Por Socorro Valdez Geuerrero
Cómo se sobrevive y se muere ante el COVID-19. Cómo en un México de ineficiencias, muerte y dolor. Desesperación e impotencia. Negligencia, indolencia. Acoso y hostigamiento. Deficiencias y mal trato. ¡¡Mal manejo de una pandemia!! El calvario del primero de mayo a días subsecuentes.
Primero de mayo, mensaje de enfermo que sospecha de COVID-19. Respuesta, folio: CIVID-200501-250845, “¡Tienes riesgo bajo de tener COVID!”. Días antes. Médico de clínica familiar ISSSTE: “No tiene nada, es gripa”.
No amerita incapacidad. Una semana de enfermedad. Marcos Alejandro Sánchez Puente, director de transporte de la Fiscalía General de la República (FGR), “cuándo te vas a presentar a trabajar, cómo le hacemos para que me pagues los días, los voy a tomar de tus vacaciones o tienes computadora para que trabajes en casa y repongas el tiempo?”.
Deterioro en salud y hostigamiento, amenazas de su jefe, aún cuando era evidente su dificultad para hablar por falta de oxígeno. Día siete, llamada a epidemiologo particular: “Saquen placas de tórax, hagan una prueba, -las vio- ¡oh no!, es urgente, llévenlo a hospitalizar”.
Hospital Médica Sur: “No hay cupo, llévenlo sí tiene seguridad al ISSSTE”. ISSSTE, “no hay cupo, llévenlo a la clínica 32, ahí se los reciben”.
Desesperación, angustia, ¡se asfixia! -tenía respirador que se le había puesto desde que salió de casa, radiografías y estudio para confirmar COVID-. En el trayecto a la clínica, nueva llamada de Sánchez Puente, de la FGR, “¿cuándo entonces te presentas?” Le cuelga.
Se llega a la clínica 32 del IMSS. Sólo tres personas para ingresar, -no tenían oxígeno, pero él traía el suyo-. Ingresa y sin mayor tacto preguntas. IMSS: “¿Es derechohabiente, si no, firme este pagaré, deben costear los servicios”.
Llamadas. “Tía, quieren que firme un pagaré”, -“¡Firma! lo que sea, lo importante es su atención, después vemos o hacemos que el ISSSTE pague su negligencia”.
Después recomendación: –“No firmes, no les van a cobrar ni un peso”. Ahí, en calzada del Hueso durmieron su hija y sobrina. Una noche de espera, de angustia. Nadie salía, sólo desolación, se escuchaba llanto y gritos desesperados de quienes querían saber de sus familiares o de a quienes les decían ¡A muerto!
Se amotinaron, amenazaron con sacar a sus otros pacientes aún vivos. Ellas también lo deseaban. Se enfrentaron por ese atroz silencio. Había más gritos de un lado, de otro. Insensibilidad y mucho silencio. Ya no se supo más.
Ocho de ese mayo, el IMSS pidió papeles -curp, acta de nacimiento, credencial de elector-, y el cuestionamiento de su hija: ¿para qué? De nuevo silencio, maltrato por preguntar, pero no reporte médico ni nada.
El miedo invadió a todos. El temor. El presentimiento de ¡ya murió! Nadie lo externo. Se llevaron los papeles y en los alrededores llanto, desesperación de no saber nada. Despotismo de la trabajadora Social y poco tacto: “Usted lo sabe, COVID, es muerte”.
Y sí, fue muerte. Pero para ellos, para los del IMSS moría de insuficiencia respiratoria, y probable COVID. El estudio confirmó: COVID. Dos horas después la muerte ensombrecía a la familia Valdez, y muchas más muertes en todo alrededor a otros.

Negligencia, temores. Y otra llamada. ¡De nuevo de la FGR!, otra vez acoso a sus hijas vía telefónica -muerto y sin recuperar aún su cuerpo en en el IMSS y Sánchez Puente: “necesito el acta de defunción, hay que darlo de baja”.
Llanto de ellas, desesperación. Luego otra persona, y otra de la misma dependencia y con la misma petición: “La ¡acta de defunción! Nadie sabe cómo tres personas diferentes, consiguieron los números personales de sus hijas.
Hoy, sigue el acoso del personal de la FGR, las llamadas incesante y hoy, también el riesgo que la familia de él, sus hijas, sobrinas y hermanas estén contagiadas de COVID, aunque los mensajes de SMS al 51515 y el test que todas se aplicaron, dice para unas: “riesgo bajo” y en otras: “riesgo alto”. Ahora espera de llamadas del sector salud, y el ¡no salgan!, ¡¡Quédense en casa! Y a tí, a tí, mi familia, y yo te pedimos, ¡No te confíes! ¡Cuídate! ¡Prevente! Y por favor, no te dejes morir, porque es shock de saber de rapiña. Impotencia de esa incertidumbre, del desconcierto…El luto que no te dejan llevar, y el alma volcada en letras.
