Por Socorro Valdez Guerrero
¿Para qué regalo, para qué festejo?, si muchos desdeñan el maternal cariño.
Si otros, hasta ofenden su existencia y critican con desprecio sus errores.
Para qué, si con tu ácida actitud, la sumes en el olvido y melancolía.
Sí, para qué, cuando en tu diaria desatención opacas ese día de halagos y festividad.
Si con tus diarios desaires lastimas a quien te dio la vida.
A ella, que la desdeñas en lo íntimo del hogar.
Mejor honrarla con tu actitud, a pesar que ella no sea todo lo bello.
Aunque tenga mucho de malo.
A pesar de sus tropiezos.
Aunque sea proclive a fallas, algunas enormes y suficientes para tus rencores.
Aunque sus actos sean para ti ¡Imperdonables!, no la abraces con hipócrita actitud.
No la ensalces por ese momento de convencionalismo mustio.
No la compares con aquella ni con las de antaño, porque ni ella es igual ni tú aquel hijo del respeto absoluto.
Las madres, son las de ahora, las del ritmo acelerado.
Las que luchan solas, las que trabajan doble.
Aquellas, que desean ser ellas, que no son tan inmaculadas.
Que arrastran pesares y dolores.
Que callan y lloran en silencio el maltrato y hasta las decepciones.
Que enferman sin queja. Que sonríen con oculta melancolía.
Que es, como las madres de antaño, que exige igual que ayer, ¡respeto!
Las que también se equivocan.
Las que perdonan a los hijos, sus cotidianas fallas y hasta sus abusos.
Las que con errores, igual que las de antaño, también sufren y ¡Siguen adelante!, ahora más solas.
No la insultes, no les hagas desaires ni las menosprecies, ¡respétalas! No les escupas que ellas no lo hagan.
No las juzgues, no las maltrates.
Ella, ellas, también son de faltas, de desencuentros, de necesidades.
No, no son divinidad.
No son inmaculadas. Simplemente son ¡Madres! Es tu madre, por la que tiene vida.
¡Cuídala ahora!
Muéstrale tu cariño, protégela, no le llores inerte.
No le lleves flores a su lápida ni le cantes su canción favorita, ya muerta.
Honrala en vida.
Porque ella, aún sin su existencia, aún muerta, sabrá de tu cariño.
