Por Socorro Valdez

El llanto, los gritos, golpes sobre objetos e insultos traspasan las paredes, y como éstas mudas, también quien los escucha. Es evidente ¡Violencia! Se sabe de abusos y ahora públicamente de golpes. Desde pequeña los padeció.

Primero con el abandono de su padre, después, la irresponsabilidad de su madre, quien los dejó a cargo de sus abuelos, ahora es víctima del abuso de su tío. Ella no sólo padece la tiranía de su familiar, sus abuelitos también son víctimas.

Años de estafa, robos, agresiones, ¡chantaje! A ellos, los despoja cotidianamente de su patrimonio. De su dinero. Ella recibe los “golpes” en el cuerpo y en el alma…Guardó silencio en su niñez, y ahora en su juventud con valentía, decisión y serena, enfrenta la denuncia. Quiere detener, por ella, por sus abuelos, por todas, esa violencia. —“Que sepan que no es normal, y que no debemos permitir a nadie nos golpeen, aunque sea pariente”.

Gritar su dolor para que otras como ella, se atrevan, no callen y ¡denuncien!..Aunque se desconcierten, porque no saben a dónde acudir y ellos, lo obligados a orientar, a apoyarlos, las empujen a aguantarse, a guardar silencio, a seguir soportando la agresión. Son autoridad que no previenen, no escuchan ni ¡asesoran! Porque, ahí, en el MP, “Sor Juana” -así los identifican en Tlalnepantla, Estado de México- es una mujer, igual que ella, quien la desconcierta.

Desalienta con su trato despótico a la denuncia. Casi la empuja a soportar esa violencia, porque no la puede atender, “es, un ¡asunto familiar! y aquí no le toca. Su incapacidad para manejar el tema, para evitar un caso más de muerte, la lleva sólo a recomendar: “Espera al lunes y ve a Barrientos”. Ella muestra moretones, un hombro lastimado, y la mujer, ¡ignorancia, indiferencia! La víctima está decidida, insiste y eso obliga a la funcionaria, a sostener: “Aquí no te podemos atender, ve a Barrientos”.

Las huellas de los golpes, se pueden borrar, argumenta para conseguir ayuda: “Tienes 15 días para reportar la agresión, y puedes ir al médico particular para que certifique los golpes y te sirva hasta que te atiendan; es fin de semana y no está abierto allá en Barrientos”. Sólo busca quien la escuche y detenga de inmediato la violencia, no hay quien lo haga. No protegen su integridad y la de sus abuelos.

Fue a Barrientos y ¡tampoco procede su denuncia!, y la canalizan de nuevo a “Sor Juana”, donde por un caso de COVID19, ¡no hay servicio! Y mientras, el que abusa, el que causa daño psicológico y ahora físico, ronda cerca. Y ella se pregunta, ¿y después, si no lo detienen? Guillermo Salomón de La Garza, de 47 años de edad, que se ubica en calle Vicente Guerrero, 23, colonia San Juan Tlalnepantla de Baz, Estado de México, y también en Santa Rosa, calle 26, número 30, Santa Rosa de Lima, en Gustavo a Madero, es un hombre violento hasta contra sus hijos menores de edad.

Ex empleado del IMSS, ahora en el desempleo, sobrevive de lo que sustrae a sus padres. Tiene el carro de su madre y las tarjetas de crédito de su padre de 66 y 76 años de edad, respectivamente. El abuelo, narra ella, padece trastorno psicológico, y requiere internamiento psiquiátrico, y mi tío abusa de esa condición.

A mi abuela la manipula, la chantajea, y a mi, antes sólo me insultaba, hoy -sábado 18 de julio- llegó a los golpes. Mi vida, no ha sido fácil, y gracias a que salieron los vecinos, se detuvo, no llegó a más. No entiendo, por qué si denuncio, no me escuchan, y menos, por qué si es una mujer la que me atendió, no se sensibiliza y me dice esperar a que tal vez en Barrientos, en lo familiar, me atiendan, donde tampoco lo hicieron. ¿Y en ese intervalo, si llega y nos hace daño? Se pregunta al sostener que hay la esperanza que hoy la atiendan una institución mexiquense contra la violencia.

Ella, quien pide omitir su nombre y el de sus abuelos, sólo quiere detener las agresiones y por eso desde hace tiempo las documenta para que las autoridades, ¡actúen! y detengan al agresor, al del abuso cotidiano, lacerante.

Cómo lo padecen y viven otras mujeres, en lo íntimo de un hogar, con silencio público de todos y con el riesgo de todas, de ellas, incluso de esos pequeños o jóvenes, que ya no pueden gritar por el abuso, que ya no son víctimas, porque ahora, ahora están ¡Muertos! Y son sólo estadística de violencia.

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