Por Alex Espinosa
Una escena llamó la atención en el evento de Juan Rodolfo. Durante la toma de protesta, cuando se acostumbran a dar los agradecimientos, Juan Rodolfo agradeció, con todo el compromiso pero sin ninguna simpatía, a Fernando Zamora.
En ese evento de congregación, en su mayoría morenista, resulta un poco innecesario decir cual fue la reacción del público. Pero para efectos de esta columna vamos a describir su reacción. Cuando apenas se asomaba de los labios de Juan Rodolfo el puesto de Zamora, en ese mismo instante, parecía que el viento de desprecio y repudio golpeaba de frente al ex edil de Toluca, que no hizo más que sonreir, simplonamente.
Esa rechifla es indicio del humor de la sociedad hacia el partido tricolor. Cabe mencionar que ahí estaba la militancia de Morena, y que si sucedió fue totalmente intencional, pero a nivel nacional es un ánimo casi general. Basta ver los resultados en casillas.
El PRI sufre aún una caída precipitada. Aún no cae totalmente, se niega hacerlo. ¿O lo hace con cierta dignidad? A muchos priistas les ofrecen  pasarse al otro bando, eso dicen. Niegan sin modestia, con cierto orgullo. Eso dicen. Esperan mejores ofertas, algunos. Otros no saben si el partido pueda volver a esa época de privilegios y lujos, que ahora le pertenece a Morena y que no piensa soltar.
Mientras tanto, el PRI siguen sin tocar suelo. Por mucho que alguien augure su pronto choque, parece lejos. En la toma de protesta de Juan Rodolfo la encabezó Alfredo del Mazo, quien pareció un espectador de primera fila.
Los diputados del Grupo Parlamentario del PRI quieren ser esa oposición; pero es más bien una oposición sosa, descolorida, mientras Morena adquiere cada vez más esa viejas mañas del tricolor de votar a favor sin miramientos y detención. La diferencia de otros tiempos es que ante la indiscreción de decisiones de Morena, el PRI no puede plantarse ni en defensa propia.
Cae lentamente el PRI, se mantiene en el aire mientras piensa como amortiguar la caída. Busca nichos donde resguardar sus rostros de viejos tiempos que declaran serán oposición. Pero no cuentan con la capacidad de adaptación de sus rivales morenistas; de ellos queda esperar que no se corrompan tan fácilmente.
“Es la historia de un hombre que cae de un edificio de 50 pisos. Para tranquilizarse mientras cae al vacio, no para de decirse: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien… pero lo importante no es la caída, es el aterrizaje”. Es una metafora que deja la película francesa La Haine, algo, quizá, pueda aprender el PRI.
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