaminados, selvas taladas, pueblos desplazados y concesiones mineras que aún hoy envenenan los mantos acuíferos.

El PRI contra el ecocidio… ¿en serio?

Resulta cuanto menos irónico que sea el PRI quien hoy se coloque la camiseta verde. Durante sus gobiernos, proyectos como la presa El Cajón, el fallido aeropuerto de Texcoco o el sistema carretero que partió en dos múltiples ecosistemas, se ejecutaron con cero consulta, nula planeación ambiental y total desprecio por la biodiversidad.

Moreira habla hoy de los jaguares, de la selva herida y de los cenotes contaminados. Pero, ¿dónde estaba su voz cuando su partido permitió la entrada de Monsanto, flexibilizó leyes ambientales y vendió bosques enteros con permisos turbios? ¿Dónde estaba cuando gobernadores priistas autorizaron megaproyectos turísticos en reservas naturales o devastaron humedales para construir centros comerciales?

El doble discurso que indigna

El Tren Maya es un proyecto polémico, sin duda. Las denuncias sobre improvisación, afectaciones ambientales y opacidad en contratos merecen toda la atención y vigilancia pública. Pero el PRI no tiene calidad moral para encabezar esa crítica.

Decir hoy que la selva “no merece esto” mientras cargan con décadas de corrupción, devastación y complicidad con el saqueo ambiental, es simplemente una maniobra política oportunista.

Ni perdón ni olvido… ni hipocresía

Que haya voces que alerten sobre los daños del Tren Maya es necesario. Lo que no es aceptable es que esa voz venga de quienes durante décadas usaron el poder para destruir el medio ambiente, callar protestas y enriquecer a privados a costa de las tierras y recursos de las comunidades.

Antes de señalar a otros, el PRI debería hacer su propio inventario de ecocidios, pedir perdón y retirarse del debate ambiental hasta que tenga algo más que cinismo para ofrecer.

Porque si alguien “construyó un país sobre los cadáveres de la selva”… ese alguien lleva las siglas del tricolor.

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