La Suma de todos los errores
Una de las grandes -quizá la mayor- promesa de Andrés Manuel López Obrador desde antes de que las campañas electorales a la presidencia de México dieran inicio fue la de terminar con la corrupción en todos los niveles. Así fue como consiguió un porcentaje histórico y aplastante en las urnas en julio del año pasado. Y con esa consigna comenzó el sexenio del tabasqueño.
A casi 60 días de la toma de protesta, se enfrenta a una tragedia que pudo prevenirse. Fue la suma de errores (de todos los involucrados) lo que llevó a la explosión que hasta el momento lleva casi 90 víctimas mortales y casi 70 heridos.
México es un país herido profundamente por la inacción, por la impunidad, por el desprecio ante la necesidad de otros, ante la tragedia.
El robo de combustible se ha convertido en una actividad económica que sustenta la vida en algunos pueblos; los pobladores se han volcado a transportar bidones de combustible y abandonar las tierras. La búsqueda de mejor calidad de vida es siempre legítima, pero el robo no lo es. Los huachicoleros entienden – o deberían- entender- el peligro que significa perforar un ducto de gasolina y que ésta brote sin parar mientras ellos tratan de llenar garrafas y botellones. Cualquier chispa es mortal; la fricción de la ropa, una llamada, la luz de un reloj, o inconscientemente encender un cigarro o jugar con un mechero.
El primer error es robar; creer que el que llenó su tanque con huachicol, el que se mente en la fila de la gasolinera, el que le dio dinero al despachador para que le llenara el tanque es más “chingón” que los demás que esperan en la fila, que pagan el alto precio de un litro de gasolina para transportarse a su trabajo o llevar a sus hijos a la escuela.
El otro es una estrategia anti-robo de combustible hecha tan rápido que no se implementaron mecanismos que protegieran los ductos, que aseguraran el abasto en el centro del país, porque ni los vehículos de emergencia se salvaron.
Uno más, la inacción de las fuerzas armadas que estaban en el lugar, no hablo de los efectivos militares, si no de quien da las órdenes. Si ya se reportó la fuga, lo primero en la lista de cosas por hacer es acordonar la zona. Pero no se hizo, tal vez por evitar una población enardecida que ha secuestrado y amenazado con linchar a los uniformados en ocasiones anteriores, tal vez por las órdenes del ejecutivo de “no combatir fuego con fuego”, tal vez por miedo de los propios uniformados porque también pueden tenerlo.
El siguiente, el combustible brotó y brotó durante horas. Autoridades de Pemex nunca llegaron a revisar la fuga, sellar el ducto, acordonar la zona y por las razones que sean, explotó. Ahora el pueblo está sumido en las cenizas de una tragedia todos pudimos evitar, pero nadie quiso hacerlo.
El ejército tiene en su consciencia muchas culpas a lo largo de los años, eso lo sabemos todos. Pero esta vez, la culpa no es de ellos.
Como mexicanos, como ciudadanos nos hemos vuelto irresponsables gracias a la impunidad. Nada pasa si robamos gasolina, nada pasa si robamos las cervezas de un camión.
La culpa es de todos, que señalamos culpables a los demás pero no somos capaces de tomar la responsabilidad de nuestras acciones.
José Manuel López
pepe.lc@gmail.com