Por Latitud Megalópolis/Ricardo Aguirre Cuellar

Estimado amigo; muchos de los males que nos aquejan como sociedad se anidan en nuestros profundos complejos, que derivan en compararnos con los demás y que nos hacen sentir mal, desarrollando por lo tanto sentimientos de envidia, que no es otra cosa que desear lo que otro posee o peor aún desear que al otro le vaya mal. Porque a mi me va mal o así lo estimo.

Este pecado capital desde el punto de vista cristiano, está arraigado en la idiosincrasia de nosotros lo mexicanos.

Pues para nosotros los méritos y la superación no existen, sino que quien alcanza sus objetivos, no lo hace por su propio esfuerzo, sino que es producto del abuzo o la corrupción o el azar.

Así entonces el triunfador, sólo lo es porque se aprovecha de otros o porque obtiene beneficios indebidos desde una postura de poder.

La envidia divide amistades y familia y por supuesto divide a la sociedad.

De ahí entonces que la envidia sea la fuente de todo el resentimiento social y por eso el discurso que señala con índice de fuego a los que rompen las barreras de la mediocridad y alcanzan sus metas, sean acusados de aspiracionista, pues consideran que su conducta se reduce a vivir de forma privilegiada.

Es una forma de descalificar los méritos, el esfuerzo, la dedicación y el sacrificio, como muchos se proponen para triunfar en la vida y alcanzar sus metas.

Pero también es una forma de discriminación, casi igual o semejante a la discriminación racial.

Pues somete al aspiracionista al escarnio social y a la calumnia.

Hoy que López deja el poder, muchos se preguntan cual fue el timing que tuvo para haber logrado una popularidad y aceptación tan grande a pesar del desastre de gobierno que realizó; y la respuesta desde mi muy particular punto de vista es sin dudar, que toco las fibras sensibles de los sentimientos envidiosos que como individuos tenemos y los supo aprovechar, pues logró a través de la polarización y la división sumar voluntades que compartían los mismos sentires.

El éxito de los grandes demagogos está en saber detonar los más obscuros sentimientos de la sociedad.

Hitler no llegó a ser el brutal líder, sin el apoyo incondicional de la sociedad alemana, que encontró en el discurso racial y de supremacia aria su identificación, de manera que para Hitler destacar ese rasgo de supremacía y llevarlo a la locura fue realmente fácil y por eso el pueblo alemán, desoyó el genocidio que llevó a cabo.

Hoy en día no hay un Hitler, pero si hay un Trump que en mucho se parece al siniestro líder alemán, pues también recurre al racismo para afianzar su discurso y así llegar al sentimiento de gran parte del pueblo norteamericano, donde las raíces de la esclavitud racial pueden reverdecer para mantener la pureza de los blancos por encima de todas las demás etnias que conforman aquella nación.

Y es que toda sociedad alberga en su carácter retorcidos fantasmas que un hábil demagogo puede despertar para sacar provecho y así obtener el poder.

Reclamar la desigualdad social como un defecto, no es otra cosa que destacar la envidia y el resentimiento. Y es que la sociedad humana es per se desigual, ya en lo individual o en lo colectivo y pretender igualarla es condenar a la persona humana a despojarse de sus habilidades y conocimiento en aras de beneficiar a otros con menos aptitudes.

La sabiduría no es un producto que se compre en la farmacia, así entonces no se da en maceta, ni tampoco en cada niño o niña que nazca. Luego entonces desarrollar el conocimiento nos hace diferenciarnos tanto como lo somos físicamente y hace por tanto a las sociedades diferentes unas de otra.

El comunismo y su pariente cercano el socialismo son doctrinas económico sociales que pretenden la igualdad mediante la eliminación de toda forma de propiedad privada e intelectual derivando así entonces en una sociedad utópica perfecta.  Y que como toda utopía no existe. Y si por el contrario termina por construir una sociedad gobernada por unos cuantos que a fuerza de imponer su voluntad y sus ideas someten al pueblo a sus férreas dogmas, eliminando todo vestigio de libertades y albedrío para que un individuo actúe con voluntad autónoma. Por eso todas las sociedades que han sido sometidas a la férula comunista o socialista han fracasado rotundamente o viven un infierno.

