El verdadero reto de Morena


Por José Manuel López Colín

Mucho se ha dicho sobre la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la silla presidencial, pero, de la misma manera en la que no se previó que el llamado “Peje” aplastara a sus contrincantes, no nos hemos puesto a pensar qué pasará en el Movimiento Regeneración Nacional, que no es partido político ni movimiento social. Es decir, su veloz acenso en la política nacional no le dio suficiente tiempo de generar una estructura partidista que, en contraste, les costó a otros partidos, por ejemplo, el PRI tardó de 1929 a 1940 en establecerse; claro, con otras condiciones.
Después de estas elecciones, Morena puso en el poder a Andrés Manuel, o, mejor dicho, Andrés Manuel puso en el poder a Morena, y estamos ahora frente a un hiperpresidente, una figura que es el comandante supremo de todo, así como de la estructura partidista de la que emergió, con la facultad de quitar y poner a los funcionarios que quiera. Así, el presidente es el líder del partido y de todas las decisiones que se tomen al interior de su partido pasan por él.
Así vivió el PRI desde su fundación formal en 1946 hasta el 2000, año de la sonada alternancia y durante ese periodo, la estructura partidista tricolor permitió designar sucesores del presidente todopoderoso, personajes que debían escalar al gabinete presidencial para aspirar a aparecer en la boleta de las siguientes elecciones.
Pero ahora, Morena, que no se le identifica a veces por un color específico; en ocasiones es vino tinto, otras es rojo oscuro y otras más se le acerca al guinda o morado, sigue la misma tendencia cromática al interior de la estructura del partido. En ocasiones se lanza a la izquierda, otras veces al centro o puede hacer alianza con otros como el Partido Encuentro Social (PES) que se identifica muy a la derecha.
Después de tres años de existencia (Morena fue creado en 2015), el partido de Obrador ya logró la mayor aprobación de la población desde Miguel de la Madrid en los años 80, y con esto consiguió llevarse la mayoría de los congresos locales y también la legislatura federal y como efecto dominó, apabulló al PRI y lo mandó a ser parte de la llamada “chiquillada” convirtiéndose en el partido (o movimiento) con más poder.
Morena tiene entonces seis años para logar una estructura de partido que pueda asegurar la permanencia del partido en el poder, labor que parece difícil pues ya existen pugnas por el poder interno del movimiento, incluida la declinación de Tatiana Clouthier.
¿Por qué es tan importante que Morena logre esto? Porque si no lo hace, es seguro que pierda el poder ante la enorme maquinaria del PRI o el poder económico del PAN, pues, al final, no existe reelección en nuestro país y al cabo de 6 años, puede regresar alguno de los otros dos partidos a despachar en Palacio Nacional.
No olvidemos que, luego de que Vicente Fox Quezada venciera a Francisco Labastida y a Cuauhtémoc Cárdenas, el PRI vivió una intensa trasformación pues perdieron al presidente y al líder del partido, pero aún con ello lograron consolidar a un candidato presidencial: Roberto Madrazo. Y a pesar de perder, volvió al poder seis años después, con el actual presidente.
Cierto es que el PRI se enfrenta a otra renovación, y también el PAN, que terminó más fragmentado que nunca luego de la elección. Pero Morena lo necesita más porque es el partido que manda, en casi todos los aspectos, sólo le faltaron las gubernaturas (tiene 5 de 32, la menor cantidad desde Fox que tuvo 7) pero a pesar de eso, tiene a la Ciudad de México y muchos municipios.
El verdadero reto de Morena es consolidarse como partido y para eso tiene 6 años, si es que aspira a competir en las siguientes elecciones presidenciales de 2024, porque, por muy buen trabajo que se haga desde el despacho presidencial, si no hay un candidato capaz de plasmar su nombre en la siguiente boleta, Morena puede ser debut y despedida.

pepe.lc@gmail.com

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