Por Latitud Megalópolis / Armando Ríos Ruiz

Al inicio de este gobierno, el Presidente inauguró su escuela de mentirosos con mucho éxito. El recinto se llenó inmediatamente de estudiantes que aspiraban a hacer una carrera que les rindiera frutos rápidamente.

Como no es una ciencia, todos aprendieron en corto tiempo y hoy, la mayoría de sus colaboradores se ríe de la vida por los jugosos frutos que cosechan con ese divino arte de mentir. Curioso resulta que muchos les creen.

La escuela no tenía aulas específicas. Solamente una especie de púlpito desde donde el maestro se ponía y aún lo hace con el mismo ímpetu, a proferir las mentiras y ocurrencias que encontraba a su paso. Sus pupilos únicamente se han dedicado, desde entonces, a escuchar y a repetir como guacamayas lo que escuchan. Descubrieron una forma fácil de hacer política barata, consistente en Repetir y alabar sus dichos, así como decir mentiras que le agraden.

Una destacada mentirosa es Rosa Icela Rodríguez, su secretaria de Seguridad Ciudadana, quien cada vez que es invitada a explicar cómo va su desempeño, baja la criminalidad. Apuesto doble contra sencillo a que no tiene la más remota idea del manejo de una resortera. Los expertos de antes, para estar a tono con el maestro, lo eran en materia de investigación criminal, en persecución de los mismos y en el manejo minucioso de las armas.

Tuve oportunidad de ser testigo presencial de lo anterior. Mi primera fuente periodística fue la policíaca y me dio la oportunidad de conocer a los grandes investigadores y hasta de participar como observador, en nutridos enfrentamientos con los criminales, que me hicieron merecedor de fuertes regaños de los jerarcas policiacos de entonces, por exponer mi vida. Me atraía la nota de primera mano.

En comparecencia ante diputados morenistas, la señora Rosa Icela, a quien no se le conoce un solo operativo contra la delincuencia, afirmó que le ha ganado terreno al miedo. Se nota que no ha vivido en Guerrero o en Tamaulipas o en Michoacán. Bueno, obviamente quiere quedar bien con el jefe.

Los diputados aduladores de Morena la llenaron de incienso por asistir a un ejercicio de rendición de cuentas correspondiente al análisis del quinto año de gobierno. ¡Señores, es su obligación hacerlo! Pero también aplaudieron a rabiar su ¿valentía? Por haber aceptado ir a mentirles. No es broma. Así se las gastan los esbirros, los lacayos serviles sin cerebro.

No es raro que repita el discurso que ya debe conocer de memoria: “Los homicidios disminuyeron 18 por ciento desde 2019 a la fecha: los secuestros se redujeron 79.5 por ciento; el feminicidio bajó 35.6 por ciento; los robos en general descendieron 22. 9 por ciento y la percepción negativa sobre la seguridad ha bajado en esta administración”, enumeró.

¿Qué persona cuerda aceptaría lo anterior, cuando todo mundo se da cuenta sin necesidad de datos proporcionados por alguna institución, de que los crímenes están a la orden del día en todo el territorio mexicano? Pero la mentira repetida, dicen, acaba por ser aceptada como verdad.

Otra mentira descomunal: “La secretaria de Seguridad Ciudadana sostuvo que el gobierno federal está logrando la pacificación del país y ofreció detalles de las detenciones a integrantes de grupos criminales, subrayando que ningún integrante del gabinete en la materia tiene pactos ni complicidades con aquellos”.

Respecto a lo siguiente, no sería nada remoto que exista una orden a la delincuencia, de desaparecer a los muertos. De este tema, muchos conocedores de la materia han hablado con profusión. Resulta que es mejor desaparecerlos, porque esto evita la investigación y la contabilidad de los mismos. Simplemente se les da trato de desparecidos y sanseacabó.

Por esto, el territorio nacional se ha convertido en el cementerio más grande del mundo en los últimos años. El Inegi reconoce que ha descendido el número de personas asesinadas, pero aumentado notoriamente el de desaparecidos.

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