Ejemplo de fracaso total la Unión Soviética y de las que viven un infierno Cuba, Corea del Norte, Nicaragua y Venezuela.

En suma “la virtud” de López y su acenso político y su enorme popularidad, no es producto de los programas sociales, sino de haber dividido a la sociedad entre buenos y malos, donde los buenos son los desposeídos y resentidos sociales y los malos son los aspiracionistas que en su egoísmo sólo saben disfrutar de sus privilegios. Como tener casa propia, educar a sus hijos, comprar todo tipo de satisfactores, hacer viajes y ahorrar. Privilegios que son pecados capitales para los demagogos populistas de la pútrida izquierda mexicana.

La envidia que nos carcome. La fuente de todos nuestros males y desavenencias.

Y munición para el demagogo.

Entre paréntesis; la mal llamada reforma judicial, se inscribe bajo ese tétrico pecado de la envidia. Pues para destruir al Poder Judicial, primero se acusó a los jueces, magistrados y ministros, de obtener jugosos sueldos los cuales están por encima de lo que gana el presidente, según mañosamente se argumentó y que además obtenían también cuantiosos privilegios y que a pesar de todo ello eran corruptos.

Con semejante alocución, el pueblo bueno aplaudió a rabiar y aprobó con suma indolencia la mal llamada reforma y como no iba hacerlo, si se habla de una cofradía de privilegiados aspiracionistas que ganaban mucho dinero y con poco trabajo. Así que lo mejor era echarlos a la calle y seleccionar mediante el voto popular a los más abnegado y abyectos ciudadanos para que absorban las funciones jurisdiccionales con salarios que representen el sentir de toda la sociedad. Esa que dice o todos colonones o todos rabones.

Que al cabo ser juez, cualquiera puede ser.

Pues si sacar petróleo es bien fácil, que tan difícil puede ser juez.

López dijo que valía más la lealtad que la aptitud y le dio una ponderación de 90% para la lealtad y 10% para la capacidad o aptitud.

Esa es la mayor estulticia, que por desgracia nos condena a la mediocridad. Al ya mérito. Al no fue penal. Al jugamos como nunca y perdimos como siempre. A reclamar a España por la colonización y a Estados Unidos, por la guerra del 1848 cuando perdimos la mitad del territorio.

Al hay se va, al aiga sido como aiga sido.

En fin, a condenar los méritos y la superación y aplaudir la derrota como víctimas.

Hoy haciendo eco del discurso del odio y el resentimiento, el de la envidia se destruyen los sentimientos de una República Democrática, por más que digan lo contrario y nos acercamos fatalmente a una dictadura bananera, disfrazada de participativa e incluyente.

Hoy que es el inicio de una nueva presidencia, no hay vientos renovadores, sino resacas de los mismos polvos pasados.

Sheinbaum miente cuando dice que con ella llegan todas las mujeres.

Pues ella es producto acabado del poder absoluto de un hombre y no producto del esfuerzo.

Ella llega por la voluntad absoluta del patriarcado y al más puro machismo.

No llega por su calidad de mujer, sino por su obediencia y su noventa por ciento de lealtad.

Esa es la enorme diferencia entre méritos y esfuerzo y total abnegación y sumisión.

Lamentable y triste papel que le toca desempeñar.

Ser un florero más en Palacio Nacional el que nos fue secuestrado por esta secta de fanáticos adoradores del más grande demagogo que nuestra nación parió.

Para nuestra desgracia.

PD no quiero ser pesimista, pero mal empieza el sexenio para al que van ahorcar el lunes. O dicho de otra forma.

Seguimos levantándonos con el pie izquierdo.

Pésimo discurso inaugural.

Ni hablar. Florero y Palacio y banda presidencial prestada.

PD2 tampoco esperaba nada nuevo.

Y mientras se ahogan muchos conciudadanos en las aguas de un huracán o mueren por las balas de los delincuentes. Amos y señores del territorio.

Esperando a ver cuando se cansan.

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