Primero Editores/Estefanía Antonio
La crisis mundial desatada por el COVID-19 ha sumergido a la sociedad mexicana en una preocupación colectiva. Los supermercados están repletos de personas que hacen compras de pánico y las redes sociales crucifican a López Obrador por su postura ante la pandemia. Pero también está la otra cara de la moneda, los mexicanos que no pueden darse el “lujo” de estar en cuarentena porque pertenecen a ese 50 por ciento de la población en estado de pobreza que no pueden hacer home office.
Los mercados, las tiendas, los vendedores ambulantes y las personas sin hogar, forman parte del sector que vemos en las calles, con o sin cubrebocas tratando de evitar contagiarse de COVID-19.
¿La solución es dejar de comer durante algunas semanas para evitar contagiarse de un virus que hasta el momento ha matado a dos personas en el país? Según datos del INEGI, 57% de la población mexicana obtiene su sustento de la economía informal y no goza del privilegio de trabajar desde la comodidad de su casa.
Y es que a pesar de que el presidente diga que no hay de qué preocuparse, si el virus llegase a tener un impacto a la magnitud que ha tenido en países europeos como Italia o España, ¿qué pasaría? ¿en verdad podríamos entrar a una cuarentena total?
De ser así, significaría la suspensión total o parcial de cadenas productivas y económicas, el cierre de fronteras, la paralización de negocios durante semanas y el aislamiento de todos los ciudadanos. Todos, incluso los que viven con ingresos al día.
Sin embargo, el pánico colectivo resulta más dañino que aquello que lo desató. Los contagios por coronavirus siguen aumentando en el país pero México sigue siendo una de las naciones que menos casos registra en Latinoamérica junto con Panamá, Argentina y Colombia.
No por eso significa que para evitar contagiarnos debamos solo “ser felices y comer bien”, como lo recomendó López Obrador durante una de sus conferencias mañaneras. Significa que estamos en un momento crucial para tomar conciencia como sociedad, para hacer una pausa y analizar los muchos otros problemas que siempre han existido en el país pero que ahora la pandemia destapa con más descaro: la pobreza, el aumento de la economía informal, las deficiencias en el sector salud y por supuesto, el populismo del gobierno federal.