El lila, tapiza calles vacías y el encierro desborda emociones. Afuera desolado, adentro desencuentro, sentimientos fracturados. Combinación de rojo y azul, que da lila con matiz violeta. Color que en el encierro desboca en rojo por cotidianas actitudes, que no sensibilizan el alma. El tono que afuera es unión, adentro enardece pasiones. El lila que es renacimiento, en el hogar, en el encierro, es hastío y fractura de convivencia. El simbolismo de buena suerte cuando la Jacaranda cae sobre la cabeza, no impregna en los hogares ni en las familias confinadas. La fuerza y magia que representa su flor se queda tirada en el asfalto. En algunos hogares los ánimos se enfrentan, se desquician diariamente. La familia ¡está en peligro!.. Se anidan desencuentros. El silencio y las cuatro paredes ocultan hostilidad de cotidiana convivencia. El lila y el violeta no tiñen la plenitud en familia. Las pasiones juntas se hartan y ocultan hipócritamente enconos. Hay violencia en la vida confinada y silencio. Se disparan las emociones y en secreto la violencia, en unos física, en otros verbal, se crispan. La cercanía enfrenta y hace crecer los conflictos. Las pasiones exacerbadas de encierro obligado. Gobiernos también cerrados que omitieron al sólo pedir: #¡Quédate en casa! No visualizaron ni prevén. No reparan que ahí en esas cuatro paredes, donde ya había violencia, ¡crece!, y en aquellas donde no existía, ¡se gesta! Son esas paredes siempre testigos de roces, de mutuos insultos, de violencia familiar, que afuera escuchan y adentro callan. Es un DIF silencioso que confinó sus acciones, y olvidó que “primero la familia”. Un DIF aislado que no se ve en acciones, que no integra, que guarda también silencio, como callan aquellas secretarías de “Bienestar”, esas que aislaron y cerraron su inclusión social para no contagiarse de las cualidades de una Jacaranda y de su color. Para mantener dentro y fuera las ¡Fobias! Y no detener los odios. Esas características que afuera, en redes sociales se volcán y adentro, en familia, entran en conflicto. Con hombres y mujeres contrapuestos. Con calles y en redes sociales, donde disienten por ideologías, por formas y adentro, en el hogar, por ¡Carácter! Ambas salen aún en confinamiento, porque se olvidó acciones para evitar la violencia en familia y los conflictos en la calle. Violencia que tal vez ya tiñó de rojo las paredes, las calles aún vacías y tapizadas de lila. En ese encierro que salva de un virus y adentro amenaza los de rojo los hogares. Un rojo que alerta violencia o hasta un negro, que advierte luto. Esos titulares de “bienestar” confinan y encierran sus acciones. Y el núcleo familiar se abandona, se contamina con egoísmo, a veces con amargura, envidia, encono y ¡Violencia! Valoremos esa majestuosidad de Jacaranda, sus cualidades que empujan a renacer los sentimientos, a derrocar el desencuentro, a impulsar la unión y superar el encierro. Vamos a impregnarnos de esa diminuta flor, de su simbolismo, del imponente árbol que la arroja y empuja para abrir las mentes, dar claridad y no perder rumbo ni ideales. Ojalá, sí ojalá una simple mirada a esos árboles que radiantes expulsan la belleza de esa flor que alfombra el asfalto gris, tapice las almas y se reflexione. Ojalá y ese mito que posa en su flor, revele sabiduría. Sí, ojalá y la flor cayera sobre las cabezas para impregnar no solo su aroma, sino su leyenda de suerte. Ojalá y sus flores, tan medicinales, curen las almas enfermas de violencia, de odio, de enfrentamiento, de tristeza y soledad. Ojalá esa diminuta lila entre a los corazones y modifique conductas. Ojalá su sola aparición tenga el poder mágico de provocar el renacer, de anidar alegría, de impulsar cordialidad, y erradicar amargura, tal y como ella lo ha logrado al existir en una ciudad, no tan cálida, no tan bondadosa, pero si, tan bella. Ojalá, sí, ojalá…La apreciáramos para brindar amor al otro, para aprender a convivir juntos, con respeto al disentir. Sin falsa adulación. Sin fanatismo y con ese valor que tiene la persona. Sí, ojalá y esa alegría de color que tapiza el frío y desolado pavimento transforme el egoísmo individual. Ojalá y ese arrojo con que invade las alturas y el piso, invadiera los entendimientos para comprender que la soledad es buena, pero la compañía es mejor. Sí, ojalá una Jacaranda que hoy ilumina los pasos, hiciera brillar las vidas.
Comentarios