María Elena Maldonado

Los números hablan muy poco, ya estamos acostumbrados a grandes cifras de muertos y reaccionamos casi con indiferencia, son las historias personales las que nos gritan el dolor de las perdidas. Y sí estoy consternada por -hasta ahora- los 25 muertos y 70 heridos por el derrumbe de la trabe en Avenida Tláhuac y Privada Panal, a la altura de la estación Olivo, una tragedia anunciada, que pudo evitarse y es una tragedia que deja marcado el uso de un transporte que todos usamos, que quizá algunos cuantos dejen de usar, la gran mayoría no podrá, pues necesita moverse para el trabajo, la escuela, la vida… y  le sumara al costo, las aglomeraciones y molestias de estos viajes, el miedo a sufrir un accidente e incluso morir.

Madres, padres, abuelos hijos, hijastros, todos los vínculos familiares, sociales están sufriendo perdidas o preocupaciones según la gravedad de sus heridos. Encontré en los medios las angustiantes experiencias de algunos de los afectados, hay que darles nombre, contar sus historias truncadas por la negligencia de quien debiera cuidar de todos nosotros: Marisol la madre de Brandon Giovanny Hernández Tapia, el niño de 13 años que viajaba con su papá, peregrino casi 24 horas por hospitales y oficinas forenses. Los funcionarios -no se merecen ese nombre, pues no funcionan, ¿autoridades? menos, los llamaré burócratas- estos ni siquiera tuvieron la capacidad para organizarse y dar a los familiares una pronta respuesta sobre la situación y lugar en donde finalizar su angustiante búsqueda, que para esta señora fue el encuentro con los restos de su hijo.

Enrique el novio de Nancy Lezama Salgado de 22 años, después de cenar, solo dos estaciones antes, se despidió de ella y de Tania su hermana de 15 años. Él su mamá y la madre, el padre de las jóvenes pasaron la noche buscándolas, Nancy falleció, Tanía sobrevivió, pero se le diagnosticó parálisis permanente.  Gisela Rioja también estuvo toda la noche en búsqueda de su marido y hasta ayer lo encontró en la lista de decesos.

José Juan Galindo Soto y su esposa Evelyn regresaban a su casa, luego de ir al dentista. La pareja iba en su auto sobre la avenida Tláhuac, cuando “el Metro les cayó encima”. Así lo narra en el lugar del derrumbe doña Amelia, la mamá de José Juan,  entre la desesperación y el llanto, mientras pide que rescaten a su hijo, de 34 años, mientras su nieto pregunta por la vida de su padre.    

Cristian López, de 41 años, regresaba a su casa como cada día desde las oficinas gubernamentales de Prevención y Desadaptación Social. Originario de Oaxaca, se había reincorporado a su puesto tras haber vencido al covid-19.

Alejandro Mendoza, de 53 años, era contador y salió de su trabajo el lunes por la noche hacia el metro para dirigirse a su casa, en el centro de Tláhuac.

Juan Luis Díaz, de 38 años, era chófer y vivía con su esposa y único hijo en Tláhuac.

José Luis Hernández, de 60 años. uno de los primeros cuerpos en ser rescatado de entre los restos de los vagones, tomaba esa línea todos los días para llegar a su trabajo en un taller de carrocería. Su hijo Luis Adrián contó que los médicos le dijeron que su padre había quedado aplastado por otros pasajeros que intentaban escapar, con traumas y hematomas en diversas partes del cuerpo.

Jazmín Sulema atendía a pacientes infectados de Covid-19 en el Hospital Belisario Domínguez de la Ciudad de México, el lunes tras acabar su turno, regresaba a casa en la Línea 12 del Metro, minutos después se desplomaba el vagón, ella salió disparada, y regreso al hospital del que acababa de salir sólo que está vez con graves lesiones para ser intervenida.

Estos fueron las víctimas que encontré con algo de información para que al menos en breve existan como personas con familia, proyectos por realizar, ganas de vivir… Eran las diez y veinticinco de la noche, regresaban a casa cansados después de un lunes cualquiera, que no sean un número vacío, que se llene con su ausencia. Oremos por ellos, oremos por sus seres queridos, que pronto tengan consuelo, pero que nadie olvide, nadie calle, nadie deje de exigir que los culpables paguen por estas muertes que pudieron evitarse, como tantas que suceden todos los días. tantas que seguirán sucediendo si la impunidad cubre las negligencias, corruptelas y todos los vicios enraizados en la burocracia a la que pagamos por trabajar para que el país, las ciudades, los pueblos los servicios funcionen, así de sencillos debería de ser.   

En Milenio encontré la lista actualizada de los fallecidos. https://www.milenio.com/policia/fgj-publica-lista-muertos-desplome-metro-linea-12 

Varios estructuralistas consultados, concluyen que el colapso de la estructura fue en conjunto producto del desgaste que ya acusaba una estructura diseñada para otro tipo de tren, el inevitable fenómeno de la fatiga de materiales (agudizada por la incompatibilidad diseño-trenes), los efectos en la obra civil del terremoto de 2017 y la austeridad que ha incidido en el mantenimiento de todo el sistema.  El sobrecosto de su precio planeado fue de 378% y habría que sumar los miles de millones que se han gastado en que siga funcionando, más las perdidas de tiempo, de meses que se ha detenido, usuarios varados, accidentes, una larga historia de desastres que ya circula por todos los medios de comunicación.emaldonadoballesteros@yahoo.es

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