* La violencia es cotidiana en los mismos hogares
Un año más. Año que vale la pena la recomendación: ¡Reflexión interna! Introspección. Sacar lo que guarda nuestro corazón. Poner en evidencia nuestras emociones. Ese dolor que ocultamos tras una sonrisa para no decir lo que se siente y piensa, para que otro no se ofenda. Tiempo de revelar aquella foto de falsa plenitud. Aquella mentira pública de estar rodeado, pero internamente ¡Solos! Hagamos auto análisis. Vale la pena ver al interior con rigor, criticar actos propios y errores que dañan. No los de aquellos, los ¡tuyos! Tus virtudes y también esos defectos. Esos actos que llevan a pensar en la ventaja de la soledad. En las virtudes de vivir tu propia existencia, sin compañía. ¡Sin nadie!, porque sólo así puedes determinar hacer y asumir en su plenitud tus errores. Cuando compartes espacio, compartes respeto, compartes no molestar al otro con lo que a ti fastidia. De lo contrario, es vivir rodeado, pero ¡solo! Es desear desenvolverte en sociedad, en “familia” como ermitaño. Es disfrutar triunfos, compartir la bonanza y llorar derrotas. Esas que indudablemente siempre derramas en tu interior y en soledad. Esas que por fuera finges para no reparar ni escuchar la opinión o crítica de nadie, de nadie, sobre la vida que uno lleva. Y sí, la soledad es el costo de vivir “a tu manera, o a mí manera”. Es el precio de hacer y deshacer en tu casa y en tu vida, sin intromisión. La soledad, es muchas veces ¡libertad! Es moverte sin pensar en nada ni en nadie, aunque sea una vida criticada por todos. ¡Tenemos miedo a estar solos! ¿Pero realmente estamos acompañados? ¿Quién puede gritar a plenitud la fortuna de no estar solo? Muchas parejas soportan desencuentros, por no estar solos. Muchas madres o padres soportan a sus hijos adultos, por no padecer la soledad y también muchos hijos soportan a sus padres por compromiso y decir: “tengo ¡familia!”. ¿Y se tiene ¡familia!; esas compañías… ¿llenan, satisfacen? ¿Sientes el calor de estar rodeado y tener “familia”? Tener casa con personas, ¿llena el alma, evita sentirnos solos? Triste que tan tóxica es una pareja, como lo puede ser un padre, un hijo. Y lo evadimos, lo callamos por amor. Guardamos silencio para no gritar ese pesar que causa cada uno con sus actos. Tan tóxico es uno, como lo es el otro. Cada uno hace daño y lastima a su manera a quienes están a su alrededor. ¿Se vale soportar compañías tóxicas por miedo a soledad o por tener a alguien? ¿Cuántos viven esa falsa tranquilidad con familia, con padres, con hijos, con pareja? ¡Reflexionemos! Lo que desestabiliza la tranquilidad individual e interna. No tengamos miedo a la verdad. A saber que la violencia es cotidiana en los mismos hogares; es de diferente manera y la causan diferentes personas. También es de los hijos a los padres; de los padres a los hijos. De la pareja. De la mujer al hombre. Cada uno con sus formas y actos altera la vida del otro. La convivencia diaria en una misma casa se convierten en conflicto cotidiano por criterio contrapuesto. El respeto mutuo es falacia. Hijos que demandan respeto y no lo ofrecen. Padres que se entrometen en la vida personal o de pareja. Parejas que sienten al otro como propiedad. Hijos que creen ser dueños de la vida de los padres, de sus casas. Parejas, sean o no esposos, que no lo son. Padres que enferman la vida. Y todos, hijos, padres y pareja, alteran la vida diaria de otros. Invaden y son tóxicos. Vivimos la realidad, que tememos, con ¡soledad! No enfrentamos que hay casas llenas con almas vacías. Almas solitarias e invadidas de nostalgia. Compañías, que no llenan, que son simple costumbre y creen que evitan la soledad.